Te amo, adiós de mi desdén.
Te adoro, eterna soledad.
Te busco, escondida pasión.
Te lloro, las noches en mi almohada.
Tu tumba, eterna cama.
Las rosas que a diario te llevaba,
simbolizan un ya lejano adiós.
Al llorarte te pienso,
al besar tus ropas, te sueño,
al tocar tu nombre te amo,
al revivir tu rostro; te beso.
Soy yo un pobre desgraciado,
esperando la flor de tú perdón;
deseando que a mi regreses,
suplicando encontrarte entre mis brazos.
El ensueño me mira desdichado,
El bosque se apiada de mi.
La luna acude a mi llamado,
las lágrimas no dejan de brotar.
Espero haberte complacido,
llorado y besado suficiente.
No hay hombre que sufra como yo.
No hay rosa que luzca en tu umbral.
Ni estrella que pueda acompañar,
mi pobre y mísero latir.
¡Oh muerte, mi eterna despedida!
¡Oh muerte, quebraste la esperanza!
¡Oh muerte, te llevaste mi afán!
¡Oh muerte, te llevaste mi cielo!
¡Y quiero eterna sombra herida,
que Dios escuche mi lamento!
¡Y quiero efímero destino,
que a mí regrese un día:
El fantasma de su vida!
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