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Inicio / Cuenteros Locales / ereskigal / Mi cadaver Exquisito.

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De repente, desperté. Todos dormían y sólo yo estaba despierto. Las pieles que me abrigaban se habían resbalado hacia un lado, de modo que desperté por el frío; el fuego estaba ya hecho cenizas. Mis hermanos dormían abrazados y la tienda estaba oscura, pero afuera se podía divisar algo de luz que provenía de alguna parte. Sentía que el cuerpo me ardía, por lo que decidí salir a tomar un poco de aire antes de volver a intentar volver a la tierra de los sueños. Salí descalzo y la tierra estaba húmeda pero a través de ella casi podía palpar el calor que emergía de las entrañas de ella. Era de noche y había un silencio absoluto en aquellas tierras que se resistían a la llegada de ese dios de carne y hueso que había muerto en la cruz, pero que había vuelto a la vida. Acá habían otras leyes y bien lo sabíamos todos. Caminé esperando no encontrarme con ningún ánima hombre ni un ánima mujer, incluso no quería percibir a algún espíritu animal, porque dicen que son algo ambivalentes. Ahí estaba yo, afuera de la tienda de mi familia esperando a que el pecho que sentía algo apretado, pudiera por fin recobrarse para volver a arroparme. Esperaba que hubiera algún otro de alguna otra familia despierto, pero no fue así, por lo que mi aburrimiento cobró rápido control sobre la situación, por lo que me decidí a volver con los míos. Para mi sorpresa, al darme vuelta vi que un animal me estaba esperando; me veía directo a los ojos y no pretendía esconderse por saber que yo me había percatado de él. Era un Lobo; de esos grises, con pequeñas pigmentaciones negras que sobresalían en sus hombros. Sus ojos eran amarillos, mientras que sus pupilas eran negras como la noche misma. Tenía un tamaño considerable y sí logró intimidarme; yo no tenía ningún arma a mi alcance, y bien sabía que si gritaba, o si hacia algún movimiento sorpresivo, el animal me podía atacar, por lo que opté por quedarme quieto a ver si el animal decidía irse por cuenta suya. El pecho cada vez me dolía más y más. Lo sentía apretado y en llamas. El lobo no se movía y yo tampoco, pero sentía que perdía la pelea a raíz del dolor que se intensificaba, hasta el punto en que tuve que agacharme para respirar mejor, y así quedar a merced del lobo; este pareció no importarle lo que hacía, y sin embargo, seguía con su mirada puesta en mí. Me costaba respirar y cada vez era más dificultoso poder ver nítidamente. Por fin, me puse de rodillas con una mano en el pecho y otra entre el suelo y el aire, esperando a ese animal que ya creía yo que quería verme como su comida al verme en esas condiciones. Quería gritar por ayuda, pero no podía, era como si el aliento que emanaba de mi estómago se fuera a otra parte cuando pasaba por mi pecho; de pronto, sin darme cuenta, el lobo se fue acercando cada vez más hasta una distancia en que fácilmente podía saltar y agarrarme el cuello, o romperme la cara de un mordisco. Yo a esas alturas ni siquiera podía moverme o hacer algo siquiera, por lo que sólo le rezaba a los dioses que se esconden entre las piedras y los riachuelos que solemos usar para cosas distintas a que me sacara de tal apuro. Al fin, pude ver mi imagen reflejada en los ojos brillantes y a la vez obscuros del lobo que seguía observándome; hasta que de pronto gruñió, mostró los colmillos y se arrojó sobre mi, me tomó por el cuello, desgarró los pequeños huesos que ahí habitan, y yo veía como la sangre brotaba como un pequeño manantial y chorreaba con su fuerza a mi cara y a la piel de aquel lobo que en ese instante me devoraba. Sentía que la vida se me iba poco a poco y podía sentir cada mordisco a pesar de que mi cuello estaba prácticamente destrozado, sentía como mis entrañas eran vaciadas, y a la vez veía como mis tripas caían todas en conjunto sobre la nieve que cubría ese pequeño lugar en donde estaba muriendo. Y todo se hizo silencio y negro.

