Una sombra se movió furtiva entre los pastos. Vigiló a quienes dormían y se fue. A su paso marchitó las plantas y resecó la tierra. La brisa de la noche se convirtió en un quejido prolongado. La sombra desapareció...
Alduris despertó sobresaltado y transpirado ¿Qué había sido todo eso? ¿Un sueño?...
Se veía muy real, la pequeña figura negra moviéndose silenciosa en los alrededores ¿Realmente había soñado eso?
El elfo revisó las plantas cercanas, comprobando que no estuvieran marchitas, pero pudo ver muy poco, la noche estaba muy oscura y a unas horas de la mañana, la luz era mínima. Trató de calmarse y de dormir un poco más, pero ya era inútil, estaba perturbado y la sensación de que esa figura desconocida que los vigilaba, los tenía a su merced y podría someterlos sin hallar resistencia, no le permitió mantenerse calmo. Estuvo de pie unos minutos, luego caminando alrededor del roble y más tarde recostado contra el tronco del árbol. Estaba muy inquieto, así pasó una hora o tal vez más tiempo. El ansia lo estaba consumiendo. El miedo. Debían dejar el lugar lo antes posible.
Alduris despertó a Losgan y le comunicó sus inquietudes, el enano, entre el sueño y la sorpresa tardó en reaccionar, pero al notarlo tan preocupado decidió hacerle caso a su compañero y dejar el lugar lo antes posible.
De inmediato empacaron todo lo que tenían disperso y se fueron. El enano llevaba en su hombro a Garndred que no mostraba más signos de mejora y aún dormía.
Debido a la proximidad de la mañana no encendieron ninguna antorcha, la luz ya empezaba a ganarle terreno a las sombras y el sol saldría totalmente de un momento a otro.
Pasaron unos minutos y la luz se extendió al fin hasta el roble donde habían pasado la noche. Alduris se detuvo unos minutos y observó los alrededores desde un alto monte, tratando de quitarse la inquietud de hace un rato. Con el sol asomándose en lo bajo del horizonte, ver ese sitio preciso era realmente dificultoso, puesto que habían dado un rodeo en el camino y ahora la luz venía justo desde detrás del árbol.
Permaneció inmóvil unos segundos, observando fijamente a pesar de las molestias que el astro le causara y logró remover sus dudas. Parecía que el sueño no había distado de la realidad: el lugar se veía repleto de surcos negros de hierba marchita y tierra seca. La sombra que los vigilaba era entonces real, a pesar de lo increíble del hecho, y no debía estar muy lejos de ellos; debían abandonar esas tierras lo antes posible, una extraña sensación lo prevenía.
Alduris le contó aceleradamente a Losgan sobre el sueño que tuvo y le propuso acelerar el paso. Este se mostró muy preocupado por el asunto, pero no sorprendido ni incrédulo, era como si ya lo supiera todo de antemano. El elfo recordó que al ver la figura en la espalda del Enurco había demostrado la misma expresión incierta. A pesar de notar esto, no dijo nada, solo se concentró en salir del lugar lo antes posible y acelerar la marcha para olvidar esa extraña locación y llegar de una vez a Sarlos.
***
Losgan y Alduris habían marchado todo el día a paso veloz sin seguir ningún camino marcado, simplemente andaban a campo traviesa en dirección sudeste y no hallaban grandes dificultades ni retrasos. Sin más descansos que unas pausas cortas para tomar agua en algún arroyo y cargar las cantimploras, era de esperar que sus cuerpos se entregaran al cansancio, sobre todo el de Losgan, que había cargado a Garndred la mayoría del camino.
El paisaje había cambiado muy poco en todo el trayecto recorrido, los pastos eran más cortos y el terreno menos irregular, a lo lejos se notaban las siluetas brumosas de las famosas colinas de Naingárid, pero una gran distancia los separaba de ellas; más allá de estos detalles, todo se mantenía, a grandes rasgos, igual. Siguieron caminando entre los pastos bajos durante algún tiempo más. Habían llegado a una elevación bastante alta y desde ahí podían ver a muchos kilómetros de distancia.
Alduris contempló el lugar con más detenimiento que Losgan pues podía ver mucho más lejos que el enano y notaba sutilezas que el otro no lograba percibir. Parecía ser que se toparían con un camino en menos de una hora de avance, de la tropa de los Anarassar no había rastro alguno y más allá del aquel angosto sendero no se percibían diferencias en el lugar. De a momentos parecía como si no estuvieran avanzando en absoluto.
Seguirían entonces a paso tan firme como les fuera posible un poco más, hasta llegar sendero, luego descansarían al menos un rato, cambiarían los vendajes de Garndred y comerían.
Pasó algo más de una hora y al arribar al sendero, que serpenteaba muchos kilómetros hacia delante entre las colinas bajas y se hundía en un declive profundo, se detuvieron y le aplicaron algo más del ungüento para las quemaduras al joven Nagnárdo. Se sentaron a comer algo de carne y frutas secas que quedaban de lo que habían retirado del puesto de guardia y pasaron un rato sentados en el camino recuperando sus fuerzas.
-Losgan- lo llamó Alduris, quería exponerle un asunto que consideraba en extremo importante -estoy algo desconcertado por esto de las cuevas y los Enurcos, me sigo cuestionando sus motivos para atacar la casa de los ancianos, también me intriga lo de la mancha negra con forma de cabeza en su espalda- dijo de forma acelerada y se detuvo para ordenar sus ideas e intentar plantearle mejor el asunto a su compañero -a lo que quiero llegar, que es lo que más me inquieta, es a la pelea con los Enurcos de la que no recuerdo nada. Solo sé que después de que decidí ayudarte perdí la línea de lo que ocurría y no sé si tenga alguna relación con lo que ocurrió en el puesto norte- terminó en susurros y con la mirada perdida.
Como parecía realmente muy preocupado Losgan decidió responder lo que en la cueva le negara.
