Yo nunca he hecho cosas malas. Mis padres siempre me enseñaron a portarme bien, a sentarme correctamente en la mesa, a rezar en las noches y a no meterme en problemas en la escuela. Jamás he preferido el mal más allá del bien, ni me he fijado en la conveniencia de las cosas si estas ponen en juego mi moral. Correcto, correcto ha sido mi camino y limpia mi conciencia.
Aún hoy, aunque no sé muy bien si después de todo hice bien porque ellos no me están diciendo nada. Sólo me miran con muecas estoicas, como queriendo reclamarme algo, pero no lo hacen. No sé si sea porque no quieren o porque no se atreven, pero, cómo quiero a mis padres, ellos siempre han sido el ejemplo a seguir en mi vida. Después de encender la televisión y ver algunos noticieros sí que estarán orgullosos de lo que hay en ellos... ¿O no? Siguen sin decirme una palabra, y está apareciendo la nota del día: un muchacho ha asesinado a sus padres, un muchacho con camisa a rayas. Justamente, yo tengo mi camisa a rayas, la que me regaló mi mamá en mi cumpleaños. Qué coincidencia.
Ya sé por qué mis padres no me dirigen la palabra, seguramente mi mamá está muy molesta por la sangre en toda la casa, y mi padre me va a regañar por haber tomado su escopeta. O quizá lo que más les molesta es que estoy saliendo en el noticiero y no tenemos dónde grabarme.