CAÍDA LIBRE
+ Lo que más lamentaba Sergio era que, durante las visitas, no alcanzaba siquiera a mostrar una mínima mueca de placer o de disgusto. Estaba inválido, incapaz, tullido, sin dolor, sin sentido; sin poder hablar ni moverse. Veía, y también llegaban hasta su cuerpo tenues murmullos de voces humanas pero no distinguía de quién procedían, ni entendía lo que oía. Suponía por la expresión del rostro de sus familiares y amigos que lo visitaban que serían palabras amables y de consuelo y también, seguro y además con razón, censurando su inútil acto de intentar largarse de esta vida, tirándose al patio de su propia casa. Eso, recordaba, era una vergüenza para la familia y en este caso, además de la vergüenza, una obligación de cargar con aquel bulto necesitado de cuidados y atenciones, como era él mismo.
Recordaba pocas cosas de su pasado; su memoria alcanzaba a poco más que a su familia cercana, incluyendo a sus suegros, sus hijos y la madre, esa bestia parda que ahora no se aparta de él pero que le hizo la vida imposible y fue la única causa de su intento; y al viejo Néstor, el portero, que estaba en la cocina de la Visi la del 3º, él con los pantalones por las rodillas y ella con las manos sobre el marco de la puerta y esa visión le impidió preparar el impacto final sobre el terrazo del patio. Quizá hubiera pasado lo mismo, pero ese descubrimiento desarmó todas sus defensas y cayó sin rumbo y sin sentido y posiblemente, en una postura de medio encogido que evitó que se esnucara, que era su primer propósito. Incluso, de pensar en no morir, quizá le hubiese dado tiempo a poner las manos o caer medio en cuclillas, con lo que hubiera roto algunos huesos pero no quedando de esta manera.
También recordaba que antes de tirarse por la ventana echó un vistazo al patio por si había alguien tendiendo ropa o haciendo labores de limpieza. Era por la tarde y con el día triste y oscuro que hacía, seguro que la mayoría de los que estuvieran en casa estaría haciendo algo o viendo la televisión y por tanto, el camino estaba libre. Eso pensaba.
Nada más saltar, lo primero que vio fue a la vecina del 5º, desnuda, en pelota y frente a un espejo girando un aro grande con la cintura. Había oído hablar de aerobic pero no imaginaba que era eso que, de saberlo, se hubiera apuntado al gimnasio. La tía es mucho más hembra desnuda que vestida, ¡no le extraña, ahora, que su marido sea tan celoso!
En el 4º no vio nada y animado con las vistas del 5º no reparó en las cuerdas y ganchos de colgar la ropa y al pasar, dejó algunos jirones de ropa y alguna piel de su propio cuerpo. Sintió como calor al notar el roce pero no notó dolor ni le importó que se le rompieran los pantalones y la camisa. Total se los iban a quitar igual… qué mas daba que estuviera medio vestido o desnudo.
La excitación de ver a la Visi y al portero en acción, disipó cualquier posibilidad de inspección de los pisos 2º y 1º aunque si recuerda que volvió a encontrarse con algún tendal, esta vez con ropa, la misma que se le enredó en la cabeza dejándole sin rumbo y sin vista hasta pegarse el bacatazo final.
No recuerda otros detalles, incluso apenas el bacatazo en el patio que le dejaría inconsciente y del que despertó a los 8 días y que averiguó, por casualidad, en el Hospital de tetrapléjicos de Toledo.
Aquí siempre está su mujer y ahora parece que le prodiga más mimos que durante los 23 años que llevan de casados. Mejor que no estuviera pues, el verla, sólo le trae amargos y tristes días de sufrimiento. A menudo está pensando que “tenía que cortarle la lengua la primera vez que se atrevió a insultarlo, tomándole la delantera”. Y luego hablan de violencia doméstica. Está bien claro que se tiró por no tener cojones a tirarla a ella, que bien merecido se lo tenía. Y lo que más le duele, es no poder contarle a Rufino que su mujer le pone los cuernos con Néstor, ese holgazán, malnacido que nunca está cuando lo necesitas. ¿Cómo va a estar si está ocupado poniendo los cuernos a los vecinos? Y parece incapaz de matar a una mosca. ¡Pa joderlo!
Mayo 2005
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