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Inicio / Cuenteros Locales / diek / Drago y las muescas

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Era una tarde gris, la niebla cubría todo el camino y apenas podían verse los árboles que rodeaban aquel sendero,
Tras Drago el joven caballero deshonrado, caminaban los soldados que tenía que acompañar al último frente que quedaba en pie.
El tiempo había pasado demasiado deprisa, el último suspiro de su amada todavía le golpeaba en la sien.
Había sido todo demasiado complicado, justo cuando alcanzó el nivel de caballero de la orden, habían masacrado su pueblo, con sus parientes y su antiguo maestro. Ahora él portaba su espada y en ella había marcado con la piedra de afilar las vidas de los desalmados que lo habían hecho, una a una había marcado aquel filo lleno de muescas y almas infernales aunque le faltaba una.
Más tarde perdió a su prometida, la que no podía quitarse el sonido de su voz, el tiempo no curaba las heridas que habían sido demasiado atroces.
Siempre andaba silbando la melodía que ella cantaba cada mañana y aquel día no le salía, él frió cubría sus pasos y los pájaros habían desaparecido por completo, algo se avecinaba.
Ni en el peor de sus sueños se le había aparecido aquella figura que corto la niebla a su paso,
Delante de él apareció la última muesca que faltaba en su espada, era el cabecilla del ataque a su pueblo, era el que a traición y por la espalda, sesgó el canto de la canción de aquel ángel que ya no estaba.
Justo en ese instante, mil saetas cruzaron el cielo incrustándose en el pecho, la cabeza y brazos de aquellos pobres soldados, pobres de alma y pobres de recursos, que habían sido enviados al frente a morir, no para defender las granjas de sus familias, sino a salvar las riquezas de aquellos que veían la guerra desde el tablero de ajedrez y una copa de brandy en la mano,
Fue como si el infierno resurgiera de los más profundo de la tierra y los gritos de las lamentaciones rompieran el silencio como un vaso de cristal.
Drago miró atrás, los que quedaron en pie cruzaron su mirada con él, el tiempo se detuvo, fue un instante en el cual la esperanza no existía, ni la vida ni siquiera la muerte, una breve pausa antes de que cayeran la nueva remesa de saetas.
Los ojos vacíos se desplomaron uno tras otro, hasta que ya no tuvo con quien cruzar la vista.
Volvió a dirigirla al frente, una mueca asquerosa cubría la cara de aquel monstruo, la bajó hacía su arma y la agarró fuertemente, como si formara parte de sí mismo y se abalanzó, hacía donde su canción interior le dirigía, hacia la última muesca que le faltaba.
Cuenta la leyenda, que aquel Noble caballero deshonrado, aniquiló a todos sus enemigos y tras la hazaña, juntó las fuerzas suficientes para liberar a su pueblo.
Pero lo que sucedió realmente, fue que la propia leyenda liberó los miedos de la gente y así pudieron ganar aquella guerra.
Lo único cierto de aquella antigua leyenda es que hay una tumba en medio del camino del bosque, allí donde la sangre sigue sin desaparecer y la calma hace que los pájaros trinen una hermosa canción, en ella como cruz hay una espada clavada en una roca en la cual no caben muescas.

Texto agregado el 06-08-2007, y leído por 137 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-08-2007 Excelente que fortuitamente acompañé con la canción I believe de Diamond Río, nunca mejor aunados los pasos de tu verbo con tal canto. Hermosa y triste historia. Cariños y paz. RB roseblack
 
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