Yawar Wanca, nacido en el Tambo de los Wancas, su niñez la paso rodeado de animales domésticos, cultivando la tierra junto a su padre, su madre le proveyó de dulzuras mil, ya en su adolescencia sirvió en los Ejércitos de los Wancas, conquistando muchos lugares del centro de los 4 suyos, enchapó sus paredes de Oro y Plata, lleno sus Ollas de tesoros mil para deleite de su bella Madre.

Se dice que, allá en el apogeo del emperador Inca Tupac Yupanqui, cuando las guerras aquellas de conquista eran extremadamente sangrientas, vivió un portentoso ser, mitad Dios, y mitad hombre, poseía una asombrosa musculatura, producto de tallar las inmensas rocas y edificar excepcionales paredes.

Yawar Wanca, de excepcional belleza, sonrisa brillante, ojos penetrantes, tórax poderoso, piernas agiles y veloces, tanto como el viento, saltó como un rayo al ver aproximarse a un inmenso puma que se lanzaba hacia una niña, que bebía muy sedienta de las aguas del Rio Mantaro, centímetros antes de que la bestia cogiera a su presa por la nuca, Yawar, coge en pleno salto al felino por la espalda, sujetándolo fuertemente con sus poderosos brazos y cayendo con su terrible enemiga estrepitosamente a un costado de la niña, librándose una formidable batalla entre hombre y fiera.

Yawar daba sendos golpes al rostro del felino, este a su vez, arrancaba la piel de su enemigo inesperado, rasgándole en pleno abdomen y quitándole un pedazo de piel, la sangre brotaba a chorros de la herida de Yawar, sin embargo en plena fiebre el combate obviaba esta afrenta y con esfuerzos sobre humanos trataba de neutralizar al animal que seguía hiriéndolo a cada segundo mas y mas, hasta que este, tomó ambos lados de las fauces formidables del felino y con todas las fuerzas que le permitían sus poderosos bíceps hizo crepitar sonoramente los huesos de la mandibula del animal que se rompieron irremediablemente desde sus origen hasta el cuello, fue espantoso ver, como el animal se retorcía de dolor y agonizaba sus últimos segundos de vida, Yawar compasivo ante el sufrimiento del digno enemigo, apuñalo en pleno corazón del animal para desangrarlo y halle muerte inmediata el felino, al notar el ultimo suspiro, cogió la hermosa cabeza de tan feroz animal ya muerto entre sus manos, lo observo con ternura infinita y dio gracias a Wiracocha por tan formidable victoria, se aseguro que la niña este salvo guiándola hasta un lugar seguro cerca mío, alejándose velozmente, perdiéndose en la lejanía de los cerros y campo, corría cual chasqui y sumergirse en el horizonte, he ahí al grandioso Yawar Wanca, matador de bestias.