UN DÍA CUALQUIERA
Un día cualquiera descubrí que había crecido. No esperé que nadie me cebara mate y ahí empecé yo sola a calentar la pava y tomarme unos espantosos mates. No por lo amargos sino por lo ...asquerosos. Nunca aprendí a cebar mate, pero creo que de a poco fui aprendiendo a estar sola.
Un día me dí cuenta que me gustaba caminar mirando el paisaje. Otro día descubrí que extrañar, tiene su belleza. Pero un día y esto no se si les pasa a otros, descubrí que necesitaba estar sola para sentir.
Me asusté una noche. Quise meditar y solo sentir, sin pensar. Pero noté que no se sentir sin palabras. Noté que necesitaba de la soledad para aclarar que pasa conmigo que no puedo sentir sin extrañar, sin olvidar, sin amar. En definitiva, no puedo sentir sin palabras.
No estoy sola existencialmente. Estoy sola de amigos, gracias a Dios, alguien me acompaña. Pero es sabio, sabe cuando apartarse y dejar respirar. Entonces, me puedo dar el lujo de coquetear con esa soledad tenue, que parece esa llovizna sureña que no me deja.
Quizás hasta descubra aquí donde quedaron mis sueños, mis ilusiones y donde quedo mi risa cotidiana. Algunos amigos saben que me río con ganas. Pero me falta esa risa habitual, que brota natural de las cosas mas chicas. Me falta la sonrisa para sobrellevar algunas carencias, algunas faltas. Y en soledad, pienso donde quedaron mis ganas de actuar, de ser diseñadora, de ser dibujante, de pintar cuadros. Donde quedo la agilidad que tuve una vez y que ya no tengo. Necesito saber saber que pasó conmigo. Que cosas me atravesaron para dejarme esta sensación de vacío, de agujero en el medio del estómago, de angustia y de culpa.
Un día cualquiera, si le doy oportunidad al tiempo, quizás me despierte sonriendo y viendo la vida como es: oportuna y bella.
Un día cualquiera quizás me despierte siendo, sin esfuerzos, feliz.
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