11/10/04
Me levanté temprano hoy en la mañana, justo como hago todos los días. Un aroma penetró por mi ventana, un aroma sucio y rancio, un aroma a mugre como el que recuerdo tanto de mi infancia durante las estancias en casa de mi tía Luisa. No lo soporto pero no pude cerrar la ventana porque me agrada el viento de las mañanas y los rayos del sol en mi cabeza, sobre mi cama. Decidí volver a poner mi cabeza sobre su almohada, para sentir ese calor entibiando mis ideas.
Las manecillas de mi reloj estaban girando.
Entonces me levanté y preparé un poco de café. Es malo para la salud, dicen y les creo, pero realmente no me importa, qué bien sabe. En mi vida ciertos momentos importantes o memorables están rodeados de un aroma a café tostado, y no quisiera desperdiciar la oportunidad de recordarles una vez más. A veces pienso que no debería de ponerle demasiada azúcar.
Pero las manecillas estaban girando.
Bañarse con agua caliente, permanecer en el agua por momentos muy largos, observar los dedos arrugándose, aspirar el limpio aroma del shampoo, así hubiera querido que fuera toda mi vida. Y hoy lo haré nuevamente, así me ensucie en el intento.
Es increíble, pero normal, que las manecillas siguiesen girando.
¿Qué ropa ponerme? No quisiera desperdiciar tiempo en decidirlo, creo que ello se ha llevado mucho tiempo de mi vida. Mejor decidiré qué comer, creo que cocinaré algo delicioso, en eso sí vale la pena usar el tiempo necesario. Y lo mismo para comer.
Siguen girando las manecillas.
Hoy fue un día lindo, quisiera decir que el mejor. Pero sólo le mentiría a quien me escuche, he tenido días mejores, pero este no tiene nada qué perder al lado de los demás. Hice cosas que me gustan, algunas no las relaté, pero aquí estoy, en espera, y sabiendo algo irremediable:
las manecillas siguen girando
y yo me estoy muriendo. |