Ecuaciones
El tiempo, esa dimensión aun incomprensible para su intelecto, de nuevo se convirtió de manera obsesiva en un elemento a procesar, cuantificar, dividir, convertir y volver a analizar. Siempre sucedía lo mismo desde que tenia memoria, aunque esta vez, estaba dispuesto a utilizar si era preciso, la teoría de los tres momentos. Vagamente recordaba al profesor Pianetta explicando hasta el cansancio lo que llamaban la zona plástica, elástica e incluso, en que instante se producía la rotura. Eran horas y horas, tratando de convertir a soñadores pichones de arquitectos en prácticos y calculadores pichones de ingenieros. Muchas veces esas mismas teorías las aplicaba a hechos cotidianos e intrascendentes y descubría como asombrosamente coincidían unos con otros. El no tenia la más remota idea, de que a punta de imaginación, había llegado a integrar lo que siempre soñó Einsten: Unir la teoría de la relatividad con la cuántica, en una “teoría del todo”: un verdadero teorema vinculante y universal!
Desperté por el efecto del olor dulzón que se esparcía en el aire. Pasábamos por un inmenso y verde rectángulo, sembrado de saludables cañaverales los cuales eran movidos suavemente por las brisas de Agosto y que daban la apariencia de un pequeño lago verde y sinuoso. Casi de inmediato, percibí otro aroma esta vez cálido y pestilente: eran seguramente los efectos de la empanada rellena de caraotas que hacia un par de horas atrás, cuando salíamos del terminal “La Bandera”, se había comido mi vecina de asiento y quien ahora dormía placidamente una siesta de media mañana, mientras viajábamos a través de los hermosos valles de Aragua…
Caracas, insolar, Agosto 2007.
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