-no tengo deseo de hablar sobre lo que ocurrió allí, pues aún me impresiona y me siento intranquilo de recordar la escena... - dijo y se pausó -pero has salvado mi vida y tienes derecho a saber todo- entonces se aclaró la voz y comenzó -en el momento en que el Enurcos tomaba la ventaja en nuestro combate y yo creía que acabaría en esa cueva sin más remedio, usted apareció. Su espada relucía en su mano como ninguna antes vista y lo cubría un halo, que más bien lo envolvía. Era transparente- dijo y se pausó para intentar describir de forma entendible lo que viera -es decir, yo lo veía, pero sin notar colores- se detuvo, Alduris no llegaba a captar la idea; se pasó la mano por la cabeza pensando en una mejor forma de describirlo -piense en cuando uno tiene aceite caliente en la olla a punto de freír algo. El calor hace una danza y parece moverse todo por arriba, deformándose la imagen. Bueno, era algo parecido, pero sin desprender calor de ningún tipo, por el contrario, daba una sensación de frío- volvió a pausar su relato pero para darle tiempo al elfo de asumir lo que le decía -en fin, usted se movió recubierto por ese halo extraño y pareció que una figura se alzaba sobre su espalda haciendo sus mismos movimientos, como una extensión de su cuerpo, o como algo que lo manejaba desde afuera, no sabría decirlo. Recuerdo que se abalanzó sobre la bestia y comenzó a blandir su espada con velocidad y fuerza inigualables, pero no parecía ser usted el que atacaba, sino el viento- tragó saliva y continuó -con un movimiento de su espada a unos metros del Enurco, el brazo de halo de la figura desgarró el cuero duro como si fuese papel, y no solo cortó, sino que le deshizo la carne ¡Voló en lonjas a todos lados!- el elfo no podía creer lo que le decía -usted tuvo en esos momentos una frialdad terrible, pues a pesar de los quejidos de la bestia, no vaciló en seguir atacando hasta matarla, tenía una mirada inquisidora y fría, sin embargo distante y perdida. Toda la sangre negra que salía y se dirigía en su dirección se desvanecía... - pensó en cómo podría describirlo mejor -no. No se desvanecía, más bien se evaporaba en el aire, al tocar el halo. Esto realmente me sorprendió porque nunca había visto algo igual, al principio creí que era un arte de los grandes elfos de las historias que se escuchaban en Uskaroll, pero no son más que cuentos, he leído y he visto mucho, pero nada como eso- hubo silencio y el enano tomó aire para seguir -hacia esos momentos el Enurco ya estaba muerto, deshecho, yo en el suelo y el halo comenzaba a perder la fuerza de momentos atrás, entonces una nueva bestia surgió de entre las sombras y en mi distracción me tomó de una pierna, llevándome hacia uno de los pasillos. Tú lo notaste al instante y el halo volvió a cobrar fuerza y ganó tamaño, la bestia lo notó a su vez y vaciló unos momentos. Aprovechando ese corto lapso la laceró una y otra vez hasta matarla- el enano hizo una nueva pausa para que el elfo pensara en todo lo que se le contaba, parecía turbado -pasaron entonces unos segundos y volteó hacia donde yo me encontraba, en ese momento creí que me mataría a mí también, pero el halo disminuyó de repente y se desvaneció como una ráfaga de viento. Usted se desplomó y su espada cayó al suelo. Tardé unos momentos en reaccionar luego de lo que había visto y cuando entré en razón tuve que llevarlo al primer lugar que me pareció seguro en la cueva, a esperar a que despertara. Eso es todo- agregó- luego recobró la conciencia y ahora estamos aquí sentados- terminó.
Alduris parecía perturbado, meditaba ahora profundamente, con el ceño fruncido y no pestañeaba. No entendía cómo él había sido capaz de hacer todo eso y sin tener luego ningún recuerdo de que hubiera sucedido.
-lo escuché todo... desde la otra habitación- se oyó en un susurro cuando el silencio reinaba.
Alduris y Losgan miraron hacia atrás y se dieron cuenta de que la voz desconocida era la de Garndred, que al fin había despertado. El joven se veía bastante bien, comparado con el día en que lo encontraran, y no parecía muy adolorido por las quemaduras en sus manos.
-escuché la pelea desde la jaula y traté de llamarlos para que me ayudaran. Pasó mucho tiempo hasta que al fin abrieron la puerta de la prisión... luego comenzaron a llamarme por mi nombre- dijo desconcertado, como pidiendo una explicación.
Ahora que el muchacho se encontraba despierto los otros dos decidieron hacerle unas preguntas.
-¿Cómo fue que te trajeron a estas cuevas?- preguntó Losgan.
-estaba caminando por las tierras cercanas a mi casa cuando me atraparon. Había estado siguiendo a una figura extraña que andaba entre los montes y se me perdía de vista, no sabía quién era, porque iba encapuchado, pero me pereció prudente averiguar si se trataba de algún mensajero desorientado o de un Ekerma. Así me fui alejando y cuando cayó la noche, de un momento a otro, los Enurcos se abalanzaron sobre mí y me arrastraron a la cueva donde me encontraron ustedes; no los oí ni los sentí acercarse- el joven se acomodó un poco mejor -por un par de semanas me estuvieron alimentando, tal vez con intención de comerme, muchas veces me rehusé porque lo sospechaba, entonces me golpeaban- contestó algo angustiado -aunque no muy fuerte y no sé en realidad por qué-
-¿Por eso te quemaron?- preguntó Alduris.
-no, no fue así. Ellos no me quemaron- recordó el joven y comenzó a hablar en susurros porque ni él mismo creía que hubiera pasado en realidad lo que recordaba -yo seguía sin comer y quisieron obligarme por la fuerza, como no quise, empezaron a golpearme otra vez, la historia de casi todos los días que estuve allí, pero ese día fue distinto. Para ese momento me encontraba muy temeroso y enojado, y no supe qué pasaba, estaba muy golpeado... de mis manos salió un chorro de fuego que quemó al Enurco en la cara y el pecho, también quemó la jaula donde estaba yo y mis manos y cara- hizo una pausa al notar las expresiones de incredulidad de sus salvadores, pero continuó -luego de eso me desmayé, estaba exhausto como nunca antes en mi vida. Desde entonces solo estuve despierto un rato después, cuando los escuché a ustedes, y ahora- contó Garndred -es lo único que recuerdo en este momento-
El elfo se mostró un tanto sorprendido y alegrado al notar que el joven se encontraba bien de salud y sobre todo al darse cuenta de que entre sus palabras no había mentiras, igualmente, esto le provocó cierta incertidumbre. Por otra parte, Losgan aún desconfiaba de lo que relataba.
-parece ser que tienes grandes ventajas sobre la gente normal, según sé, se te ha concedido un gran don y debes conocerlo- dijo Alduris.
-¿A qué te refieres?- preguntó Losgan.
-creo que podría tener potencial en las artes extraordinarias- explicó el elfo, el enano no pareció entender -en la magia-
-pero no sé cómo fue que lo hice... cuando pasó me lastimé yo también- agregó el joven, algo temeroso.
-seguramente eso es algo que se puede controlar bajo la instrucción de alguien con experiencia y habilidad- aseguró el elfo.
-y supongo que conoces a alguien con esas aptitudes- intervino Losgan descreyendo todo el asunto de la magia, ya que entre los pueblos enanos solo se sabe de esta a través de leyendas e historias, y no del modo en que se concibe ordinariamente.
-sí, de hecho así es. Conozco a un Anarassar que solía ser un gran mago y podría confirmar mis sospechas-
Descubrir un mago era algo muy raro y generalmente un buen augurio.
