¿A que no saben quién está comiendo perdices? ¡El príncipe! Sí, es que se casó hace poquito, con una chica divina, sólo que un poco palidita. También, la pobre acaba de salir de una intoxicación terrible... Tenía un pedazo de manzana envenenada metido en la garganta. Se salvó de milagro, porque el príncipe la zarandeó tanto que entonces lo pudo escupir. Lo que pasa es que el príncipe la encontró en el medio del bosque, dentro de una urna de cristal, ¡qué raro! ¿no? Ahí la pusieron los enanos con los que ella vivía, porque creían que estaba muerta. Sí, ella vivía con siete enanos, pero no vayan a pensar mal, no le quedaba otro remedio, ¡si la bruja esa a toda costa la quería eliminar...! Antes de la manzana ya le mandó una peineta envenenada y no sé qué otras cosas más. Es que son tantas las versiones, que una no sabe quién dice la verdad. Ella se metió nomás ahí, en la casa de los enanos, porque estaba perdida en el bosque, donde la dejó el cazador. Lo que pasó es que el tipo se apiadó de ella, si no estaría muerta y sin corazón. Él le tuvo que llevar a la bruja el corazón de un jabalí, o de un venado, o de no sé qué, porque la muy desgraciada le dijo que mate a la chica y que le lleve su corazón como prueba. ¡Qué asquerosa! Es que no soporta que sea tan linda y de tan chiflada que está ya cree que su espejo le habla y le dice que la chica es la más hermosa del mundo. Claro, antes le decía que la más linda era ella. Dicen que todos los días le preguntaba: espejito, espejito, ¿quién es la más linda del reino? Vos, señora, quién más va a ser... ¡Qué loca! Yo no sé por qué hay madrastras tan malvadas. ¡Ah! ¿No sabían? Esa bruja era la madrastra de la chica. Su papá se murió muy poco después de casarse, así que no supo la joyita que era... Y bueno, el pobre se sentía muy solo, hay que comprenderlo, si se quedó viudo apenas su mujer tuvo la beba. Y la pobre señora, lo buena que era... se la pasaba todo el día bordando y bordando. Dicen que un día que estaba nevando se pinchó un dedo y se le manchó el pañuelito que estaba haciendo, entonces de repente tuvo ganas de tener una hija blanca como la nieve y con los labios rojos como la sangre; fue una idea que se le metió entre ceja y ceja. Será el destino o será pura casualidad, no sé, pero así mismo le salió la bebita. Entonces le puso de nombre Blancanieves. ¿Ya lo sabían? Claro, si los chismes vuelan en este reino.
Andrea Piccardo |