El tejedor
Todas las noches escribe, teje y deshace palabras, unodos, unodos, unodos, un derecho y un revés. Espera algo, aunque no sabe qué. Huye de la monotonía, así es su vida, una repetición que emprende, sin falta, a las doce de noche…
Coge un cuaderno, pastas imitación mezclilla, de cuadrícula. Entre ecuaciones de factorización y química escribe sus notas personales, pensamientos e historias.
Power. On/off. La pantalla se ilumina: rostros, imágenes que imitan, siempre imitan y hablan de utopías y sueños, siempre sueños. Juegos.
Cuerpos aburridos de sí mismos, enajenados, fuera de sí, por ser otros, queriendo traspasar espejos. Ambicionándolo todo.
Sentado en el sillón con su rito: unodos, unodos, unodos, un derecho y un revés, pausa. De repente suspende su labor; descruza las piernas, se agacha un poco, agarra un vaso de agua, previamente puesto en el suelo, y bebe lentamente un trago. Automáticamente regresa a su posición inicial. Reanuda el tejido.
Se oyen voces —estrictas y llenas de órdenes—:
¡Duérmete. Ya es hora. Hay gente que tiene que trabajar temprano. Apaga todo. Bájale al volumen!
—Otras de llenas de tentación—:
¡Llámame. Te sientes solo. Estoy par ti. Yo sí te escucho!; ¡Cambia ya tu cuerpo. Muta al instante. Llama ahora. Llama ya!
Se detiene nuevamente, descruza piernas, se levanta del sillón. A continuación se acuesta en el suelo. Empieza con el esfuerzo corporal: trescientas abdominales, cuatro series de sesenta repeticiones… maquinalmente vuelve a su lienzo, a su danza frenética: unodos, unodos, unodos, un derecho y un revés…
Todos los días trasnochado… permanece y cree escépticamente, que ha de ocurrir alguna cosa fenomenal, —por lo general no ocurre nada fuera de…—.
Power. On/off. Se disipa la luz, su entorno; las voces, las imágenes y él. |