De repente, desperté. Y sí, no sabía cómo y por qué había despertado, si mi último recuerdo eran las mandíbulas de un lobo rabioso que se comía mis tripas y las regaba por el suelo para que los gusanos se alimentaran. De pronto caí en cuenta que era yo sin ser yo mismo. Era sólo mi consciencia y no sabía por qué ocurría esto. veía todo gris, pero me dí cuenta que era el gris del aire que se volvía blanco con la nieve que empezaba a caer en algún lugar de la tierra. No sentía el dolor que me aquejaba y tampoco sentía dolor por todas las mordidas que me propinó aquel animal. ¿Esto era estar muerto?. De pronto sentía que podía girar aunque no supiera como, y en efecto vi que era como estar mirando el cielo desde más arriba que de la copa de un árbol, y así ví, a lo lejos, muy al fondo, mi cadáver desecho, las manos rasgadas y con grupos de pelos que le logré arrebatar al lobo mientras me defendía; gran logro. Ví como mis ojos seguían abiertos, como mis piernas no tenían ese hueso redondo que me permite flectarlas y también ví como mi ropa se había esfumado, ¡Estaba desnudo!. No tenía estómago y mi cuello también había sido desgarrado casi por completo, sólo había un pequeño trozo de piel que seguía sujeta a mi cabeza, y de no ser por ello, mi cráneo rodaría hasta que tropezara con algún árbol o con alguna criatura deseosa de comer, después de todo era invierno y ya la comida empezaba a ser difícil de conseguir. Sentía miedo por como mi cuerpo estaba sobre un charco de sangre que estaba tornándose negra, pero no porque mi consciencia estuviera fuera de mi cuerpo, al fin y al cabo, los abuelos siempre nos daban la precaución sobre no tratar con gente extraña, porque lo del robo del alma era algo común y de todos los días; nunca pensé que me pudiera ocurrir a mí, pero también creía que todo esto era poco probable de que en realidad ocurriera porque sino ya el brujo me hubiera usado y me hubiera llevado a su reino. Esto debía ser un sueño, pero el dolor fué tan vívido que no podía ser una fantasía mía. ¿Qué hago?, sólo esperar.

