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Inicio / Cuenteros Locales / curiche / Con tu puedo...Cap 59...Flores en el viento del desierto

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Flores en el viento del desierto.

La alegría se cambió por la pena de tener que sepultar a un hermano. La nueva víctima que se vino a sumar a los miles que ya han muerto en la lucha por la defensa de la dignidad.

La sala se llenó de hombres y mujeres vestidos de negro, la urna con los restos de Atanasio fue ubicada en el centro. Alamiro y Mariana cortaron un lirio azul y un brote de un pimiento y los pusieron en el pecho del hombre que dio su vida por defender a su dirigente.

Alamiro pidió al telegrafista que enviase un mensaje a la familia de Atanasio a la localidad de Canela, luego otro con la misma noticia a los compañeros de Iquique, anticipándoles que viajaría al el próximo fin de semana. Con la entrada de las sombras comenzaron a llegar mineros de las oficinas cercanas.

El funeral se realizará al día siguiente. Nadie trabajará en señal de duelo y protesta. Alamiro y dos mineros irán a comunicárselo a Fernando Gómez. Las mujeres preparan todo para velar a Atanasio. Es probable que en el primer tren llegue algún empleado de la intendencia provincial para iniciar una investigación que no concluirá jamás.

Los que trabajan en la administración se han guardado. Nadie saldrá de allí hasta que culminen las exequias, ni siquiera Fernando Gómez se moverá fuera de su oficina, para cualquier cosa recurrirá a algún empleado, en particular de Arsenio. Cuando Alamiro llegó a la oficina, Arsenio fue en busca de su patrón.

—Buenas tardes, Don Fernando.
—Alamiro, Buenas tardes, ¿qué quieren?
—Imaginamos que ya sabe del asesinato de Atanasio Nuñez y que Clotilde fue herida en un brazo.
—¿Quién era él?
—Cargador, trabajaba en el mismo rajo que yo. A ella usted la conoce ya que vino con nosotros en las conversaciones.
—¿Saben quién y por qué fue?
—Don Fernando, pensábamos que usted ya sabía quién fue y también el porqué, quienes fueron aprovecharon que el tren estaba en la estación para escapar.
—No lo sé. Puede haber sido un pleito de borrachos.
—Don Fernando, mañana no trabajaremos, a las tres de la tarde sepultaremos a nuestro compañero y, trataremos de averiguar los motivos que tuvieron. Intentaremos llegar al fondo de la verdad.
—¡No me pueden dejar de trabajar, ya saben que es imperioso enviar salitre a Inglaterra!
—Señor. El martes estaremos produciendo.
—Alamiro, quiero que usted termine lo de la plaza e inicie la construcción de la escuela, así que no vuelve al rajo, se le pagará lo mismo que ganaba como barretero.
—Bien señor. Permiso, nos retiramos.
—¡Alamiro!
—¿Diga?
—Habrá un incentivo en dinero si se aumenta la producción de salitre.
—¿Tomando en cuenta que medición?
—Lo producido el último mes.
—¿Será en dinero? Si son fichas, interesa poco.
—Lo pensaré, el martes en la mañana a las siete le digo.
—Hasta el martes señor.

En el velorio hay llanto en los ojos oscuros de las mujeres de la pampa. Rabia contenida en los rostros curtidos de los hombres Son pocos los que saben que el joven entregó información al jefe de la guardia de Fernando Gómez y, como forma de lavar los errores cometidos, pagó con su vida la defensa de Alamiro.

Juvencio toma en sus manos un poemario y lee parte de una poesía Los últimos mártires todos escuchan mudos


¡Mi voz es esa voz! Mi voz es esa que clama
ayuda al compañero que yace allá herido,
a esa madre anciana que al hijo amante llama,
a esa esposa viuda que a su amor ha perdido.

¡Ayuda compañeros! Ayuda para el hijo,
para ése que mañana la muerte vengará,
¡Ayuda, camaradas! Ayuda es lo que exijo,
que así nuestra bandera más roja flameará.

Aquello será burla para el burgués canalla,
Será el más rudo azote que sufra el opresor.
Ese opresor cobarde, que hoy se oculta y calla,
Ése que pretendiera sembrar allá el terror.


