Yo creo en Jesús.
Eso no me hace menos analítica.
Creo en un hombre excepcional, revolucionario, dotado de fuerza intelectual y poder de persuasión.
Ya su historia, está llena de lagunas.
Todo el conocimiento que tenemos de ese hombre llamado Jesús proviene de un libro escrito por autores supuestos, que fue acomodado, arreglado y maquillado varias veces, lo que para mi implica en la pérdida de integridad del mismo; sin contar con la supuesta desaparición de evangelios que cambiarían toda la fe cristiana.
La imagen del Jesús hijo de una virgen impoluta y de un santo como José, un mártir, viviendo toda la vida con una mujer sin tocarla jamás, se me hace tan poco humana… Si El vino como hombre, ¿no debería haber vivido en una familia “normal”, con celos fraternos, infidelidades, menopausia materna y pare de contar…?
Me gusta la imagen del Jesús extraterrestre, pero no me explico que buscarían esos seres del infinito al enviarnos uno de sus miembros a adoctrinarnos. ¿Qué podrían ganar con que nos amemos unos a otros? No me convence.
La imagen del Jesús profeta, nunca me ha dejado siquiera una inquietud. El profeta que prepara el camino al Mesías, que nunca llega, el eterno ausente… No, no me gusta, no me parece que Le sienta bien el no protagonismo.
También podría ser un maestro ascendido en una de sus encarnaciones, respetando nuestro libre albedrío y enseñando con su ejemplo la forma más radical de karma. Dejándonos una sola lección: amar. Y ese amor sería algo como ponerse los zapatos del hermano de al lado, permitiendo así que nuestros pies suden, se llenen de callos o llagas, según el caso. Y siempre dejándonos una puerta abierta para la rectificación, pero con la certeza de que los errores se pagan, aunque no en la misma moneda. Ese sería el Jesús hermano, porque somos hijos de un padre común. Pero nuestro padre estaría compuesto de la energía primitiva, intrínseca en la composición hasta de los átomos, el chi; explicando así su omnipresencia, omnipotencia y omnisciencia y nuestra hermandad, por que de esta energía también están formados los espíritus, pero de una forma menos pura.
Yo creo en Jesús.
Y sí, yo como carne en semana santa. Y me condenaré por lo que de mi boca salga y no por lo que en ella entre; y, si mis palabras me llevan a eso, tendré infinitas oportunidades de aprender lo correcto, de hacer lo correcto, de sentir lo correcto.
Creo en mi Jesús particular, a quien busqué en el sitio indicado, en el lugar adecuado: mi corazón.
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