De acuerdo, esto claramente no es un sueño, he estado aquí arriba y sigo viendo como mi cuerpo está ahí abajo y todavía nadie se levanta como para gritar y hacer que toda la tribu se espante.
De repente veo como un grupo de lobos se acercan; ¿Intentarán comer los restos?, si ya han hecho suficiente, tampoco veo cómo podré evitar que hagan lo que quieran; a lo mejor me quedo acá como mero observador hasta que nascan los hijos de los hijos de los hijos y la gente que conozco deje de existir. Ahora veo como me lamen estos perros rabiosos y tal vez les sirva para marcar territorio o algo parecido, o a lo mejor es algo sexual, a estas alturas ya da igual. De pronto, observo que algo traen, lo depositan en mis ojos, en en el cuello y en mi estómago que uno de ellos destrozó. Traen plantas, creo, a tal punto que casi cubren las zonas sin cuerpo. Ahora arrastran lo que alguna vez fue mi cuerpo y lo llevan a otro lugar que ya no puedo ver, porque no puedo moverme de donde estoy. Pronto amanecerá y ya casi estoy acostumbrado a mi situación actual. Veo los primeros rayos de luz, tenues, y de pronto, siento que algo o alguien me está cociendo la piel, sientiendola mía de nuevo, trato de girar hacia otro lugar, y con un máximo de esfuerzo lo logro, veo mi cuerpo muerto sobre un pequeño montón de tierra, ensangrentado y con el verde de los pastos que esos animales han puesto sin saber la razón; lo más extraño es que no hay nadie cuidando de mí, pero siento como si alguien zurciera aquellas zonas que están despegadas y que deberían remendarse. El dolor cada vez se siente más agudo y creo que es a medida que los rayos del sol van tocando mi cuerpo, lo están bañando. El dolor vuelve a ser como el que tenía cuando me dolía el pecho por primera vez, sólo que ahora puedo respirar bien y no hay lobos amenazantes frente a mí. De pronto siento que hay una fría ráfaga de aire que me obliga a ir hacia otro lado en mi consciencia. Siento como si todo esto fuera tan irreal, que parece que no soy yo quien está viviendo esto. Veo como mi cuerpo se aleja, y veo que todas las cosas se están alejando para que de un golpe me sumerja sobre una pequeña abertura que hay en un árbol gigantesco. Lo recorro rápidamente sin tener control de lo que hago, hasta que salgo por la raíz de éste y me vuelvo a sumergir en un montículo de hormigas para ir penetrando la tierra y ver las raíces de las plantas y de los árboles que nos dan sus frutos cuando las mujeres recolectan. Recorro distancias inalcanzables y me detengo en una cueva oscura, pero que tiene una pequeña luz que a la vez es cálida como el sol. Me adentro y observo todos los espíritus animales que saben de mi presencia; algunos son sólo rostros de los animales, mientras que otros son figuras de múltiples de ellos, con cabeza de serpiente, pero cuerpo de pez y patas de jabalí. Algunos no tienen pupilas y otros al parecer no son animales, sino que son espíritus de plantas y árboles que son enredaderas que pueden moverse según su voluntad. No sé que es lo que hago aquí y tampoco sé qué quieren ellos de mí, a lo mejor son brujos que se disfrazan de animales y quieren comerme mi alma porque así se hacen más fuertes. "No nos tengas miedo", dice alguno de ellos, atrás, entre los otros espíritus, y para mi sorpresa, es el mismo lobo que se avalanzó sobre mi y el causante de que esté hoy aquí con ellos. "mira la fuente", exclamó y mi visión fué a una pequeña fuente de agua que estaba al centro de todos esos espíritus, el agua estaba clara, pero era profunda y de alguna manera, sabia. Veía mi cuerpo reflejada en ella, y veía como las raíces que provenían de la tierra recobraban mi cuerpo a la vez que las tripas y algunos huesos eran literalmente tragados por la tierra que los eliminaba como si fueran ácido que tuviera en mi cuerpo. "Hemos completado tu iniciación", dijo el lobo, "Ahora el enfermo que antes eras se ha ido. Ahora eres caminante entre los mundos." veía mi cadaver reluciente con la luz del día, veía como la luz se tragaba la oscuridad que había atrás del bosque, y veía como las criaturas que habitaban en ella se escondían porque sabían que había emergido otro iniciado, sabían -no sé cómo- que algo había de diferente en esas tierras, y que ahora había alguien que iba a ser la voz de su pueblo, que curaría a su gente y que traería las almas que se perdían a sus lugares originales. Veía como algunos animales traían pequeños cristalez que ponían sobre mis piernas y como éstas se los tragaban, veía como la briza rozaba mi pelo y mis mejillas, veía mi cadaver exquisito.
De pronto, ví demasiado en la fuente y me mojé el rostro espiritual que poseía; sentí como volvía a mi cuerpo como una chispa eléctrica. traspazando las grietas de la tierra, los pozos naturales de agua, y salía por el prado con nieve hasta volver a mi cuerpo desmembrado y sanado a la vez, volví a habitarlo pero no conseguía abrir los ojos y sentía que todo esto era un sueño, porque sentía que gotas de agua caían por mi frente, lo que a su vez podía ser aquella fuente. En efecto, abrí los ojos y ví como estaba yo tirado en mi lecho con las pieles que se habían resfalado hacia un lado. Grande fué mi decepción al ver que todo mi cuerpo se encontraba en su más normal estado, y esbozé una sonrisa, porque ¿cómo yo?, que sólo era un niño según las reglas del clan, y no un hombre, ¿podía ser un chamán?. Me levanté y ví que todos estaban igual que como los había visto cuando supuestamente me desperté, así que a lo mejor realmente me levanté en la noche, y volví a dormir, soñando aquello. Salí de la tienda y no había nadie todavía en pie. Me puse a hacer fuego de mal humor, y en cuanto éste prendió, me senté y empecé a afilar mi lanza para intentar al menos cazar a algún conejo desprevenido que estuviera rondando por ahí. La punta estaba quebrada y pensando que no podía tener peor suerte, comencé a buscar otra punta para reemplazarla, hincado, enojado y sin poder encontrar algo de mi agrado, me dí por rendido, así que decidí darme vuelta y sentarme, sólo para hacer nada de forma más cómoda, pero al darme vuelta, ahí estaba él: el lobo. Me miraba y yo esperaba a que, o saltara sobre mi para ahora sí matarme, o hablarme como si fuera una persona. Pero no hizo nada de eso, sino que sólo se estiró ante mis aturdidos ojos, abrió la boca, bostezando, mostrándome toda la corrida de dientes a su haber, hundió su hocico en la tierra, y luego lo sacó con fuerza para tirarme un poco de tierra fresca sobre mis pies. Acto seguido se fue hacia el bosque deteniéndose para mirarme.
Vi la tierra sobre mis desnudos pies, la recogí con la mano, y entonces supe que lo que había soñado no era un sueño, sino realidad.

Texto agregado el 30-07-2007, y leído por 140 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-08-2007 Intrigante, tenebroso y surrealista. Me gustó. andrula
02-08-2007 Un relato lleno de surrealismo y suspenso. doctora
 
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