Nicasio sorbe el mate largo, aburrido. El mate largo, él aburrido. Escupe el palito de yerba que se le ha filtrado por la bombilla y se rasca la oreja por puro hábito, no porque le pique. Porque cuando a uno le pica la oreja es porque se va a recibir plata, pero como el nunca tuvo dinero, solamente se rasca la oreja por hábito. ¿O era la nariz que le tenía que picar para recibir guita? Bueno, es lo mismo. A él no le pica la nariz ni tiene tarasca.
Él solo tiene un perro flaco que se rasca todo el tiempo, de puro pulgoso que es, porque plata nunca le trajo. Es flaco de haragán nomás. Come todo el día pero le da fatiga engordar.
Nicasio tiene un amigo que siempre cae cuando el mate esta lavado. Nunca trae biscochitos para el mate, pero amaga con que mañana traerá torta-fritas. Se quedan largos ratos sin hablarse, pero cuando se hablan nunca están de acuerdo.
Y en medio de la discusión, a Nicasio se le vuelca un chorro de agua caliente sobre la mano. Inmediatamente, lo que tarda la sinapsis de la neurona, emite un insulto “¡Me cago en la mierda!” Sin esperar demasiado y sin compadecerse de su amigo el otro le responde “No seamos redundantes querido Nicasio… si se caga seguro que lo que caga es mierda” Y mas caliente que el agua que le ampollo la mano, él responde “¡No soy redundante carajo! Lo que quiero decir es que me cago dos veces en la desgracia. Y no me pida que cambie el contenido de la exclamación, porque la palabra “mierda” queda lindo. Como diría el Prócer “Mierda es una palabra irremplazable y el secreto de su contextura física esta en la erré…”
Dicho esto, los dos se paran, se irgue el perro y los tres bajan la cabeza. ¡Que lo parió!

Humilde homenaje al Negro, que seguro, estará contando cuentos en el cielo