Alondra Sabe Nadar
Arrojada por su amor, aventada a un río contra su voluntad, Alondra lloraba.
Perdidamente enamorada, Alondra se dejaba llevar por la corriente. Con tal de disfrutar de sus perturbadoras emociones, se dejaba llevar por la corriente, sintiendo la frialdad del agua colársele entre las plumas, precipitándola hasta el fondo del torrentoso río de su destino, repitiéndose mentalmente “las aves no saben nadar”.
Se dejaba llevar por la corriente, se dejaba morir, se dejaba ahogar por las cristalinas aguas de su agonía, viendo pasar el tiempo frente a sus ojos, sintiendo la brisa aletear a su alrededor. Se sentía sola, se sentía abandonada y cruelmente herida.
A medida que el dolor se agolpaba en su pecho, su cuerpo se volvía más pesado y difícil de manejar, no temía por la cercanía de su final, sólo temía dejar de sentir, le aterraba la idea de que la calidez de su corazón la abandonase. Quería vivir... quería sentir.
Entonces lo escuchó: la brisa le cantaba, la brisa la arrullaba y la invitaba a acompañarla con su canto. Alondra, temerosa, dejó escapar un par de notas, las sintió vibrar en su garganta, las sintió juguetear en su pecho y entonces comprendió, perdió su temor y cantó, cantó como nunca antes lo había hecho. No eran sólo sus cuerdas vocales liberando melodiosos sonidos, era su pecho liberándose del martirio, creando arte con su dolor.
A medida que cantaba, sus penas se liberaban, aliviando su pecho y aligerando su cuerpo. Se sintió ágil. Levantó sus alas y la brisa las secó, animándola a alzar su vuelo nuevamente. Y alegre por fin, Alondra batió sus alas y comenzó a volar, la brisa le envolvía y jugueteaba con sus plumas.
Alondra nadaba, nadaba libre entre las nubes, braceando en el azul profundo de su cielo. Alondra vivía... Alondra sentía.
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espero que no lo concideres una ofensa Mariposa, no es esa mi intención.
dedicado a mi brisa, que hoy me ayudó a cantar y liberar mi dolor
te quiero |