25/02/03
A pesar de la condena y de la advertencia la decisión de salir ese día sin tomar precauciones estaba tomada. Por primera vez podía cumplir una de sus más añoradas ansias: saber cómo será la vida normal. Pero tú no eres normal, no puedes salir así a la calle. Tu facultad te exige ser cuidadosa y precavida, y si olvidas eso, que es lo más importante, terribles cosas pueden pasarte.
No me importa, pues. Salí a la calle durante la mañana, a la hora en que el sol está en su máxima posición y no proyecta sombra alguna. Y es que, prepararme para salir exige ser cuidadosa con mi sombra, así que prefiero salir cuando nadie se de cuenta. Iba caminando por la calle, mirando las casas, las tiendas, los alrededores. Ni los árboles tenían sombra en ese momento, y entró abstraída en una tienda de accesorios para sombras. No se dio cuenta de cuánto tiempo pasaba, y cuando decidió salir del lugar ya era tarde. Siguió caminando aún bajo el efecto hipnotizador de la tienda de accesorios para sombras, imaginando lo que podría comprar en ella si tuviera una, y de pronto advirtió una mirada de odio en uno de los transeúntes que venía en sentido contrario. No puede ser, ya es demasiado tarde. Se han dado cuenta de que yo no tengo sombra. Había que llegar rápidamente a casa, así que siguió caminando por la calle, acelerando el paso y conforme se topaba con gente, esta le miraba detenidamente, primero con curiosidad y después con furia. Le seguían entonces, no podía ser que en esa sociedad existiese una persona sin sombra, eso era inaceptable; me lo habían advertido desde un principio pero la curiosidad es inherente de los seres, ¿O no? Yo quería conocer mi ciudad.
De pronto en el centro de la plaza estaba ya congregada una multitud, esperando cualquier reacción. Todos estaban atentos a los movimientos de la chica sin sombra, acercándosele despacio pero en forma de masa, impidiendo su escapatoria. Conforme se acercaban buscaba una salida, pero inmediatamente era tapada por alguien más. Yo comencé a asustarme bastante, pues se me había advertido que cosas horribles pasarían, pero nunca alcancé a imaginarlas. De pronto se dijo algo, y alguien cercano a mí me tomó del brazo. Comencé a gritar pidiendo auxilio, pero ¿A quién? Todos estaban en contra mía, nadie me ayudaría. Súbitamente más manos comenzaron a ejercer presión sobre los brazos, y cuando se dio cuenta la dirigían a la explanada, al punto más alto. Con los gritos desesperados pidiendo ayuda, la multitud parecía alimentarse más, comenzando una bulla exigiendo la muerte de la persona sin sombra. Improvisadamente había ya una horca en el medio de la plaza. Nunca recé tanto como en ese momento; nunca había creído en Dios. De pronto era ya más grande que la multitud misma y que mi propio miedo, pero parecía no escucharme. Sentí cómo el lazo rodeaba mi cuello, y cómo me subían sobre algo que evidentemente se movería al momento de una orden, para colgarme. Una madre llamó a su hijo, y en cuanto se acercó a ella, lo abrazó y le forzó a que viera lo que iba a pasar. La gente gritaba cada vez más, exigiendo la muerte de la niña como una especie de justicia social, y cuando los gritos parecían ser de lo más fuerte de pronto todo quedó en silencio. Un cuerpo sin vida quedaba suspendido en medio de la plaza, mientras toda la gente comprobaba que lo que había presenciado era cierto. Todos callaban, y todos se dispersaban lentamente hacia sus casas, pues advirtieron que el cadáver proyectaba una sombra con los últimos rayos del sol. |