En una noche de otros tiempos fui una mariposa que revoloteaba campos sembrados de esperanza e ilusiones, campanillas rozaban mi lira creando melodías que hacían al dios de los vientos danzar. Una suave brisa comenzaba a mover mis alas hacía parajes injustamente olvidados por aquellos bárbaros que decían llevar en sus naves el progreso a la sociedad.
Mas el canto de la Musa supo guiar mi vuelo y una mañana amanecí en las doradas arenas de la playa de Ilión. Ya la ciudad ardía en llamas, apenas quedaban restos del palacio de Príamo, el caballo del engaño redujo todo a cenizas. Poco pude disfrutar de su esplendoroso pasado que años más tarde gracias a Homero conseguí recrear en mi mente.
Decidí retomar mi viaje y fue entonces cuando un joven Eneas me convirtió en su mascota y confidente. Junto a él viví mil aventuras hasta llegar al destino soñado, asistí con los gemelos amamantados por la loba a la fundación de una nueva ciudad, Roma, la urbs, la ciudad eterna. Vi como su corazón cambiaba de dueño; reyes, cónsules convertidos después en dictadores y por último llegaron Augusto y sus sucesores. Roma, cuna de grandes políticos, oradores, arquitectos, poetas y sobretodo cuna de nuestra lengua.
Llegó el día en el que decidí volver a mi presente y dar testimonio de todo, siguiendo el modelo de aquellas Metamorfosis de Ovidio decidí transformarme en lo que ahora soy, revivir todas aquellas aventuras en los libros con cuyos protagonistas compartí veladas de insomnio y dedicarme a difundir la cultura latina a todos aquellos que quisieran dar un toque clásico a su cibernética vida.
Cual fue mi sorpresa al despertar y comprobar que parte de mi memoria se había quedado en aquel cuerpo de mariposa, me levanté aturdida y pude reconocer los bosques germanos en los que Varo perdió sus legiones, y así estaba yo, perdida, desorientada, buscando de nuevo a mi Musa que poco a poco me va alejando de las voces encantadas de las náyades. |