-no lo sé- respondió el joven a la propuesta -no me gustaría viajar a un país de gentes que no conozco y que tiene costumbres que considero extrañas. Además, las puertas de Ildon permanecen cerradas a los extranjeros-
-puede ser cierto, pero no eres cualquiera, si supieran que un dotado para las artes pide paso es probable que le permitieran trasponer los muros de inmediato- dijo Alduris -en nuestra tierra creemos que la presencia de estos dones son un regalo que enaltece las virtudes de todos y los que practican las altas artes son más estimados que los nobles, casi tanto como a los Belferion-
-esto no me convence, tal vez fue una ilusión mía o una rareza que no puedo explicar. No quiero alejarme de estas tierras por vaguedades, además debo quedarme en la granja de mi padre y ayudarlo a él y a mi hermano en las plantaciones. Nunca me permitirían irme, hay mucho trabajo y las cosechas empeoran año a año-
Cuando Garndred terminó de pronunciar estas palabras, los rostros de Alduris y Losgan parecieron ensombrecerse, ambos miraron hacia abajo, algo incómodos.
-¿Qué?... ¿Qué pasa?- notó sus expresiones -no... por favor, díganme que no les pasó nada- imploró el joven, angustiado.
-cuando te llevábamos con tus padres los Enurcos de las cuevas habían estado ahí. Cuando llegamos no había nadie con vida- dijo el elfo sin mirar al joven.
Garndred estaba desolado. Él tenía un inmenso aprecio por su familia y estaba muy apegado a ella, su unión era pura y fuerte, no como en otras casas. Lloró unos minutos en silencio y volvió a mirar a elfo y al enano.
-¿Cómo pueden ustedes saber si eran mis padres? ¿Cómo pudieron conocerlos y saber que eran ellos?- preguntó, casi atacante, con la vana esperanza de que hubiesen cometido un error.
-ellos me habían pedido que fuera a buscarte la noche anterior, no hay forma de que me equivocara. Tu padre se llamaba Barl, y tu madre Nerith, de tu hermano no recuerdo el nombre- contestó el elfo resignado a destruir las últimas esperanzas del muchacho.
-se llamaba Anomen, era mi hermano mayor- masculló entre lágrimas.
Pasaron largos minutos y el joven se fue desahogando poco a poco, ninguno pronunció una palabra por largo rato, hasta que Losgan se decidió a intentar animarlo.
-hicimos lo que pudimos- afirmó -tal vez el gran Jhubluk quiso que los Enurcos te llevaran para evitar que compartieras el destino de tu familia- le dijo con franqueza -o para provocarlo- pensó también, pero no quiso decirlo.
Garndred y Alduris miraron al enano un tanto extrañados.
-¿De qué estas hablando?- preguntó el elfo intentando que se callara, pero logrando todo lo contrario.
-¿Otra vez has dejado de oírme?- preguntó el enano, enojado -creo que lo haces a propósito, para irritarme-
-Losgan, no sé de qué hablas, tampoco sé quién es Jhubluk, ni qué es lo que te propones- le dijo Alduris, tajante.
-Jhubluk es como llamamos en Fund a Igrint, el Dios del destino. Es él quien traza las tramas futuras de cada ser, todo lo hace por una razón, los hechos no tienen lugar al azar, todo ocurre por un motivo en especial. Aunque parezca que tal o cual suceso ocurre sin sentido y es considerado ínfimo por su magnitud, puede cambiar el curso de muchas vidas- dijo el enano muy serio, pues Igrint era adorado por los enanos por sobre todos los Seres.
-discúlpame Losgan, pero me cuesta creer lo que me dices, nunca imaginé que fueses adorador del destino, a mi vista eras un seguidor de Derbas Segundo-
-yo soy Morokrand de Uskaroll, del clan de Lor. Nosotros somos fieles a ambos, pero a Jhubluk por sobre los demás. Nosotros creemos que todo estuvo pactado de antemano, desde siempre, incluso la llegada de los Seres-
-yo creo que cada uno puede modificar su destino con sus propios actos y voluntad- dijo Garndred sin convicción.
-no es así- señaló Losgan tajante.
-¿Has oído de la Escerción de Igrint?- le preguntó Alduris, intentando atrapar al enano en un error.
-la Escerción sigue siendo un hecho planeado de antemano- respondió el enano.
-¿Cómo puede ser? Ese es el evento en que el señor de destino y el tiempo cerrará los ojos y dejará libradas las voluntades de todos en su parpadeo-
-cómo saber si Igrint no tenía planeado que dijeras eso- dijo Losgan, no intentando desviar la conversación, ya que sabía que lo que su compañero afirmaba no era sí, sino que intentando él a su vez atraparlo en un error.
-por favor ¿Cómo podría ser? Hay millones de criaturas en todo Ilniari y él estaba planeando que justamente yo dijera eso- contestó creyendo que su compañero exageraba el asunto -yo creo en la existencia de Igrint, frecuentamos sus altares en Ildon, pero este mundo es el de los seis Seres y les concierne solo a ellos lo que sus hijos hagan en él-
-Jhubluk es un Dios, eterno y único, superior al tiempo y a los Seres- enalteció estas virtudes levantando la voz en un tono solemne -no hay límite para sus poderes ni su sabiduría, hasta la picadura de una abeja está planeada de antemano-
-¿Y cómo puede ser eso posible?- preguntó el elfo desafiando al enano, creyendo que ya estaba exagerando demasiado.
-hay una historia reciente, muy conocida en Uskaroll, que cuenta sobre la picadura de la abeja- explicó el enano esperando a que se le pidiera que la relatase.
-¿De qué trata?- preguntó Garndred antes de que Alduris pudiese evitarlo.
-una compañía de enanos Morokrand de Uskaroll estaba regresando a la cordillera luego de una campaña de guerra contra un grupo enemigo de hombres nómadas, unos Taukos que habían asaltado las minas de piedra caliza cerca del paso sur, del lado del este. Todos estaban muy lastimados y el cansancio estaba por vencerlos al llevar días sin probar bocado. Delante de ellos, en el camino, el capitán de la tropa encontró un panal de abejas y se escabulló para comer la miel él solo- contó el enano y se aclaró la voz -a duras penas pudo conseguir la miel frente a la fiera defensa de las guardianas del panal y la comió sin que los otros lo supieran. Las abejas no habían podido picarlo en el momento porque iba recubierto con una armadura de cuero por todo el cuerpo, solo en la cara tenía una debilidad: en la máscara del yelmo que llevaba sobre su cabeza tenía aberturas para los ojos y para respirar. Ese fue su gran problema, pues una abeja se le metió del lado izquierdo y le picó en el párpado. El ojo entero se le hinchó y no pudo ver más de ese lado- hizo una pausa y los otros dos se preguntaron a dónde pretendía llegar -al día siguiente, mientras iban caminando, una pequeña tropa de nómadas que los había estado siguiendo, los emboscó; de rápida reacción, la defensa fue formidable. Cuando la batalla ya estaba por ser ganada, un último capitán, que no había logrado permanecer indemne a los filos, llegó por el flanco izquierdo del enano y lo mató con su último golpe. Bastante débil, debo decir, y fácilmente defendible. Cayó a pesar de todo, al no poder ver al hombre que se acercaba por la hinchazón en su ojo y no supo del ataque. Así la picadura de la abeja le costó la vida, aunque la miel no bastó ni para él solo, recibió una lección de la que no pudo aprender en vida- Losgan terminó de contar su historia con tono grave y lanzó una mirada a los otros, parecían algo poco divertidos, se esforzaban por no soltar una carcajada.
