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El sobre blanco, enmarcado con los distintivos colores rojo, blanco y azul que antaño provocaba las emociones contrarias de entusiasmo y angustia por la noticia que no puede esperar el tránsito terrestre, se vislumbraba en el umbral de la puerta entre diversos folletines que anunciaban “grandes ofertas” de pizzas, comida japonesa, medicamentos y un largo etcétera.

La nostalgia provocada por ese sobre lo hizo desechar la práctica de amontonar la papelería y tirarla en el cesto de basura. Su sorpresa fue mayor al sopesar el "vía aérea" cuyo contenido delataba varias hojas. Su nombre escrito a mano, y nada más. Es decir, carente de domicilio, sello postal y remitente. El temblor de manos derivó en el desgarre poco elegante de la misiva misteriosa.

"Mi querido Alex, seguramente no sabes quien te escribe, porque nunca te interesaste en conocer mi caligrafía. No importa, hubo tantas cosas mías que despreciaste que esto no tiene importancia.

Como sigo creyendo que a pesar de toda tu misoginia -ves, aprendí nuevas palabras- eres un hombre inteligente, te darás cuenta que fui yo quien deslizó esta carta bajo tu puerta, porque estoy cerca, muy cerca de ti.

Con esto quiero decir que a pesar del tiempo que ha pasado sigo atenta a tus pasos, Vamos, te veo con frecuencia, y tú a mí, aunque no me reconozcas, a pesar de que hemos estado sentados frente a frente en algún café del rumbo. Tú, tan absorto como siempre en la lectura y yo, todavía clavando la mirada en tus ojos, tratando de descifrar en ellos esa otrora misteriosa tristeza que, sin embargo, con los años delata una opaca decepción.

¿Será acaso que lograste conseguir tu viejo y escondido anhelo de matar todas tus ilusiones?

No lo sé, tal vez no estás tan dañado, pueden ser meras suposiciones. Incluso al contrario, porque la verdad te ves bien sin esas ojeras negras y marcadas que tenías después de hacerme el amor. Bueno para ser precisa, de fornicar, digamos, con deportivo empeño.

¿O tal vez encontraste una zorrita de aquellas que apenas le pones la mano encima ya se está viniendo? Pero no, expresarías algo más de vida, vampiresa si quieres, pero vida. Tu expresión insatisfecha y andar cansino me dice que una de dos, te acuestas, paradojas de la vida mi amado revolucionario de bolsillo, con una beata de mete - saca, y ave María, o simplemente ya no fornicas, porque fui yo y nadie más quien te dejó seco, sin fuerza y semen para derramar.

No sé, mi queridísimo Alex, cómo te sienta la soledad en esa tu casa, con sus comodidades para ti sólo ¿recuerdas tus viejas promesas de compartirla conmigo? porque me enteré de que tu madre, por quien tantas noches de amor me cancelaste, murió recientemente, y tus hijas, por quienes no en pocas ocasiones me cambiaste, ya no están a tu lado. Simplemente te tiraron y dejaron como la caña de azúcar después de chupar su jugo.

Porque así te veo amado Alex, como un desperdicio. Pero no te guardo compasión, sino acaso rabia y coraje, porque mientras las canas te hacen ver interesante, a mí simplemente me hacen más vieja. Tus arrugas, como surcos, expresan experiencia, mientras las líneas que marcan mi cara delatan sufrimiento.

¿Por qué cambiaste mi amantísimo Alex? ¿Fue acaso después de ese episodio de celos en que me sacaste de la fiesta de la oficina porque estaba bailando con el mensajero, y después me llevaste a ese hotel de barriada para instalarme en la cama y salirte a comprar una botella y un bote de chocolate en polvo? Porque aunque no lo creas querido Alex, junto al desconcierto inicial, me sentí honrada porque nadie en mi vida me había celado tanto, ni me celará como tú.

Bueno, reconozco que fue algo ridículo que te hayas espolvoreado el cuerpo de chocolate para hacerme el amor gimiendo, "si quieres aborigen yo soy tu Cuauhtémoc". Pobre de ti Alex, no debí decirte después de venirme "me hiciste el amor como indio: "cortito y con rencor".

