Estás preparado para abandonar la falsedad, para abandonar el conocimiento prestado e ingresar en tu sabiduría, en tu propia comprensión.
Osho


El árbol creció ahí. Creció sobre su cabeza.
Desde el día en que su conciencia dominó su ser, el árbol comenzó a crecer engrosando su tronco en cada cumpleaños, brotando cada vez con más fuerza sobre su cuero cabelludo.
Recordaba perfectamente las burlas de los compañeros de curso en los recreos, mientras todos los muchachos jugaban fútbol el permanecía en paz, con una leve sonrisa tallada en su armonioso rostro de madera.
Una vez, un muchacho más grande lo molesto tanto que el pequeño niño árbol vio como brotaron sobre su cabeza dos grandes cactus. Nadie más pudo acercarse al matón sin pincharse con las espinas.
A el parecía no importarle nada en absoluto, el simplemente cuidaba y abonaba el árbol sobre su cabeza, y la única persona que le importaba a esa edad, era esa chica de tercero a la que le salían frutillas entre los cabellos; y perfumaba todo el pasillo cuando pasaba con sus cuadernos bajo el brazo.
Y así el niño fue creciendo hasta que su árbol tomo dimensiones grotescas.
Un día mientras paseaba por un parque, se dio vuelta y vio cientos de niños con tierra en la cabeza, que miraban con admiración cada uno de sus brotes. El gran niño árbol comprendió, cerró los ojos y sacudió sus ramas con todas sus fuerzas…
Cientos de rojizas manzanas cayeron sobre la tierra fértil de las pequeñas cabezas. Todos cerraron los ojos y sintieron las raíces incrustándose en sus diminutos cráneos.