UNA NAVIDAD SIN NAVIDAD
Ese invierno la ciudad estaba muy triste y todo el mundo se enfadaba con todo el mundo. Unos porque el autobús no llegaba a su hora; otros porque el precio de la comida se había disparado; otros muchos porque eran muchas las luces encendidas y otros pocos porque no nevaba y el calor los molestaba...
Las protestas y las incomodidades eran muy variadas y la ciudad entera estaba enfadada, muy enfadada.
Facundo era el mayor en edad de la ciudad. Él se dio cuenta de que era navidad y de que nadie había reparado en ello. Entonces el anciano comenzó a investigar la razón de tanto malestar y de tanto despiste.
- ¡Mira que no saber que es Navidad!
- Tengo que decir a todos que ya ha llegado la Navidad.
El anciano creyó muy apropiado estudiar, primero, a sus vecinos e intentar, después, solventar el malestar.
Y así, tranquilamente, comenzó a caminar y a observar la marcha de la ciudad.
- Todo está muy caro, el autobús llega tarde, hace calor, la cesta de la compra ha subido de precio… mis vecinos tienen motivos suficientes para estar enfadados. Pero, siguió argumentando Facundo, veo que la pescadería está llena de señoras y de señores que compran más de lo habitual. Que el precio del pescado –de un kilo de pescado sonrosado y con pinzas- es muy elevado y que las cajas vacías vuelan por encima de las cabezas de los enfadados ciudadanos. Veo, también, que el autobús llega tarde, pero va repleto de gente cargada de grandes bolsas…
Facundo ya no quiso ver más. Se abrochó el abrigo, enfundó su cabeza con la boina que le regaló su hija la Navidad pasada y subió al autobús. El silencio era atronador.
- !Igual que el año anterior!
Llegó a casa de su hija y en el silencio de la soledad se sentó a la mesa. Cenó, cantó, comió turrones, y hasta sonrió. Y el resto lo acompañó.
-!Igual que el año anterior!
De vuelta a su casa Facundo estaba convencido de que sus vecinos no hacían menos que el año anterior. Todo era idéntico a las navidades pasadas, las compras, las protestas, la cena, los cantos… Y el anciano llegó a una conclusión:
- Es la navidad la que no sabe que ha llegado su hora.
Entonces Facundo comenzó a gritar.
- ¡Navidad, Navidad…Navidad, Navidad!
Así repetidas veces. La gente lo miraban asombrados, pero después de un buen rato gritando Navidad se le unieron unos pocos. Y más tarde otros, y otros… y así hasta que las voces unidas formaron una melódica llamada a la Navidad. Y la Navidad apareció con su dulce canto. Y las risas y abrazos se sucedieron a los cantos. Y con las risas, abrazos y cantos todos gritaron ¡FELIZ NAVIDAD!
Y la Navidad llegó, al fin, un año más. |