Todavía veo tu cara de estupefacción ¿que ideas corrieron por tu alcoholizada cabeza? No sé, pero cuando te apresuraste a bañar y no había agua, y al día siguiente tampoco, y tu carro no funcionó, me compadecí de tu estupidez. Y más después, cuando con olor a mil diablos y los restos de chocolate en tu cara y brazos, saliste a buscar un mecánico. Entonces supiste, comprendiste y te caló, digamos, el lado ladino de este pueblo.

Ja ja ja. Ahí te veo en el mugroso taller esperando a que el mecánico acabara de desayunar y de verme el culo, para dignarse a componer la marcha de tu chevrolito.

No sé, quizás después de ese episodio dejaste de quererme. Te metiste al gimnasio y luego esteroides y testosterona. Como que querías ponerte toro para madrear a todos y a cada uno que me volteara a ver. Pero luego te volviste vanidoso y agresivo, te creíste la única aceituna del martini. Traté de entenderte: quien no tiene y llega a tener, loco se puede volver.

Pero no, ya no tenías remedio. Te fuiste a vivir sólo a un departamento. La necesidad de estar contigo mismo, disfrutar la libertad tan anhelada, eran pretextos. Porque las pocas noches que pasé ahí, sentí y viví la presencia de otra u otras mujeres. Y no fueron solamente las fotografías en tu celular de una rubia desabrida, que por cierto, estabas tan borracho esa noche que nunca te diste cuenta dónde lo dejaste, tú tan cuidadoso en ocultar tus, perdón, chingaderas. Fue el vello púbico rubio en el jabón lo que me hizo sacarte de mi vida.


Pero bueno, mi queridísimo Alex, realmente nunca te desterré de mi cabeza. Te llevo tatuado, y no es metáfora, aquí, encima de las nalgas que te volvían loco. Sí, estúpida que era, me hice marcar tu nombre en árabe, escrito de derecha a izquierda, como no fue tu vida de revolucionario fantoche.

Reclamo póstumo que ahora clama venganza, Porque Alex, mi vida, la idiota que tanto te amó te va a llevar con ella a la eternidad.

No te digo que te cuides, porque no mereces mayor esfuerzo de mi parte. Estoy consciente de que ya no eres el hombre por el que bramé. Acaso un viejo haciendo equilibrio en el filo de la navaja de la senectud. Pero te repito: te odio y te amo como nunca lo he hecho antes ni lo haré después. Tus días están contados. Te quiero y te repudio por siempre.

Por cierto, ahora que ya sabes de quien se trata, quien es tu amorosa remitente, de la última noche que pasamos juntos ¿hace cuantos lustros? engendré (amos) un hijo que tiene el honroso récord de haber pasado los últimos dos en el reclusorio por tráfico de drogas, y que no encuentra más anhelo que, lo siento, partirte la madre. Qué lástima, heredó tus ojos soñadores, pero también tu mala leche".

Terminó de leer la carta. En un acto irreflexivo, y con la misiva en la mano salió de su casa y se dirigió al café de la esquina, donde ella esperaba con un revolver escondido en el doblez de un periódico. En la contra esquina del café, un joven en compañía de dos secuaces, desenfundaba un machete.

Se encontró en medio de la calle, asumió el desconcierto propio de un hombre de edad e instintivamente alzó la mirada. La Luna llena, esplendorosa, era un gran espejo. Creyó ver en ella su reflejo. No le gustó lo que observó.





Texto agregado el 01-08-2007, y leído por 466 visitantes. (23 votos)


Lectores Opinan
28-09-2011 Realmente, me gustò. pampita
04-08-2008 Eres de lo mejor. te felicito. AAAManuelMartinez
21-01-2008 Eres grande...escribes bien dejas pensando...voto por ti... antiqualost
05-01-2008 Muy bueno,muy bueno, de las tres tuyas que he leìdo (asterisco, tiburòn y esta) la que màs me gustò. Lo del chocolate, es cierto, es deternillante o destornillante (que aunque antiacadèmico siempre me ha gustado màs). Còmo no volver a leerte? etta
13-12-2007 me encantó, feliidades silvia sikvia
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