Tesoros ocultos en tus ojos perdidos,
señales ausentes de la miseria vivida.
El sol se hace infierno
mientras el misterio de tus labios se vuelve arena.

Danzas entre las colinas marchitas
moviendo cascabeles con tus dedos ocultos.
Mis caderas retratan haciendo un camello perdido conjuntamente con el vientre ausente.

El Nilo en las sombras,
la piel canela echa piedra nuevamente,
tal vez los signos se han vuelto
augurios reprimidos de un horizonte lejano
que conocimos en las noches estrellas
de un desierto olvidado.

Chinchines en los manantiales divisados por nuestros ojos resuenan sin descanso.
La piel lleva olor a miseria y misterioso sudor de antaño.
El sol reseca mis labios mientras mis manos son atadas por tus cabellos grises.
Recuerdos olvidados de un misterio indomable
que cala huesos y roe sentidos
como si fuera un ácido emigrante.

Esculpes la tierra con tus pupilas azules
y me das vida girando en tus pies,
mi ombligo se hace serpiente sinuosa
en los ríos de tu ciudad nativa.

Despertar entre paredes austeras de pasión
hace mi alma cada vez que surge el son de tamil.
Los brazos forman compleja comunión con tu mirar distante,
me hipnotiza tu caminar
y te seduzco con mis piernas enlazadas al viento.
Mis vestidos ondean cada vez más tus cimientos,
caderas arriba mientras contemplo tu espera.
Dime cómo envolverte una vez más.
Dime cómo bailar entre tu vientre y el suelo.

Seré tu sirvienta si me lo pides,
seré tu látigo si así lo deseas.
Seré tormenta en tu mañanas,
seré olvido en tus noches vacías.

Hay veces que el cuerpo pide más veneno y no lo puedes dar.
Bésame mientras entierras tu puñal en mi vientre.
Seré tu miseria en este misterio,
Serás mi misterio en esta miseria.

Camino entre tus pasos,
buscando quizás estrofas ocultas de una canción milenaria.
Quiebro mi espalda para mirar la luna más completamente en esta danza macabra.
A veces eres parte de mis hombros,
ondulantes péndulos que te buscan en las noches.
Abrir y cerrar puertas en tu silencio,
tocar panderos omitidos de esta naufragio.

Tus manos seducen mi cintura
con sólo observarla en la tormenta de luna menguante,
monedas entre mis pechos descifran los movimientos
que seguirán al besarte entre cortinas de viento y arena.

Camino nuevamente entre serpientes
y brazas que renacen con el frío de la tarde.
Seré una sierva de tus deseos si así lo desean los astros.
Seré misterio en las dunas de tu piel,
serás piel entre mis dunas plateadas.

Ya todo se vuelve viento, sonidos de vientos disolutos.
Mueve la tierra con tus puños,
abre el sol con un dedo
y guarda mis labios en tus bolsillos.
Escruta el silencio buscándome en la tormenta.
Siempre seré una mendigo,
siempre serás mi dulce castigo,
el pan que recibe el vino
y el cuerpo que se vuelve infierno entre sábanas doradas.

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