Después de una noche de sexo –noche, tarde, mañana, mediodía, cualquiera sea- mi cuerpo me hace recordar lo sucedido durante el día siguiente en proporción al éxito del evento. Esta vez parte del buen recordatorio fue durante el concierto de Iaies, un pianista.
Este hecho, el no dormir y el disfrute de recital se mezclaron. Últimamente disfrutar de algunos placeres, especialmente de la música, me parece algo bastante orgásmico, algún tipo de felicidad totalmente inexplicable que llena el alma y los sentidos, algo muy cliché pero cierto.
En medio de un ensueño corrido por la música, alguna escena, no muy complicada claro, parece perfecta: tarde abrigada de relax con alguien simple y hermoso que alimente nuestro espíritu, mientras Iaies toca en el living de nuestra casa, y obviamente no ve nada de lo que una pueda estar haciendo con el “alimentador”. Suspiro, fin de la función, y convicción de que si eso no sucede alguna vez en nuestra vida seremos muy infelices.
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