Algo rodeaba el calabozo donde se encontraba, los buitres cada vez volaban más bajo; tal vez sería el olor a muerte que se sentía en la atmósfera. Pero no eran solo buitres, mariposas negras revoloteaban en el lugar, parecía que trataran de escapar, pero no lo hacia, en cambio, hacían volar las cenizas de lo poco que le quedaba. Miró a su alrededor y vio todo igual, aunque la puerta estaba abierta, ¡Qué! ¿La puerta estaba abierta? Y al igual que las mariposas se acercó a ella, imaginando que pasaría si escapaba, pero sintió que el riesgo era muy grande, por lo tanto, dio la espalda, caminó al centro de su cárcel, y, de nuevo, se quedó allí, en medio de los restos de su alma. |