Su obsesión era ver su pecho terciado por una banda. Incursionó en el fútbol, se perfeccionó, sobornó a representantes y dirigentes hasta conseguir un contrato con River Plate, el equipo de la banda sangre. Ya con ese galardón escarlata en su pecho y luego de tardes soleadas y agridulces, se imaginó que debía representar a un país para que su dicha fuese completa. Se radicó en Perú y esperó lo suficiente para nacionalizarse. Ya en el mítico seleccionado nacional de los del Rimac, con la banda roja sobre su pecho entusiasta, su deseo insatisfecho le provocó una depresión espantosa, por lo que viajó a su país, se hizo partidario del partido del pueblo y como era carismático, fue propuesto como candidato a Presidente de la República. Después de una reñida elección, fue proclamado Primer Mandatario y gobernó unos cuantos meses antes de renunciar. La banda tricolor destellaba en su pecho idealista pero no terciaba sus despóticos sueños. No, no era eso tampoco lo que quería. Algo en su interior le impulsaba a continuar buscando.
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Varios meses después Ana María Ramírez lucía radiante en su traje de noche luego de ser elegida Miss Universo. La blanca banda perlada se curvaba en sus senos señoriales para caer como cascada de nieve que se enlazaba primorosa detrás de su coqueto talle…