"Me queda un tres."
Vamos a ver ni siquiera estoy seguro de esto pero creo que el número empezaba por tres. En Italia todos las cifras que empiezan por tres representan algo importante, como en su tiempo lo fueron los Triunviratos. El primero fue el formado por Craso, Cesar, Pompeyo; y el segundo estuvo compuesto por Octavio Antonio y Lépido. Claro está que al final siempre acababa por predominar el “uno”, es decir un “Triunviro”. En un primer caso resultó ser César, y en el segundo Octavio. Por cierto, mi Triunvirato favorito de la Italia actual lo componen tres ciudades: Roma, Florencia y Venecia. Aunque, acaso el número que busco sea el dos: Rómulo y Remo, ¿fundadores de Roma? No. Empezaba por tres, de eso estoy seguro. Consulté a información y me aseguraron… Me aseguraron… Claro que lo más difícil consiste en recuperar cuáles eran los siguientes números y la cifra era tan… descorazonadoramente larga. Veamos, después le seguía ¿otro tres? 33 y luego un cero 330 y luego un tres ¿3303…? O era un cuatro:¿3304? ¡Vaya! Entonces ya tenemos un cuarteto: Roma Florencia Venecia y Milán o… ¿Génova?. ¿Qué poner? ¡Qué! ¿Por cuál decantarme? El caso es que saben ¡borré su número! Y estoy cansado. Estoy perdiendo la razón y ella no vuelve. Dime algo chica... ¡Dime algo! Tranquilidad. Quizá lo mejor sea empezar por el final y como si fuera una cinta cinematográfica rebobinar. Sí rebobinemos, recuperemos el tiempo.
A ver… Estoy sentado con ella en la Plaza elíptica un día antes de que suceda. El caso es que yo no sé que ella se va… o se vaya a marchar. Y lo vaya a hacer, es decir, abandonarme. No. Por alguna secreta razón prefiere no decírmelo. Pero vamos al grano. Hace un día gris. Una tarde gris aunque tranquila. Es decir, no sopla una brizna de viento y la gente está en sus respectivos trabajos. ¡Dios! Si hasta parece que todo el mundo esté dando el callo menos nosotros. Hay como una tranquilidad soporífera en el ambiente, una especie de calma caníbal que lo devora todo. Y aquí, bajo mis pies, están ellas, mis queridas, sí. Las mismas palomas que después encontré en Roma cuando la busqué. Pero no. Todavía no anticipemos. Luego ella y yo nos trasladamos a mi piso. Y es ella quien me lo pide pese a que yo le digo: “Sólo son las cinco y media de la tarde” y a continuación le pregunto “¿Qué se puede hacer a las cinco y media de la tarde un jueves?” Ella me mira de forma extraña, sin hablar, y no hace falta decir más, lo ha dicho todo...
La siguiente secuencia ocurre después de hacer el amor: Ella llora. Por qué lo hace. ¿Es una forma de expresión para demostrar alegría o satisfacción? No lo sé ¡y ya nunca lo sabré! ¡Menuda desgracia! El caso es que ahora no recuerdo el dichoso número. El que me dio dos días después cuando me llamó casi llorando y me repitió que me quería y todas esas santas patrañas. Como cada día vuelvo a estar sentado en la Plaza elíptica esperándola. Pero ahora ya hay siete meses entre todo lo sucedido y… No, ¡Que no aparece la muy…! Doy un trago más mientras la espuma de la botella barbotea en mi perilla, o son greñas. ¿Son greñas? ¡Greñas coño! Sí me lo dijo mi hermano. “¡Chico, tú vas por mal camino!” Y ahora, aparte del aguacero que ha empezado a caer y los recuerdos frustrados y la barra de pan que se reblandece con la lluvia ¿qué tengo? Ya, claro ¡el tres! Ja… Sí, porque ¿no fue durante la tercera llamada cuando ella me prometió que regresaría y que me quería tantísimo que formaríamos eso que llaman hogar? Si hasta sonrió. Verán. Yo escuché… escuché, aunque no pueda escucharse claramente, su sonrisa al otro lado del cable. ¿Y por qué te vas? Le pregunté. Por supuesto ni ella misma lo sabía. Ni yo lo sé. Y mira que le insistí: ¡Vuelve! Vuelve y tendremos los tres críos que tanto deseabas. Tenderemos ese triunvirato. “No. Imposible, me maltratarás,” fue su respuesta. ¿Cómo saber que al final, en un arrebato de irá estúpida iba a borrar su número? Y ahora sólo me queda de ella… ¿Qué que me queda? ¡Pues me queda un tres!
José Fernández del Vallado. Josef.
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