Mi espalda desnuda, se estrecha contra el muro,
como intentando, hacerme uno con la pared.
El sudor que la cubre, se enfría y resbala, pegajoso.
El silencio se torna insoportable.
Mi respiración y mis latidos, cubren de ruido aquella oscuridad que aturde.
Sangre fluyendo,
por mis venas,
olor a humedad flotando en el espacio.
Los músculos rígidos, alerta.
En el ambiente,
tensa calma,
como anticipando una tormenta.
Nada es claro.
No se si son mis ojos los que miran, o tan solo mi imaginación la encargada de crear espectros,
de confusos colores,
que pululan,
que se mueven,
en su eterno intento, de distraerme y confundir mi mente.
¿Confundirla?...¡ja!
Imposible.
Despues de todo, lo único que no es confuso,
es mi propia confusión.
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