-¡¿De qué se ríen?!- bramó enojado -esto pasó de verdad, yo estuve en esa compañía bajo el mando de ese capitán- admitió -¡Muohor se llamaba!- estas palabras hicieron que Alduris y Garndred se rieran con más ganas aún, sobre todo del renombrado capitán.
-¡Ha! ¡Ríanse de sus madres! ¡Yo estoy hablando en serio!-
Losgan se alejó del elfo y el muchacho y empezó a insultar por lo bajo en su idioma. Pero luego de que pronunciara esas palabras, Garndred volvió a pensar en su familia. Se encontraba muy dolido por lo que les había pasado y ahora pensaba en qué iba a hacer. No tenía más conocidos en Naignárid (ninguno que se interesara por él, al menos) y no se encontraba en condiciones ni de conocimiento ni físicas para mantener las plantaciones de su hogar solo, esas tierras ni siquiera eran propiedad de su familia, sino que habían sido arrendadas a su padre y difícilmente habían logrado mantenerlas.
-discúlpeme- le dijo a Alduris que miraba lo que hacía el enano.
-me llamo Alduris- se presentó este -y el enano es Losgan-
-Alduris, ¿Podría yo viajar con ustedes hasta tu país, para que me enseñen sobre la magia? No tengo a nadie más en estas tierras con quién quedarme, ni más nada que hacer en este lugar-
-será un placer que nos acompañes, pero me temo que por ahora no vamos camino a Ildon, sino a la frontera del sudeste de tu país, a Sarlos... - entonces Alduris le contó sobre el conflicto con su capitán y de la prisa por llegar ahí antes que el grupo de arqueros.
-sé de un camino bastante seguro que podemos transitar y que nos va a ahorrar bastante tiempo- informó Garndred, confiado en sus conocimientos de esas tierras -lo he recorrido muchas veces, va a través de las colinas sin atravesar pueblos ni aldeas, es un atajo muy veloz y reparado-
-muy bien- contestó Alduris, con renovadas esperanzas -nos guiarás entonces por esos caminos y si llegamos antes que los otros, voy a llevarte con el mago para que te instruya en las altas artes ¿Puedes caminar bien?- le preguntó, pensando en las heridas del joven.
Este se levantó con ayuda del elfo y estiró un poco las piernas. Caminar le resultaba difícil, pues había pasado largo tiempo confinado y más de dos días sin siquiera mover las piernas. Logró andar bien a pesar de todo y con algo de ejercicio lo estaría haciendo tan bien como siempre en poco tiempo. El muchacho se movió por el lugar unos segundos, saltó, corrió, fue y volvió. Entonces se sentó, dio un vistazo alrededor y comenzó a sentirse hambriento.
-¿No tienen algo que yo pueda comer?- le preguntó al elfo con cierta timidez -he pasado los últimos dos días sin probar bocado-
Alduris sacó lo que quedaba de las frutas secas y algo de pan y se las ofreció. Garndred comió como pudo con sus manos quemadas y vendadas, y reconoció con angustia el sabor del pan de su casa. Ahora estaba bastante bien curado para el tiempo que había pasado desde que se hubiese disparado ese chorro de fuego, pero aún le dolía bastante. La mezcla estaba funcionando bien y las heridas sanaban a gran velocidad, tal vez con una excesiva velocidad.
Garndred terminó de comer lo que Alduris le alcanzó y se acomodó para bajar la comida. El elfo y el enano decidieron hacer guardias esa noche, temerosos por la sombra negra y desconfiando de sus intenciones. Primero dormiría uno un par de horas y luego el otro y así se rotarían los turnos hasta las primeras horas de la madrugada. Al día siguiente, si avanzaban veloces, llegarían a la mitad de camino que los separaba de la frontera sudeste.
***
La mañana al fin llegó, con un cielo cubierto de nubes negras, pero sin viento. El enano había estado haciendo guardia hasta entonces, pero no se sentía cansado, había dormido algunas horas y sus fuerzas estaban recuperadas. Al asomo de la primera luz llamó a Alduris y a Garndred para que se levantaran a un desayuno rápido; ambos lo hicieron veloces.
Losgan desempacaba algo de comida de uno de los bolsillos internos de su armadura mientras que los otros caminaban por el lugar, esto era un tanto difícil, pues el sol aún no se asomaba demasiado y la poca luz que mostraba la tapaban las nubes negras. Alrededor del camino todo parecía normal, así que anduvieron estirando las piernas un poco más, hasta que Losgan los llamó a comer.
Los tres se sentaron en círculo y comenzaron, el enano fue el primero en probar bocado e inmediatamente escupió lo que había mordido. Al instante el elfo y el muchacho hicieron lo mismo y tiraron lo que quedaba de comida en sus manos. Todo estaba rancio y por su gusto, parecía estar pudriéndose, sin embargo, se veía perfectamente bien para comerlo y no tenía mal olor en absoluto. Losgan sacó su cantimplora para tomar un sorbo de agua y sacarse ese gusto asqueroso de la boca, y con el primer trago escupió lo que había tomado. El agua también tenía ese gusto pútrido, parecía sacada de un pantano, pero eran la misma agua y la misma comida que habían estado consumiendo el día anterior ¿Cómo podía ser posible que se echara a perder todo con tal rapidez?
-Losgan ¿En qué lugar quedaron las provisiones ayer, cuando fuimos a dormir?- preguntó el elfo, pensando que el enano las había dejado al descubierto, aunque sin darle un valor real a la pregunta, ya que por un día al descubierto no se podría llegar a tal punto de descomposición.
-estaban en mi pierna, en la armadura que cubre mi pierna derecha- contestó el enano mirando la coraza que antes muy hermosa, ahora no mostraba ningún brillo en el ambiente nublado.
-déjame ver- le pidió Alduris, entonces el enano le dio la pieza que recubría su pierna derecha. El elfo miró dentro y no notó nada extraño, sí se sorprendió por el ligero peso de la pieza de gran grosor, pero fue lo único que descubrió que se pudiese calificar de anormal.
-no tiene nada malo- dijo frustrado -¿Cómo puede ser?-
Nadie respondió. Alduris tiró la comida y el agua que traía y sus compañeros hicieron lo mismo, no estaban llevando nada comestible en esos momentos. Entonces se levantaron y decidieron seguir hacia la frontera.
