Dale un espacio breve del tiempo que nos queda, todavía juntos tan alejados el uno del otro, distantes sin acaso saberlo desde hace mucho. Que las cosas floten o se hundan en el abismo y la cima del intento prolongado, acaso demasiado, como casi siempre y como también nunca.

Tener esas ganas de nuevo que lleguen bajo la almohada, y se instalen en el alma que nos falta por hallar lejos de estar aturdidos de tanto recordarlo, más allá de los consejos y las buenas formas y costumbres. Y a la luz del medio día en que volvamos a vernos, sea la alegría de las miradas que un día perdimos, se transformen de fantasmas a reflejos de esos corazones conocidos.

Esos fantasmas borrosos deberán salir a nuestro encuentro dilatado, sólo dales tiempo de poder llegar a fraguarse lejos de los bolsillos llenos de migajas de amor desbaratado; que se llene la luna un par de veces y entonces todo luzca más claro, porque a los ojos empañados no les puede entrar la luz de la mañana prometedora.