Comienza la sala a llenarse de color, coronas y ramos de flores de papel de color. Una vez más los trabajadores chinos han entregado el papel para adornar a los muertos que quedarán en los cementerios del desierto. Sin flores naturales.

—Arsenio.
—Diga, señora Estela.
—Por favor vaya al telégrafo y pida envíen una corona de rosas naturales, diga que pasaré a pagarla en estos días.
—Muy bien señora, de inmediato
—Y otra cosa, esta noche cuando llegue, hágase cargo de ella y la va a dejar a la sala.

Mañana luego del funeral iré a Iquique. Espero ver a Ernesto antes, cuando veníamos casi le digo que se quede, pero, andaba con su compañero. Ha sido tan violento, tan intenso, y también bello lo que estoy viviendo, que estoy casi asustada, no sé si son los primeros días. Si no lo veo, me hace falta, le extraño. Cuando está cerca, mi cuerpo se electriza. Veré con Fernando que Ernesto sea uno de los que construyan la escuela. Nano ha dejado a Alamiro a cargo de la construcción. Piensa que tenerlo cerca le ayudará a controlarlo y tratar de comprarlo. Como no pudo matarlo, le ofrecerá más de lo que ya ha hecho

—Nano, mañana iré por unos días a Iquique.
—Estela, te necesito acá.
—Cuando se inició la huelga no quisiste me fuese para allá, ahora no, mañana iré y estaré una semana. Es más, quisiera llevar a algún obrero para que me ayude a comprar algunas cosas.
—Haz lo que quieras, cuando regreses iré.
—Me imagino que quieres ir a ver a la Emilia.
—Bueno, me echaste del dormitorio, debo hacerlo con alguien.
—Ya no me interesa nada de lo que hagas.
—Pero has vivido bien, nos hemos hecho más ricos que cuando nos casamos.
—Tú te has hecho más rico con la ayuda de mis padres ya que la dote fue grande. No buena la vida en este desierto en donde no se puede ir a ninguna parte y vivo encerrada dentro de un enrejado de púas.
—Sólo escucho quejas y recriminaciones.
—Ahora me oirás por todo lo que no dije en años.
—No sé lo que te pasa, ahora te ha dado con eso de Emilia, no sé de donde sacas que es amante mía.
—No es necesario que lo niegues ya no es importante.

A Estela algo le ocurre, antes, los enojos le duraban un par de días, tendré que darle más tiempo para que termine con esta tontera. Aún no llega el telegrama de Antofagasta para saber si llegaron todos o no, el jefe de la guardia me dijo que le era imposible saber si subieron todos al tren. Por suerte nunca traté con esos hombres directamente.

—Pancho, ¿dónde está la Clotilde?
—En casa de José Manuel.
—¿Me puedes acompañar a verla? Mira que si voy solo Mariana me fusila.
—Vamos, compañero.

—Francisco, el sábado iré a Iquique, quiero conversar con los compañeros, veré si pueden colocar algo en el periódico agradeciendo la solidaridad. Pancho, esta huelga me enseñó muchas cosas, una de ellas es que es una lucha muy fuerte la que se debe dar para lograr que se nos respete y como es una lucha, siempre va a ser violenta. Jamás los patrones ni los gobiernos nos van a entregar nada voluntariamente, a ellos no les interesa la vida de nosotros. Ya ves que mataron al Atanasio así como antes lo hicieron con el Facundo y los otros compañeros anarquistas. La bala era para mí. Gómez se hizo el loco con la muerte de mi compadre, jamás dirá que él pagó a Efraín.
—Alamiro, tienes razón en lo que dices, lo hemos conversado con Don Luis muchas veces, tú lo aprendiste en la vida. Alamiro, como Lastenia irá a buscar a los niños a Pica te acompañaré y no me digas que no por que no te haré caso.

En casa de José Manuel varias mujeres acompañan a Clotilde que se recupera del susto y de la herida.

—Clotilde, quiero agradecerle que se percató lo que iba a pasar, si no es por eso, estaría en el lugar que ocupa Atanasio, gracias Clotilde.
—Mijo lindo, usted sabe que lo quiero mucho, usted y la Marianita tienen toda la vida por delante, merecen vivir el amor que se tienen. Nunca la abandones, la herida va a sanar, tengo el pellejo duro.
—Gracias, iré a preparar el funeral de mi compadre.