El viento sopló desde el oeste y movió las nubes abriendo un pequeño hueco por unos segundos, el sol, que ya tenía cierta altura, iluminó el lugar. Los compañeros contemplaron a su alrededor, estupefactos, algo que los aterrorizó: todo a su vista estaba marcado con senderos negros, cerca y lejos, los pastos estaban marchitos y la tierra reseca. Por un momento solo miraron el terreno, temerosos siquiera de moverse, entonces Garndred llevó su mirada hacia el enano y se encontró aún más atemorizado.
-Losgan, tu pierna derecha, tu armadura- dijo en un susurro.
El enano la miró y se encontró con la armadura ennegrecida y sin brillo, oxidada a pesar de la clase de metal de la que estaba construida y desgastada incluso tenía pequeños hoyos en el lugar más afectado: un punto de menor tamaño que una moneda. Desde ahí se extendía, siendo más oscuro en el centro, y parecía ser suciedad, inmundicia sacada de alguna ciénaga o del estómago de una bestia de la noche, el color era inmundo y Losgan comenzó a sentirse asqueado por tener eso en su pierna. De inmediato se quitó la pieza y la tiró a un lado, enojado. Le gritó algunas cosas en Fund, como si la armadura tuviese la culpa, y luego volvió a buscarla.
-no voy a llevar esa porquería sobre mí, tampoco voy dejarla para que el tiempo y el clima terminen de destruirla, es muy valiosa- dijo el enano enojado y olvidado el temor que le habían provocado los caminos negros -¡Maldita sombra!¡Te estoy retando a venir abiertamente y a que intentes destruir el resto de la armadura de frente y no en la oscuridad de la noche!¡Inmundicia!¡No te escondas!- Losgan terminó sin aliento de gritar cosas a la nada (y en varios dialectos Morokrand) y respiró cansado.
Garndred lo miró desconcertado ¿A qué le gritaba?
Se lo preguntó a Alduris, pues estaba muy atemorizado y bastante preocupado, como temiendo algo, pero el elfo se sintió amedrentado al recordar su sueño y solo se ofreció a responder cuando estuvieran lejos de ese lugar siniestro. Entonces se fueron lo más rápido posible siguiendo el camino hacia el declive del sur.
Pasaron un par de horas de caminata hasta que los miedos se despejaron en su mayoría y pudieron comenzar a tranquilizarse y pensar con más calma, aunque no sin cuidado. Habían avanzando a paso acelerado y Garndred se sentía agotado debido al pobre estado físico que esos días de prisionero habían provocado; de todas formas no se quejaba y como podía, le seguía el paso a sus compañeros.
El clima seguía empeorando, las nubes estaban cada vez más negras y amenazaban, a truenos y relámpagos en el horizonte, con desatar una terrible tormenta. El viento soplaba ahora desde el este y se volvía cada vez más fuerte, dejando a su paso estelas de polvo y suciedad, además ahora soplaba de frente al camino, haciendo mucho más difícil la marcha de los tres caminantes. En esas condiciones siguieron viajando a pesar de todo. El día no mejoraba y comenzaba ahora a llover muy levemente. Losgan sacó su cantimplora y la tuvo a mano para que cuando la lluvia cayera con más fuerza pudiera llenarla de agua pura y tenerla para el viaje. Pocos segundos esperó hasta que una cortina de agua ocultó las colinas lejanas y se cernió sobre ellos; dejó que algo se acumulara unos minutos y al probarla, con gran alivio, sació su sed con agua pura.
-junten, que es de la buena- le dijo a los otros.
Así lo hicieron y siguieron caminando hasta el mediodía. La lluvia se detenía y recomenzaba constantemente, pero cayendo sin más fuerza que ese primer chaparrón. En eso el camino había doblado entre las colinas de izquierda a derecha continuamente y era difícil mantener la orientación. El viento era lo único que se mantenía constante, soplando con mucha fuerza de lado o de frente y siempre dificultando el avance de los compañeros. Estas condiciones desfavorables los tenían realmente agotados y ansiaban un sitio de reparo en que pudieran descansar.
Cuando vieron a un lado del camino unas rocas de gran tamaño que podía ofrecerles resguardo, decidieron sentarse y descansar unos momentos. Alduris aprovechó ese tiempo para contarle su sueño a Garndred y lo encontró poco sorprendido, más bien preocupado. Esto desconcertó al elfo, pues su reacción había sido muy similar a la de Losgan, casi idéntica. Pensativo, contempló al muchacho unos momentos, y cuando iba a preguntarle sobre su extraña reacción, este habló.
-tuve el mismo sueño Alduris, muy parecido en realidad- dijo para sorpresa no solo del elfo, sino que del enano también -una sombra en la lejanía, se movía silenciosa entre los pastos y venía de frente hacia mí. A su paso las plantas se marchitaban, sus hojas se caían y sus tallos de ponían negros; la tierra se resecaba y se rajaba donde se posaban sus pies y manos, tomando también un tono negrusco y opaco, como si fuese… suciedad, mugre- hizo una pausa con la mirada perdida y continuó -no se detenía y no miraba hacia los lados, solo avanzaba. En un parpadeo llegó hasta donde yo estaba y me miró de frente. Cuando la tuve pegada al rostro fue cuando pude distinguir su figura, que antes era confusa. Parecía tener cuernos en toda la cabeza, no había ni boca, ni nariz ni orejas en su rostro, solo unos grandes ojos de un tono amarillento distante, casi blancos en el centro y sin pupilas; era como si llevara una máscara. Recuerdo que no pude mantenerle la mirada ni siquiera un segundo, era como si sus ojos estuvieran matándome. Hubo luego un movimiento brusco que no sabría identificar… y desperté sobresaltado- pausó nuevamente su relato y continuó, más calmo -esa noche la había pasado en los pastizales, a unos kilómetros de la casa de mi padre, cuando me detuve a mirar alrededor, era el lugar de mi sueño, era idéntico. En esos momentos me sentí aterrorizado y no me animé a moverme, estuve así un rato… hasta que salió el sol y me mostró algo que aún me asustó más- Garndred pareció muy perturbado por su recuerdo y se detuvo un momento, luego siguió hablando en susurros, como temiendo que algo pudiera pasarle si seguía en voz alta -... cuando salió la luz, entre los yuyos vi el camino negro de la sombra, que se extendía desde el horizonte y llegaba directamente y en línea recta hasta mi posición. Eso pasó unos días antes de que me capturaran- esperó alguna reacción en sus compañeros, solo hubo silencio.
Alduris parecía aun más preocupado que cuando comenzara a hablar y Losgan aún más temeroso que antes. El enano estudió un poco a los otros y se decidió a hablarles al fin.
-yo también soñé con la sombra que se mueve en la noche- confesó a su vez -antes de entrar a la cueva donde los encontré-
Alduris lo miró, incrédulo, sorprendido por el hecho de que Losgan no se lo contara antes. También quería saber cómo había llegado hasta la cueva, porque no se lo había preguntado aún.
