Sentir No Sentirse
Hasta entonces, abría los ojos y el mundo le comunicaba que se llamaba Juan, que tenía madre, padre, una carrera universitaria, una novia, amigos, en fin, una vida como cualquier otra.
Pero un día algo falló, se despertó y ya no había cuerpo, como si estuviera anestesiado de pies a cabeza, como si flotara en el vacío pero sin caer, como una partícula perdida en el universo, como una mente sin brazos ni piernas. Sentía que no se sentía y, apoderado por el pánico más desgarrador, gritó, es cierto, no había labios, laringe, cuerdas vocales ni nada, pero gritaba, y fuerte, y escuchaba sus alaridos muy lejanos, como ecos apenas audibles, como exclamados con la mano sobre la boca.
Y allá arriba, Dios, enfurecido con sus colaboradores, corría para todos lados, entre computadoras y televisores, para sanear el error y reproducir de nuevo ante los ojos de Juan esa película, esa ficción, que él ingenuamente llama mundo, con padres, universidad, novia y todo lo demás, en la que sólo él existe.
J.O.O.
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