Comencé este texto, con la simple intención de narrar una valiosa historia de amor. Historia en la cual, tengo la fortuna de ser uno de sus protagonistas. La otra, una distinguida y bellísima dama de origen italiano que tuvo la galanura de invitarme a cenar a su palacio del barrio de la Recoleta y cocinar para mí un sorprendente budín de coliflor al que bautizo “Budín para mí Tío Coco”.
Prontamente de emprender este escrito, percibí que la historia no era tan valiosa, la dama no era tan distinguida ni tan bella y el palacio era un cuchitril bastante mal calefaccionado, entonces, consideré mucho más útil para todos ustedes, olvidarme de la historia y pasarles la receta del riquísimo alimento. Total, historias de amor hay muchas y de las buenas, inclusive en este sitio, pero recetas de cocina, no encontré ninguna.

Aquí están los ingredientes:
Una coliflor, si es posible verde, o también puede ser un brócoli.
Una salsa blanca hecha con medio litro de leche y cuatro cucharadas de parmesano reggiano rayado.
Una tajada de jamón cocido.
Un poco de manteca.
Pan rallado.

La preparación es tan simple que hasta ustedes pueden hacerla.
Hagan hervir la coliflor o el brócoli. Después, tamicen hasta reducir a papilla y pongan en un bol.
Mientras tanto, habrán preparado la salsa blanca que unirán a la coliflor tamizada y a cuatro cucharadas de parmesano.
Corten en cuadraditos el jamón cocido y únanlo a la mezcla que luego verterán en una cacerola previamente untada en manteca. Sobre la mezcla, ubiquen muchas maripositas de manteca, la última cucharada de parmesano, el pan rallado y hornear unos diez minutos, es decir, hasta que se haya formado una costrita marrón.
Sirvan caliente. No hirviente.
Renata, así se llama mi amiga italiana, descorcho un vino de Catena Zapata cosecha ’97.
Esta claro, que el budín, no es un manjar thrilling, pero se lo come con gusto y sirve para tomar el Catena Zapata y estar con la tana.

El motivo de este agradable convite, fue retribuir mi esmerada atención hacia la dama quien visito mi casa la tarde anterior. En esa oportunidad le preparé una torta que bautice con el nombre de “Il traste di Renata”.
Primero hice una pasta frolla tan gruesa como la mitad de su traste. La estire en forma redonda, sobre la tabla de madera. Levanté a la Sra. tomándola de las axilas, haciéndola sentar con el traste desnudo sobre la pasta y presioné un poco.
Besé largamente a la dama, esperando que la huella quede marcada sobre la pasta, en caliente.
Sequé el traste y dejé descansar a la masa media hora. Pero no dejé descansar a Renata.
Puse la masa así formada sobre una placa untada con manteca, espolvorié con pan rallado, cubrí todo con papel manteca sobre el cual coloqué unos porotos secos. Lo coloqué en el horno un cuarto de hora.
Después agregué: Ciruelas descarozadas, cerezas descarozadas y damascos cortados por la mitad cocinados en un poco de almíbar hecho con agua y azúcar.
Volví a hornear otros quince minutos. Después de haberla retirado del horno, rocié con el almíbar la tarta.
Luego esperamos que se enfriara la tarta. Renata no, ella esta siempre caliente.