Una inmensa preocupación era también el hecho de que los tres se hubiesen reunido en un mismo lugar, teniendo un sueño similar y formando parte de un viaje a rumbos que se tornaron idénticos. Alduris comenzó a creer en las palabras de Losgan sobre los hechos futuros que manipulaba el Dios del destino Igrint, dejó de considerar que exagerara al nombrar sus virtudes. Sus pensamientos se vieron interrumpidos, ya que Losgan retomaba su relato, así que decidió escuchar y dejar las conjeturas para más tarde.
-recuerdo que llegué a esas cuevas siguiendo el rumor de un tesoro oculto de los días antiguos, ya que por esas alturas los primeros mapas marcan la existencia de un camino perdido de los Fundkrand, los primeros enanos. Decidí arriesgarme y entrar a explorar, y ciertamente encontré un par de objetos de valor. Luego de días sin dormir y de mucha caminata, me decidí a descansar ahí, el lugar estaba desierto y al parecer yo era el único que había estado ahí en mucho tiempo, por lo que no dudé en quedarme. Cuando me dormí esa noche, fue que tuve el sueño- explicó lentamente y en un tono más suave, más cuidadoso -estaba sentado junto a mis pequeños tesoros, me sentía mal por algo y no sabía el motivo, estaba extrañamente inquieto. De pronto, por algún motivo, comencé a mirar alrededor, desesperado, y al observar el pasillo fue cuando la noté. Estaba en el techo pegada como una araña negra, no distinguía su figura, solo era como una silueta. Comenzó a moverse hacia mí, rajando la piedra de la cueva y dejando un camino negro tras ella. Se dejó caer y aterrizó a unos metros de donde yo descansaba sin hacer el menor ruido, el suelo también se rajó bajo ella y las piedras más pequeñas estallaron. A su alrededor todo se volvió negro en un momento, como si fuese una salpicadura de agua. Avanzó un poco hasta los objetos que estaban entre nosotros. Me miró y posó una mano en ellos, al instante se opacaron y se retorcieron, la madera se pudrió y el metal se oxidó, y todo se ennegreció en un instante. De repente pareció sorprenderse por algo, lanzó un rápido vistazo hacia fuera… en ese momento me desperté. Noté el surco negro en el techo y en el suelo frente a mí, me fijé en el tesoro y estaba como lo había visto en el sueño. Sentí terror y huí de ese lugar lo más rápido que pude, sin pensar en nada más. Al salir de ahí, lo primero que hice fue correr y alejarme, vi una cueva a la distancia y antes de reparar en lo que hacía ya había entrado, era de noche y estuve un rato ahí a pesar de notar que la cueva estaba habitada. No podía reunir el valor para salir al aire libre- admitió avergonzado -unos momentos después entró un Enurco, sorprendido de verme ¡No lo culpo! Me atacó en la habitación en donde estaba y por último apareció Alduris- finalizó el enano, se calló y todos permanecieron varios minutos sin pronunciar una palabra, sumidos en sus pensamientos. Entonces Losgan volvió a hablar.
-esperen- dijo -recuerdo algo más, recuerdo la cara de la sombra y me doy cuenta de algo que me asusta aún más. Me sorprende que nosotros dos no lo notáramos antes- le dijo a Alduris.
Losgan tomó una piedrita del suelo y comenzó a dibujar en la tierra, hizo una cabeza llena de picos y cuernos que comenzaban desde los lados y se cerraban hacia el centro, dentro de esta figura hizo un par de ojos. Todos la contemplaron unos instantes hasta que el enano volvió a hablar.
-es la misma imagen que tenía el Enurco en la espalda- dijo mostrando el dibujo que hiciera un par de días atrás.
Alduris recordó la figura en el lomo de la bestia, reparando en la obviedad que pasó por alto. Había seguramente alguna relación entre la sombra de sus sueños y los Enurcos de las cuevas, pero el elfo no lograba descifrarla, no la entendía.
Garndred no supo de qué imagen hablaban, pero en el instante en que vio el dibujo en el suelo y luego en el papel, reconoció la figura y notó que era tal como él recordaba a la sombra, esto lo hizo sentirse temeroso y aún más desconcertado, por la relación entre los tres sueños.
El muchacho, el elfo y el enano pensaban, sin dialogar, en la relación entre los hechos y no hallaban una explicación lógica para lo que sucedía, estaba más allá de todas las rarezas que a cada uno le hubiese tocado vivir.
Un sonido distante los arrebató de sus cavilaciones, a pesar del silbido del viento, oyeron lo que parecía ser el bramar de un buey. Se pusieron de pie al mismo tiempo y miraron hacia el camino, una carreta halada efectivamente por bueyes iba en su dirección, siguiendo el mismo camino que ellos: hacia el sudeste también, aparentemente. Losgan tomó su hacha y Alduris se limitó a asir el pomo de su espada, Garndred que no tenía armas (y de haberlas tenido no habría podido usarlas por la condición aún delicada de sus manos) se ubicó detrás de sus compañeros. Pasaron unos minutos y la carreta llegó hasta la roca que refugiaba a los viajeros del viento. Se detuvo. La única persona que se veía, bajó frente a Losgan. Ninguno pudo ver su rostro pues estaba encapuchada para defenderse del viento.
-¿Puedo ayudarlos en algo, señores?- preguntó una voz gruesa de, al parecer, un hombre mayor -¿Necesitan que los lleve?- luego de hacer esta pregunta, el señor se quitó la capucha y reveló un rostro algo arrugado por los años, pelo largo y canoso, y una barba prolija y más blanca que el cabello; sus ojos castaño oscuro, tenían una expresión afable que generaba tranquilidad.
-¿Por qué ofrecería usted ayuda a tres extraños?- preguntó Garndred desconfiado, conociendo lo que era la gente actual de su tierra.
-porque, si no me equivoco, ustedes se dirigen a Sarlos, a reunirse con las tropas que esperan el ataque de los Ekermas- contestó el hombre.
Alduris lo miró muy sorprendido ¿Acaso en esas tierras extrañas todos sabían lo que pasaba? ¿Todos eran perseguidos por sombras furtivas en sus sueños? ¿Qué eran todas esas rarezas que se sucedían?
-¿Cómo puede usted saber a donde nos dirigimos?- preguntó, ya muy desconfiado.
-es por usted, señor, ayer crucé en el camino a un grupo de elfos de características y ropajes similares a los suyos, todos Anarassar. Me dijeron que se dirigían hacia la frontera del sudeste para enfrentarse a los Ekermas y creí que ustedes, o usted, al menos, se dirigiría al mismo lugar, me sorprendería que fuera con un enano, hace años que no veo un Morokrand- admitió con sinceridad.
Losgan le lanzó una mirada tosca, pero Alduris, al escuchar esas palabras, se tranquilizó y pensó en los compañeros de su tropa.
