La palabra herida
Una palabra llora su angustia de ausencia;
la han afrentado quitándole su hermosura,
su sentido de verdad irrevocable.
Ya no se acuerdan de su plenitud vivificadora,
de sentido de ser y estar en la tierra...
Sus lágrimas han ingresado al mar meciendo las olas con ímpetu,
mas no la han sentido, ni visto ni oído…
No hay tiempo para lo que no proporciona dividendos,
por ello ha caído en devaluación y desuso:
En Tokio ni en Estados Unidos no la cotizan;
en Buenos Aires se ríen de ella y en Paris
las cigüeñas están de huelga.
Los pájaros le alegran en sus trinos,
la acequia le murmura nanas de afecto,
ella gime y nada dice…
Su angustia quiebra el alma,
un silencio inconcluso le lastima.
Dio tanto y tanto le han pagado mal:
Los amantes juraron eternidad,
fidelidad, los amigos,
los socios confianza,
los marinos regresar,
los hijos gratitud,
los vecinos confraternidad
los políticos diplomacia…
La palabra llora porque la han dejado sola,
Y se estima ha caído en gran depresión.
¡Quien podrá ayudarla a que sea ella misma,
la que siempre fue!
La palabra que alimenta a poetas,
a sabios y gente común.
Que con sólo nombrarla da sentido a la vida.
Pero ella como antigua y profunda sabe
que al mundo le sombran quebrantos
y le falta 'amor'.
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