La vida ha llegado a vivir su ritmo normal –Piensa Ernesto- se terminó la huelga y ahora hay que producir para que el patrón se siga llenando los bolsillos. Malo estuvo que Alamiro nos haya pedido a mi y a mi compañero que fuésemos a dejar a Estela, necesito verla aunque sea una vez más. Cada día extraño menos a Mireya. Cada día extraño a Estela, si no me llama, inventaré algo y mañana por la mañana iré a las casas de la administración.

—Lucía, vaya a la sala en donde velan a ese hombre y diga a Ernesto que por favor venga mañana.
—Bien señora.

Mañana me pondré ese perfume antes de ir a Iquique, veré si Ernesto quiere acompañarme, si no quisiera, podría llevarlo igual, ¿Sería justo eso? para mí sería lícito, pero Tito podría sentirse muy mal, y yo podría echar a perder todo ya que no quiero perder a ese hombre. Seis meses, el plazo comenzó a caminar. No hay regreso.

Al funeral asistieron todos los trabajadores de la Oficina con sus familias, de las oficinas aledañas llegaron por cientos aquellos que se presentaron para rendir un homenaje al hombre que dio todo lo que tenía por conservar el triunfo obtenido.

Al día siguiente comenzaron a decolorarse las flores de papel de las coronas y ramos que dejaron los acongojados asistentes. Con el paso de los días tan solo fueron crespones de papel de un blanco desteñido que el viento de las tardes las hace cantar. Quien pase cerca del cementerio oirá ese canto tan solemne y triste como marcha fúnebre o tan alegre como volantín dieciochero elevado por un niño.

El domingo siguiente, Alamiro y Francisco subieron al primer tren rumbo a Iquique, allí le esperaban don Luis y Elías.

—Feliz se ve usted, Alamiro
—Compañeros, valió la pena la pelea que dimos, a pesar del final con la muerte de Atanasio.
—Nosotros pensamos que los militares que enviaron iban a reprimir con mayor fuerza y violencia.
—Yo también pensé lo mismo, pero creo que hay entre ellos quienes tienen más inteligencia, o que el propio gobierno no haya querido que en este instante hubiese habido muertes, ellos tendrán elecciones dentro de poco y eso bien podría complicarlos.
—Son muchos los elementos que se conjugaron a vuestro favor –Dice Don Luis.
—La solidaridad que llegó de tantos lugares del país, nos dio más fuerzas para seguir, eso se sumó a la unidad que logramos en la oficina misma. Compañeros, a propósito de la solidaridad, quisiéramos que el periódico publique una nota de agradecimiento a todos lo que estuvieron con nosotros.
—Tenemos que conversar mucho más del movimiento. Alamiro, la verdad es que el éxito que alcanzaron, aún cuando no obtuvieron todo, es un aliciente a la lucha en todo el país, y de la nota, escríbala usted mismo y Aguirre se la incluirá en el próximo número.
—Compañero, no sea así, no ve que yo apenas sé escribir, ustedes saben que aprendí en el ejercito y otro poco con Arsenio, no, no podría hacerlo bien.
—Alamiro, yo aprendí a leer y escribir trabajando, lo mismo que usted. Elías es hijo de una maestra, él sabe más que nosotros, pero, usted debe aprender y escribir para el periódico, mire que sabe más que muchos acerca de la lucha por un futuro mejor para la clase obrera.
—Nosotros, en el primer pago vamos a sacar algunos centavos para entregarlos al periódico. Compañeros, no sólo he venido a esto, también quiero invitarles a mi casamiento con Marianita, lo realizaremos el último día del próximo carnaval.
—Iríamos de buena gana, pero sabe que tenemos prohibida la entrada a la Oficina.
—Compañeros, esa es una pelea que Ferrnando Gómez también perdió, así que les esperamos.
—Allá estaremos, y cuénteme lo del asesinato de Atanasio.
—Sólo sabemos lo que uno de ellos dijo, qué le habían pagado en Antofagasta, nada más y como huyeron en el tren. Creo que es obra de Gómez, pero, no será fácil probar.
—Veremos con los compañeros de Antofagasta si es posible averiguar algo, pero al parecer será como tanto crimen que se comete y queda impune.
—Compañero, he leído lo que ustedes nos envían. Antes de la huelga pensaba que era propaganda, pero ella me enseñó que uno solo no puede en contra del capitalismo, que se requiere de la unidad de muchos para triunfar, y también he llegado a la conclusión que mientras haya gobiernos que son parte de este sistema, no podremos lograr la Redención de la cual ustedes hablan. Por ello es que deseo ser parte de su partido, he venido a solicitarle que me puedan brindar un lugar en él.
—Alamiro, el Partido Obrero le recibirá con los brazos abiertos.
—Gracias compañeros, trataré de ser a los principios.
—Alairo, queremos que nos represente en la próxima elección municipal. Usted puede representar a la clase en la municipalidad sea como alcalde o regidor. Háganos el honor de representarnos.
—¡No, compañero, soy casi analfabeto!
—Como casi todos los obreros de la pampa. Vamos camarada, atrévase y verá que sabrá actuar como en la Oficina. Al menos píenselo.
—¿Puedo pensarlo?
—Sí, tenemos un par de meses para inscribir la candidatura, imagínese a Fernando Gómez.
—Eso me hace dudarlo, en el sentido de aceptar, no por el temor, sino sólo para verle la cara cuando lo sepa.
—Voy a telegrafiar a Julia para decirle de su ingreso, ella es la responsable del Partido allá.
—Así que la Julita, ¡Qué mujer! Gracias compañeros por aceptarme, Ah, y me casará un cura y con eso no hay discusión posible, sé que el partido es anticlerical, pero Mariana y yo somos católicos.
—Bien Alamiro, no es lo fundamental, lo que es importante es no entregarnos a los dictados de los patrones.
—Entonces, iré a comprar algunas cositas. Nos veremos camaradas.

