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Subo las escaleras ágilmente sin pensar demasiado. Doblo sobre el barandal y camino por el pasillo viendo la luz matinal acomodarse en su piso. Estoy casi atravesando la puerta de nuestra habitación pero me percato de que está entreabierta. Me muevo y me acomodo como la luz bajo mis pies de la mejor forma que puedo para observar lo que esta sucediendo dentro. Mi ojo analiza, recorre y conforme lo va haciendo va planificando las acciones a seguir. Estás tirada en la cama. Estás con la mano sobre el mentón mirando por la ventana. Estás desnuda como nuestra habitación y mirás a lo lejos, como si tu ropa ya hubiese salido por esa ventana nuestra, pero tu pureza que veo por los centímetros abiertos aún dudara. Estas dedicada a la tarea de imaginar y tus pensamientos son como aves migratorias que buscan el sur o quizás algún lugar tranquilo lejos de mí. Me siento sucio al verte porque estás siendo tan vos y yo vestido todavía de mi vida en el trabajo, del colectivo que tomé para llegar hasta acá, del pasillo que recorrí sin pensarte. Estuve fuera de nosotros y ahora estas en nuestra cama de noches eternas averiguando la manera de que continúen. Me siento sucio a la vez, por no tener el valor de entrar y desnudarme con vos y enredarme una vez más, de mantenerme erguido, atento, analítico frente a esta puerta que nos separa más y más. Te inspecciono con mi mente y dejo reposarme sobre tus curvas de fantasía que ya se están yendo. Sabés y yo sé que con solo un pequeño movimiento podría hacer un ruido que te distrajera y que volvieras a mí. Pero no lo deseo y si no tengo chispa original no puedo continuar el fuego. Te observo y los minutos me empiezan a acariciar mientras me recuerdan que aún siguen ahí. Que el tiempo es real y que la división del camino está próxima. Me siento obsceno espiándote de la manera en que lo hago, llenándome de tus sentimientos claros que me dijeron la otra noche con lágrimas que no me fuera. Y vos continuas desnuda como siempre, aún hoy, aún en esta última ocasión diciéndome con tu desnudez que sos transparente, que sos colores primarios frente a este mundo loco en el que vivimos. Y toda vos, ese libro fácil de leer que me dice exactamente lo que quiere decir, me confunde y me anula, me deja a un costado de la ruta esperando y mirando a los autos pasar. La obscenidad crece sobre mi cabeza mientras te acomodas un poco más sobre la cama. Tus manos te acarician y desearía ser yo quien entrara ahora para convertirme en ellas. Desearía desgajarme y quitarme esta ropa de momentos vividos, entrar desnudo en nuestra habitación y resbalarme en nuestra cama, convertirme en color primario a mi vez, en uno solo y simplificarme con vos en una vida supuestamente dulce y satisfactoria. Entonces retraerme y expandirme nuevamente como latido de gigante, y con cada acomodamiento hacerme mas de vos, de programas de prime-time y de fútbol los domingos, de ir a hacer las compras o de lo que sea que te guste. Eso quisiera, eso y más cosas que puedo decir con solo ver sobre mi hombro a ese pasillo en el que no pensé mucho, o a esa escalera que sostuvo mis pensamientos más vulgares, pero no puedo y por sobre todo no quiero deshacerme de mi mismo por amoldarme a la continuidad de lo nuestro.

Te observo amor irte por la ventana en miradas. Te observo como te levantas y das vueltas por la habitación buscando. Tu mente divaga en recuerdos y nostalgias, tu mente que no alcanzo a comprender del todo y que me asegura con sus específicos giros que no sos para nada un color primario. Te observo a la vez que me avergüenzo, y tus ojos andan girando también hasta el infinito. Te encaminas hacia mí, doblas cada tanto el recorrido pero volvés a enfilar. Y a centímetros te detenés frente a la puerta entreabierta que nos separa y de un golpe suavemente furioso la cerrás.

Me sorprendo. Me caigo. Me observo.

Ahí tirado continuo, con la puerta agresivamente cerrada frente a mí. Me podría levantar con el menor esfuerzo, reacomodarme, atravesar hacia la habitación y resolver efectivamente lo que se me presente.

Podría, pero no. Porque todavía no me determino en colores identificables y todavía no se como salvar equilibradamente esa distancia que nos divide.

Podría, pero no. Porque el poder viene del querer, y esa chispa aún no estalló.

Texto agregado el 04-08-2007, y leído por 146 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
15-08-2007 uyyyyy... no será que tenés miedo? qué lindamente escrito está. me dejaste pensando....................................... maritamontesverdes
08-08-2007 Sí, tenés razòn, lo disfrutè, una forma genial de mostrar como algunos dejan todo con tal de no llegar a la rutina. doctora
 
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