Una quietud escalofriante recorre mi espalda. El viento golpea mi ventana, y yo pensando si las palabras que él alguna vez dijo podrían llegar a ser ciertas.
Lo sé, la paz ha inundado desde hace noches mi almohada, pero puede ser que la comodidad de esta vida me adormezca y empañe mi reflejo.
No sé bien de que hablo, sólo siento ganas de golpear este teclado, como gritándote, como aullando, como pidiendo ayuda. No es fácil emprender camino si crees que ya lo has caminado… pero no tengo ganas de caminar, tengo ganas de correr, de escupir con fuerza.
Me siento tan llena que por lo mismo estoy vacía. Quiero dar muchas cosas, quiero entregar tanto. Sólo unos pocos, que ya conozco, quieren recibirlo.
Me estremece tu ausencia, galán de cortesía remota, filósofo de piedras internas. ¿Es que a caso de verdad existes? Perfectamente fuiste uno de mis delirium tremens producto de la abstinencia amorosa. ¿De que hablo cuando hablo de ti? Eso es lo inquietante, lo insípido, incoloro, inocuo: no sé quien eres. Bien podrías ser un arquetipo de personalidad innata parecido al terciopelo con textura escarlata que habla y habla y no para de adivinar lo que siento: tú más que yo pareces ser espejo.
Paradigma de versos y filosofías orientales, hip hop y marihuana fina: te dije la otra noche que estaría pensando en ti (quería escribir lo que siento, y terminé tallando los retazos que recuerdo de tu figura).
a S.E |