Nota: El poema los últimos mártires es de Luis Emilio Recabarren

Curiche
Agosto 4, 2007

Texto agregado el 04-08-2007, y leído por 309 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
11-08-2007 Me conoces, Curi, conciente -totalmente conciente - de la trascendencia de la promoción irreversible del movimiento obrero operada por esos hombres y mujeres -espléndidamente sintetizada en la oferta que Recabarren hace a Alamiro en el diario- me quedo como hipnotizada con la vida íntima, con esta tensión protohistórica sostenida por los dos amantes... (¡Qué bien logrado este trabajo de joyero!) ***** vacarey
05-08-2007 No decae el interes la historia sigue de pie.***** tequendama
05-08-2007 Wow, amigazo, usted se botó por la ventana! por eso se merece los mejores comentarios***** Catacumba
05-08-2007 Desde mi punto de vista interpretativo, la muerte de Atanasio ENNOBLECE, REDIME y LIBERA, aleccionando tanto a “los buenos del guión” que dejaron de creer en su lealtad y arrepentimiento, como al “malo del guión” que mandó a matar al líder pero “le salió el tiro por la culata” y el proyectil –matando a Atanasio- destruyó realmente su verdadero objetivo (saciar su sed de venganza, extirpando al dirigente en crecimiento) dejando vivo a Alamiro. Muere quien, de alguna , manera debe morir para que viva el héroe, el líder que necesariamente merece vivir. /En esta genial novela,// de Juan Manuel, el Curiche,// con narraciones de estirpe// y entre guiones de primera// Sucede de esta manera:// la esposa que estaba triste// se vuelve amante feliz// cuando en secreto se trueca// amor apasionado por desliz;// el niño que por trabajo// solamente, a veces juega,// al encontrarse en la huelga// se vuelve hombre necesario;// la mujeres alternan el rosario// con el brío del centinela;// la hija se vuelve madre// por una noche de entrega;// cuando la unión vence el hambre// la muerte se vuelve vida,// el sapo se vuelve gente,// y la puta, para todos conocida// de entrepierna muy caliente,// se vuelve dama valiente// que pone en riesgo su vida.// Humildemente, dentro del alcance de una simple improvisación dedico este poema a Curiche. Al leerlos, cada verso se convertirá en un beso, porque están construidos con la magia del amor. Felicitaciones por tan excelente capítulo***** SorGalim_Plus
04-08-2007 Juanma, dejo como prenda de mi cariño y respeto hacia tus letras, un puñado de tibias y esplendorosas estrellas, llévalas en tus bolsillos!Dos enormes besos. gringuis_
 
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