-señor, dígame qué tan veloces iban-
-iban a gran velocidad, en estas horas estarán a más de un día de ventaja sobre ustedes, creo que con unas horas más de caminata podrían llegar a la frontera; aunque, con el viento que hay, forzosamente deben haberse detenido. Ellos están en terrenos más altos que estos y créanme que el viento debe parecerles un muro, no deben estar avanzando demasiado en esas condiciones- dijo el hombre.
Alduris sintió cierta tranquilidad por el hecho de que podría reducir la ventaja del grupo mientras el viento durase, pero se sintió derrotado por el hecho de que alcanzarlos era, igualmente, casi imposible.
-señor ¿Conoce usted un camino más corto para llegar a la frontera antes que los otros elfos? Es de gran importancia que lo haga antes que ellos- pidió con cierta actitud nerviosa.
-parece ser que usted es el elfo rezagado del que habló el capitán- dijo con una risa un tanto maliciosa -me ordenó que de cruzarme por su camino no lo ayudara de ningún modo- Alduris se sintió derrotado desde un nuevo ángulo, de un modo inesperado -claro que no voy a hacer demasiado caso, a mí nadie me va a exigir nada en mis propias tierras, además, ustedes me caen bien- admitió, le lanzó una mirada a Losgan, intentando redimir la pequeña ofensa -el capitán de tu tropa, si me perdonan la expresión, es un imbécil-
Estas palabras hicieron que el elfo sintiera un repentino alivio y empezara a sentir agrado por aquel hombre, sobre todo por la palabra que había usado para describirlo: imbécil. Nunca estuvo mejor empleada.
-entonces ¿Conoce o no un camino más corto?- preguntó apurado.
-algo así, es la dirección que estoy siguiendo, hay que internarse entre los pastizales y es muy fácil perderse, pero es el atajo más corto y más veloz hacia Sarlos, no es muy distinto de este, solo ofrece algo más de reparo- señaló la dirección a seguir con la mano que no sostenía las riendas.
-el camino por el que vamos- pensó Garndred.
-entonces ¿Usted podría acercarnos un trecho en su carreta hacia la frontera?- le preguntó el elfo.
-ahí es a donde yo me dirijo, podría dejarlos ahí. Estoy llevando comida y armas para los soldados y me he atrasado por una infortunada discusión con el herrero de Eren por unas monedas. Suban si lo desean-
Entonces los tres se acomodaron entre unos barriles y armas y se dispusieron a seguir camino a la frontera con el extraño, en su carreta.
-señor, aún no nos hemos presentado- dijo el enano siendo siempre (según él consideró) el que debía recordar hacerlo -yo soy Losgan de Uskaroll, el muchacho es Garndred de Naignárid, y el elfo es Alduris de Ildon-
-evidentemente- era obvio por su pelo y los colores de sus ropas -¿De que región eres, Alduris?- le preguntó el hombre.
-soy del norte, vivo entre el bosque Edil Lepei y el lago Dil Guina, en las praderas de Hamef, cercanas a las montañas Berig Nire del este. Soy de Galrin- respondió el elfo preguntándose si el hombre conocería alguno de estos lugares.
-entonces eres un elfo de los campos, un Gelie-
pareció recordar ese nombre con cierto esfuerzo -¿No conocerás a un tal Libeil Nelham, o sí?-
-Libeil, el viajero. No, no lo conozco ¿De dónde es?- preguntó el elfo.
-es de Nidelca, vive junto al río Nervo, en el sur, cerca de donde se cierra la bifurcación y se forma el Ernel- dijo el hombre -no recuerdo el nombre de su ciudad, era algo como Suril, Turis… -
-Sunir- dijo Alduris, el hombre asintió -parece ser que conoce bastante de mi país- le dijo, algo sorprendido -¿Estuvo ahí alguna vez?-
-sí, hace unos siete años pasé un tiempo allí. En esa época una parte de la flota Ekerma había chocado en la costa de Ildon, cerca de Emos Silim, y el país estaba en guerra. Ya no quedan muchos que lo recuerden, pero algunos Nagnárdos fuimos a combatir junto a los elfos. Yo estuve en la batalla del cabo, el día en que murió el rey Endrest-
-yo solo contaba dieciséis primaveras entonces-acotó Alduris -Ildon cambió mucho desde esos días, sobre todo hacia los forasteros. Luego de la coronación del rey Endral se cerraron las puertas a todo extranjero que no tuviera una expresa autorización de las grandes gentes del triángulo de plata- el triángulo de plata recibe su nombre por los tres bosques de Nesterë, árboles de tronco plateados que hay en el centro de Ildon; solo son habitados por la nobleza. Alduris continuó -casi no se ven extranjeros ni comerciantes en las tierras en las que antes se podía ver toda clase de gente, excepto en Tesanos del oeste y en Anmúrian, al este. Además ahora, como pago por las tropas de ayuda que van a la frontera, Naignárid va a resignar el pacto de Gessa, se les va a cerrar el único camino por el que accedían al mar entre las montañas y el río Nervo. Si se resuelve esto, Ildon va a cerrar sus fronteras hasta Asdagas, cosa que le deja casi todo el nordeste del continente- dijo Alduris en desacuerdo con lo que hacía su rey -no entiendo por qué lo hacen, pero a Naignárid va a pegarle con fuerza-
-yo sé que es algo alto el precio que tuvimos que pagar los Nagnárdos, pero el acuerdo no es tan simple- no quiso explicar por qué -si no nos envían ayuda de algún tipo es seguro que nos echen de estas tierras a la fuerza. Los Ekermas son guerreros desde que nacen y en mi país somos muy pocos los que sabemos algo de lo que es el verdadero combate- Alduris, Losgan y Garndred estudiaron detenidamente al hombre que manejaba la carreta, ahora entre los pastos, y se preguntaron quién era, puesto que se jactaba de ser un conocedor de las artes de la guerra.
-discúlpeme señor, pero usted no se presentó y no sabemos cómo llamarlo- dijo el enano, ganándole a sus compañeros de antemano.
-yo soy Amalrod Emaldest, de la casa de Evengral. Si les interesa saberlo, estoy yendo a pelear a la frontera. Se supone que estemos ahí mañana por la mañana, si seguimos este camino y mantenemos el ritmo-
Alduris y Losgan no se mostraron muy sorprendidos por el título, pero Garndred perdió el habla por unos momentos. A pesar de que fuese noble, los otros juzgaban que con esa apariencia no podría ser un guerrero.
-¿No creen que un sujeto de barbas blancas, que anda encapuchado en una carreta, pueda pelear?- preguntó algo divertido, observando la sorpresa de Garndred y la desconfianza de los otros dos.
Entonces se golpeó sobre el pecho con la mano que no levaba las riendas, sonó metálico. Se levantó la capa, que llevaba cerrada, y les mostró a sus pasajeros una brillante armadura con detalles en verde de alguna clase de pintura sobre el metal.
