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ELLA
Empujé la puerta de hierro del pequeño cementerio y a los pocos segundos me encontraba al pie de la tumba de mi viejo amigo Alfredo. La lluvia caía con fuerza insistente, casi torrencial y mis pies embarrados estaban sumergidos hasta los tobillos. Sin dilación saqué la herramienta, profané la sepultura y fácilmente abrí el sencillo féretro. Acto seguido cercené la cabeza de mi amigo y la deposité sobre la losa. Extraje el frasco de ácido de mi bolsillo y lo vertí sobre ella viendo como ante mis ojos desaparecía todo resto piloso, dérmico y óseo. Ver el túmulo profanado y el féretro abierto junto con el olor a ácido hizo que mi espíritu se invadiera de tiernos recuerdos ¡Qué terrible final el de mi amigo Alfredo! ¡Qué inconmensurable sufrimiento! ¡Susi! ¡Oh, Susi! Ella fue tu placer y tu dolor. Nostálgico y abrumado por tristes recuerdos me encaminé hasta la salida y allí permanecí, bajo la intensa lluvia, con el firme propósito de no moverme hasta volver a verla. Verla a Ella ¡Oh, Susi!
Recuerdo mi último encuentro con Alfredo. Aquel año los miembros del CAT (Club de Amigos de Torquemada) nos reunimos en Valencia y por falta de presupuesto compartíamos sala con una convención de gerontonecrofílicos. Al término de la primera jornada fuimos a relajarnos a una feria instalada en Campanar y entramos en “El Pasaje del Terror”. Allí, torpemente disfrazado de Norman Bates encontré a mi amigo¿Cómo es posible? El asesino más despiadado y virtuoso que han conocido los tiempos postrado patéticamente sobre una silla eléctrica al pie de unas escaleras de cartón piedra. Enseguida me reconoció y después de que su madre invadiera su carne y su mente e intentara apuñalarnos a todos de manera (debo decirlo) casi cómica, me rezagué del grupo y me volví presuroso a interesarme por su lamentable estado. Entonces me relató su terrible historia”: Conocí a Susi en la puerta de la discoteca Galaxia. Ambos observábamos como iban apilando los cadáveres sobre la acera después del terrible incendio. Era tal la pasión con la que observaba que llegué a preguntarme si no sería ella la culpable. Al punto me enamoré perdidamente y a las dos semanas nos casamos por la iglesia. Dos años después, una noche de primavera, intenté besarla mientras, hombro con hombro, arrastrábamos un pesado cadáver de La Matanza del Balneario, de la cual fuimos autores, y ella retiró la cara forzadamente ¿Qué te pasa? Le pregunté nervioso y asustado de la respuesta pues hacía unas semanas que lo nuestro se había enfriado bastante.” Nada” me contestó lacónica. Pero yo insistí y por fin le arranqué la verdad. ¿Quién es el otro? Le pregunté bruscamente. “Manuel Gómez” ¡Manuel Gómez! Grité fuera de mí. Ese cretino que se parece a Charles Manson. Bajó la vista culpable y casi en un susurro dijo “Sabes que es mi ídolo”. Ahí empezó mi calvario. ¡Oh Susi! ¡Amor mío! Gemí, supliqué, imploré. Todo fue inútil. Desesperado me hice la cirugía estética y me convertí en El Jarabo, el famoso asesino madrileño. Así, una noche la asalté al llegar a casa. Al principio vi como la sorpresa iluminaba su rostro y un rayo de esperanza atravesó mi corazón, pero mi cirujano era demasiado barato y me reconoció enseguida ¡Eres tu, imbécil! Me espetó. Humillado me alejé a la carrera mientras mi desesperación iba en aumento. La perdía. La perdía para siempre. ¡Oh, Susi! Volé a Nueva York y conseguí ser atendido por el mejor cirujano del mundo. Dos meses más tarde volví a hacerme el encontradizo. El horror se reflejó en mi cara al ver que no reconoció en mi la viva estampa del Estrangulador de Boston. Altiva y orgullosa hizo oídos sordos a mis obscenas proposiciones y se perdió entre el gentío. “Solo me queda una opción” pensé. Con un amargo sentimiento de dolor, de injusticia y de fracaso volé de nuevo a Nueva York y a mi regreso era la viva imagen de Charles Manson dos días después de asesinar a Sharon Tate. Desde el paseo de la playa los vi en el restaurante y con audacia y coraje entré y sin mediar palabra me senté en su mesa. El miserable de Gómez se había arreglado el pelo y dejado la barba más larga. No puedo negar que su parecido con Manson era asombroso, pero yo no era parecido, yo era más Manson que Manson mismo. Era su vivo retrato para siempre. Pero me ultrajó y me despreció. Perdí mi dignidad, mi fuerza y mis ganas de vivir. De nada sirve vivir ni morir si no es con Susi. ¡Oh, Susi. ! ¡Amor mío!
Vuelto a ser Alfredo su cara había quedado monstruosamente deformada. Me hizo jurarle que, aquel rostro infame que era el suyo, aquel vehículo a través del cual perdió la estima y la dignidad sería destruido por mis manos a su muerte. En su entierro conocí a Susi. ¡Oh, Susi! ¡Adorable ser!. Hoy, en el aniversario de su muerte he cumplido mi palabra y espero ansioso que aparezca ella. Ruego que se acuerde de Alfredo y esto me permita volver a verla. Unas horas más tarde, cuando mi cuerpo insensible recibía el agua como la caricia de la muerte, apareció un enorme coche negro. El chofer abrió la puerta de atrás y apareció ella. ¡Oh, Susi! Se acercó a la verja bajo su paraguas negro y la abordé impaciente por oír su voz. ¿Es usted amiga de Alfredo? Si, su ex-mujer. Me contestó con su voz de Angel. Le ruego que no se acerque, han profanado su sepultura. ¡Valla! A él le hubiera encantado verlo. Dijo. Entonces me miró resueltamente durante un buen rato y por fin me habló: ¿No ha traído coche? Permítame que le lleve ¿Le parece si tomamos un café? Una vez acomodados en su limousina me sonrió y me dijo”: su cara me resulta familiar. No se...... Me encuentro relajada a su lado. ¿Nos conocemos?. Estoy seguro que no. Yo no la habría olvidado. Le dije seductor. Pero yo también he perdido mi dignidad y no me importa. Solo quiero estar a su lado. ¡Oh, Susi! ¡Adorada! Me costó convencer a Manson para que me mandara una foto suya actual. El cirujano hizo un buen trabajo........


Texto agregado el 27-07-2007, y leído por 95 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
27-07-2007 Muy interesante y divertido, sobre todo divertido. Personalmente cambiaría el Susi, por Susana, encaja más con el cuento y le da fuerza, pero es tu texto y yá. Un saludo marxtuein
27-07-2007 Què lìo! mezcla de terror y buen humor con cierta dosis de ironìa, muy bien! doctora
 
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