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Ya estaba por salir, pero me detuve. Miré hacia atrás y vi todas mis cosas. Todo estaba destruido. Me dio pena, pensé que con ello terminaría con todo mi pasado, pero, tuve una visión, de esas que pasan como una mariposa en verano y vi que solo la muerte podría hacerme olvidar mi pasado, aún así, decidí continuar mi destino.
Caminé con mi saco, maletita y un poco de dinero y me fui al terrapuertos. No sabía hacia dónde ir. Vi a un hombre de mediana edad, bien plantado, elegante, en fin, un hombre de mundo. Me pareció haberle conocido un tiempo atrás. Disculpe señor, pero, ¿nos conocemos?, le dije. El hombre sonrió y dijo que sí, que éramos más que hermanos y que siempre me había recordado. Perdón, le dije nuevamente, pero, ¿quién es usted? ¿Yo?, respondió y agregó: Yo soy lo que ibas a ser tú si no hubieses dudado en tomar el avión que te llevaría a Europa para casarte con esa hermosa mujer que te amaba con toda el alma... Quedé frío, pero, a uno como yo, que jamás le ocurren cosas extrañas, tiene que aprovechar este tipo de oportunidades, sobre todo con alguien demasiado cercano a uno mismo. Hablar con quien pudiera haber sido yo en caso de haber tomado otro rumbo en una parte de su vida, sería toda una revelación…
Antes de saber de él, o sea, de mí mismo, le conté cómo era mi vida. Le dije que había fracasado casi siempre, que todo lo había hecho mal o nunca lo había terminado nada, tal como muchos libros que no leí. Le agregué que jamás me había casado, aunque dicen que soy padre de una niña, la cual, nunca he visto ni llamado; ni ella, ni la madre sabe nada acerca de mi existencia. Le conté que mis padres, es decir, nuestros padres, habían muerto, que nuestros hermanos tenían sus vidas propias y, por mi parte, no deseaba verlos porque era el único que había fracasado en la vida...
Ya lo sé, estoy casi al día en tus vivencias, me dijo. Agregó que su vida era la de corresponsal de viajes, es decir, un escritor de viajes, y que la rubia con quien él se había casado había fallecido producto de una grave enfermedad, que no había tenido hijos pero sí muchas mujeres, y que tenía propiedades en diferentes países, como España, México, París, y, por supuesto, en Amsterdam.
Le pregunté si era feliz. Me dijo que no, que eso fue un sueño de muchachos, que la vida es como un afiche lleno de colores y belleza pero que tan solo lo apreciamos en dos dimensiones, y no en tres, pues jamás será tuya. Me molestó aquella respuesta porque para mí la felicidad existía, que la vida era algo mas que un papel coloreado o impreso, que la vida era aquello que había buscado con total certeza, pues la vida era un aliento. Y en eso, y sólo en eso, tengo certeza, le dije.
Me miró y me dijo que estaba loco. Pero, agregó, sólo los locos pueden sentir esas cosas que me hablas. ¿Eres poeta?, preguntó. Sí, si hermano, así me llaman los que leen los pocos libros que he escrito, aunque no gano un centavo por ello, tan solo propinas y un poco de respeto por uno que otro loco igual que yo. Mi otro yo me dijo que envidiaba mis cerezas, aunque lo veía imposible, pues dudaba, ya que la duda, siempre fue su gran compañera... Nos dimos la mano y apenas nos soltamos, mi otro yo, empezó a esfumarse, como la mismísima niebla que salía del terrapuerto.
Tuve que sentarme luego de esta conversación, no era para menos... Luego, tomé aliento, y caminé un poco y continué caminando hasta llegar a un restaurante, pequeño, con poca gente, pero se apreciaba calor humano. Me decidí a entrar, y entré. Tenía hambre, quizá era ansiedad, suele pasar en personas solitarias como quien escribe. Apenas me senté, vino una señorita y me ofreció cosas para servir. Pedí unos filetes con tallarines. De inmediato, respondió la bella jovencita. La miré cuando se iba, de espaldas, y noté un cuerpo muy bello. Cuando regresó, le pregunté su nombre. Melody, respondió. Gracias, le dije. Sonrió. Yo también. Cuando terminé de comer le pregunté si podría darme su teléfono para conocernos. Me lo dio, casi sin dudar. Gracias le dije, y salí del restaurante muy contento y satisfecho. Ya estaba en la puerta de salida cuando vi un inmenso espejo, mirándome. Me vi cual entero estaba. Yo, era yo, era un hombre más o menos vestido, cabizbajo, de mediana edad, delgado y de ojos tristes, soñadores. Me di lástima. Miré el teléfono de la bella jovencita y lo eché al tacho, y luego, medio amargado, salí rumbo al terrapuertos.
Nuevamente allí, me di cuenta que no sabía adónde ir, y sentí una corazonada de que debería volver a mi vieja casa, que podía comenzar todo de nuevo. ¿¡Todo!?, me grité y pregunté. De pronto, otro hombre totalmente harapiento y que tenía mi cara, era otro de mis yo. Se acercó y me dijo que me estaba buscando. ¿Para qué?, pregunté. Quería decirte que actuaste bien al no dejar a tus padres, y que él, en su decisión, era padre de cinco hijos con dos mujeres diferentes, pero que su vida estaba acabada y alcoholizada, que era un fracaso de cuerpo y de alma, y no porque no haya intentado algo en la vida, sino porque jamás intentó hacer nada, tan solo se dejó llevar por la inercia de las costumbres y conceptos alegres de una vida siempre graciosa, azarosa y ágil. Le respondí que mis padres habían muerto, y que aún no me decidía si empezar mi vida de nuevo o no, que sentía que mi vida tenía que cambiar y que deseaba irme lejos, lejos a otro lugar, pero dudaba y eso me ardía, y retenía en mi decisión. Estaba atado a un sentimiento, como un aviso de la vida a que terminase aquello que muchas veces había iniciado pero no terminado. Hazlo, haz aquello que sientes hacer, sólo así llegarás a ser lo que estás buscando afuera de ti, pues, entiende, todo está dentro, todo, me dijo. Hazlo por mí... Me alargó su huesuda mano y se despidió de mí. Lo mismo, apenas soltamos la mano, se esfumó...
Volví a casa. Entré. Limpié todo de nuevo. Compré una máquina nueva, papel y, empecé a vivir nuevamente... No sé porqué, pero, una estela dorada brillaba en aquella tarde llena de encuentros jamás pensados, pero sí, imaginados... Me sentí contento y supe que mi vida estaba, nuevamente, empezando...


San Isidro, Agosto del 2007

Texto agregado el 02-08-2007, y leído por 743 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
04-08-2007 bonito, un cuento esperanzador en tiempos sin esperanza. eldiablox31
 
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