Para “Beethoven” en su día
En honor de tu famoso tocayo,
aunque él no nació en Mayo,
te bautizaron tus padres con brío,
y parece que te metieron en un lío.
La música te gusta de corazón,
pero no eres capaz de emitir ni un son.
Metes la pata hasta el cogote,
tratando de salir airoso a flote.
Abres la boca con estruendosos graznidos,
que asusta a lo pájaros hasta en sus nidos.
Todos los vecinos aterrorizados,
alarmaron a la policía que vinieron armados.
Buscando afanosamente al homicida,
que hizo gritar a alguien por su vida.
Los aullidos, dijo un vecino, son de un loco,
me salvé de un infarto por muy poco.
El ruido es tremendo y poco agradable,
contó el vecino muy amable.
Entró la gendarmería en tropel,
encontrándose ahí con un coronel.
Que brocha en mano se estaba afeitando,
mirándose al espejo de vez en cuando.
De Offenbach “La bella Helena”,
sonaba de su boca cuan ruidosa sirena.
Los sonidos subían y bajaban sin decoro,
pareciéndose a los bramidos de un enfurecido toro.
Los policías con los dedos en los oídos,
ya que no soportaban tan tremendos ruidos.
Se lanzaron en unísono afuera,
gritando ¡Sálvese quien pueda!
Y ahí estaba el pobre Beto,
avergonzado ante tal reto.
Nunca más dijo triste y quejumbroso,
daré un concierto tan hermoso.
Y para levantarte el ánimo rápidamente,
te sugiero lo que hace tiempo está en mi mente.
Que cumplas muchos años en felicidad,
tratando de no cantar en tu vecindad.
Pues si a viejo quieres llegar con señorío,
no cantes más sólo y no te meterás en un lío.
Deja cantar a los barítonos y tenores,
que saben de música con pormenores.
Y deleitan los oídos con fineza,
lanzando los tonos con pureza.
Tú limítate a pagar la entrada,
pasando en el teatro una exquisita velada.
Si Dios no te dio una voz hermosa,
te dio inteligencia entre otra cosa.
Estate conforme con lo que brinda el Destino,
y no sigas “jorobando” a tu vecino.
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