-no soy tan frágil como puedo parecerlo, pero sí tengo más años que los que aparento-
-discúlpeme señor Amalrod, pero es que realmente me ha sorprendido- admitió el enano con franqueza -nunca creí que alguien que anda en una carreta, encapuchado y apaciblemente, pudiera ser un guerrero de brillante coraza- el hombre se rió un poco y habló también.
-entonces tendrá que disculparme usted también señor Losgan, pues nunca creí que en estas tierras pudiera ver a un muchacho, un elfo y un enano descansando a un lado del camino-
-creo que entonces estamos a mano en nuestras malas apreciaciones- respondió el enano.
-aunque el muchacho pareció conocer mi linaje- dijo el hombre mientras asentía con la cabeza, los otros le lanzaron una mirada -¿De dónde eres?- le preguntó.
-del campo, pero dependemos… donde viví dependía de Aban- hubo silencio por unos minutos.
-¿No dirás nada de su linaje?- lo exhortó Losgan, el joven accedió.
-en Aban- comenzó -en todo Naignárid- se corrigió -es muy conocida la casa de Evengral por sus grandes señores. Emald, su padre- se refirió a Amalrod -fue uno de los grandes nobles del país, por muchos años fue el defensor de Naignárid y señor de cuatro ciudades, una carga pocas veces vista en un solo hombre (en Naignárid cada ciudad es gobernada por un único señor integrante del consejo del país) Creo que semejante responsabilidad fue impuesta solo en tres hombres desde que el país existe: en Feidros de la casa de Minesta, y en Alerdred y en Emald, de la casa de Evengral-
Losgan y Alduris admitieron su sorpresa en un gesto mudo y observaron unos segundos al hombre con distinta opinión.
Tras esa segunda sorpresa, comenzaron a conversar sobre temas simples en la carreta que ahora avanzaba a gran velocidad entre las extensas colinas de Naignárid. Amalrod le obsequió a Losgan una greba metálica al notar la faltante en su armadura (que en realidad llevaba atada a la espalda) y con esa atención se fue forjando una gran amistad entre ellos. Los animales que halaban al frente se movían con una gran agilidad y soltura por las tierras irregulares y no parecían cansarse a pesar del viento.
En poco tiempo dejó de verse el camino, los pastos se volvían más altos al frente y las colinas se cerraban alrededor del lugar que transitaba la carreta, por donde descendía un arroyo, el encierro ayudaba con el viento, pero dificultaba la labor de Amalrod, que debía guiar a las bestias de tiro prácticamente a ciegas. En ningún momento las nubes dejaron pasar la luz, el cielo se mantuvo negro todo el día y con lluvias ocasionales como antes.
Avanzaron unas horas a paso acelerado y como los bueyes no aminoraron la marcha en ningún momento, nunca se detuvieron a dejarlos descansar. Alduris y Garndred iban durmiendo y Losgan viajaba con Amalrod en el frente, conversando sobre los sueños que habían tenido él y sus compañeros, sobre los surcos negros y la comida que se había echado a perder, incluso le mostró su armadura estropeada; intentaba obtener algún dato útil. Amalrod no conocía nada que encajara en las descripciones que Losgan le daba, incluso cuando le mostraron el dibujo que habían copiado del lomo del Enurco, seguía sin recordar siquiera una figura similar.
La criatura que estuviera frecuentándolos parecía perseguirlos solo a ellos tres, no tenía nada que ver con el lugar en el que viajaban. Losgan le contó también sobre lo que había pasado con Alduris en la cueva de los Enurcos días atrás, habló de la fiereza del combate y del halo que lo recubrió mientras peleaba. Para esta última consulta, Amalrod tuvo una respuesta sobre algo conocido por el enano a través de leyendas, pero que no quiso admitir como una posibilidad por lo irreal que sonaba.
-ese parece haber sido Dilnos sexto, el Ser de la vida- le dijo el hombre, aunque sin convicción -suelo frecuentar un templo que se irguió para él en mi ciudad, es a quien yo le consagro mis votos, aunque en este país se adoren principalmente a Augos tercero y a Tembos cuarto-
-¿Y cómo puedes saber si eso fue obra de Dilnos?- preguntó el enano, intentando refutar la teoría de Amalrod.
-no es algo creíble, por su puesto,- aclaró de antemano -es lo que a mí me parece por tus palabra. Hay una historia, conocida en mi pueblo, que cuenta de un muchacho llamado Deondor que mató al Dragón Eswinha de los abismos Hermaanthar, venido de Hiro Vaneth, la isla helada. Esta historia dice que el Dragón atacaba un pueblo del que no recuerdo el nombre y nadie podía hacerle frente para defenderlo. Durante uno de los repetidos embates, este muchacho lo enfrentó, y cuando parecía que todo estaba perdido para él, Dilnos sexto se presentó a socorrerlo: lo recubrió con su armadura invisible y le dio su espada que parecía estar formada por viento. Cuando balanceó la hoja desgarró una de las alas del dragón, sin siquiera haber arrojado un golpe. Cuando Eswinha tocó tierra y rodó hasta él, balanceó la espada una vez más y lo partió en dos por el pecho. Esa es la historia como la recuerdo, me parece que Dilnos sexto pudo haber ayudado a tu amigo si es que esto puede ser posible en estos días- dijo algo divertido por la idea.
-no lo sé, en épocas pasadas parecía ser algo de cierta frecuencia que una divinidad interviniera en Ilniari para ayudar a las personas, ahora realmente lo dudo mucho. Confío más en que eso fuese una de las artes élficas de combate que la ayuda de Dilnos… y no es una teoría muy sostenible- dijo el enano con cierta frustración, mientras miraba el andar monótono y parejo de los bueyes.
-no sé si eso pueda ser arte de algún elfo de otras tierras, pero te puedo asegurar, por el tiempo que yo viví con un elfo de Ildon, que los Anarassar nunca demostraron luchar con esas habilidades sobrenaturales. De los pocos magos Anarassar que existen, sé que sus artes se basan en usos y comunicación con la naturaleza, no en el combate… ¡Hubiese resultado muy útil en la batalla del cabo!-
agregó, recordando sus días en Ildon.
-¿Entonces tendremos que creer que uno de los Seres está cuidando personalmente a Alduris?-preguntó el enano con algo de desaire y esbozando una tosca sonrisa -estamos viviendo en un mundo extraño- dijo en un suspiro que se perdió con el viento, entonces se fue a la parte trasera a dormir un poco.
La tarde pasó y la noche alcanzó las colinas de Naignárid. En las primeras horas de la mañana estarían llegando a la frontera del sudeste, solo Amalrod permaneció despierto, guiando a los bueyes en la noche, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no perderse. Mientras tanto, Losgan, Alduris y Garndred durmieron atrás, entre las armas y los paquetes.
-gente agradable- pensó Amalrod -extraña, lo admito, pero agradable-
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