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Tengo un ninja en mi armario.
Al principio no le di importancia, supuse que se iría; pero comienza a resultar preocupante, parece que le ha cogido cariño a mi armario.
Mi psicoanalista opinó que quizá debería exteriorizarlo.
Lo intenté.
Mi psicoanalista ha muerto.
El problema ha tenido serias repercusiones, mis amigos dicen que me he vuelto más huraño, y cuando les explico que se debe al ninja ellos contestan que evadir el problema alegando eso resulta infantil. Opino que es muy fácil decir eso cuando tus muebles están libres de ancestrales guerreros orientales.
Dicen también que últimamente salgo menos, estoy más sucio y hasta uso siempre la misma ropa. Todo tiene su explicación. Pánico me da cambiarme de ropa, sabiendo que ahí está el ninja, acechando entre mis tejanos y mis jerséis.
Y también es sensato que salga menos: la última vez que fui al cine, al volver descubrí que habían desaparecido mis galletas y cincuenta euros, por no hablar de que a partir de ese día estuve suscrito a la televisión por satélite.
Es cierto que se lo cuento a mis allegados, pero cada vez lo escondo más, sin ir más lejos el otro día llamó a mi puerta un emperador oriental seguido de su séquito real que me preguntó si no había visto ningún ninja por la zona, que se le había extraviado uno. Pues bien, sin vacilar le respondí que no, y aún hoy el emperador sigue buscando a su súbdito por el barrio.
Decidí afrontar el problema y, armado de valor, abrí el armario. Cual fue mi sorpresa al encontrarme al ninja mirándose en el espejo que hay dentro, con el vestido rojo de mi ex-mujer puesto. Hubo unos minutos de silencio en los cuales los dos nos quedamos mirándonos, luego cerré lentamente la puerta del armario.
Si no estuviese muerto le recomendaría mi psicoanalista. Yo personalmente me iré buscando otro, me ha inquietado especialmente la erección provocada tras verle con aquel vestido.
Visité a mis padres y al contarles mi problema mi padre sentenció que seguramente todo tenía alguna causa sexual. Entendedme, si no le hice caso es porque desde que me masturbo ha achacado todos mis problemas al sexo: depresiones, problemas de ansiedad, malas notas escolares… hasta si me quebraba un brazo o se me rompía una camiseta la causa tenía que ser a la fuerza de índole sexual.
Así que, a los ojos de mi progenitor, ese guerrero de las sombras que se hospeda en mi armario no era más que el reflejo de una necesidad de pareja o una manera de expresar mi inseguridad respecto al tamaño de mi pene.
Yo le contesté que de reflejo o expresión tenía bien poco, que era tangible, real y, últimamente si no le dejaba galletas, hasta violento.
Me dijo que si seguía evadiendo la verdadera razón del problema las cosas irían a peor. Añadió, como siempre, que sería sensato que le escuchase ya que la experiencia y los años de oficio le habían enseñado mucho del tema.
Mi padre es taxista.
Así que seguía yo en las mismas.
Busqué y encontré una asociación de “gente con inquilinos extraños en sus muebles”, inesperado pero cierto.
No dudé en asistir a sus reuniones.
Y es que es un hecho: por muy extravagante que creas que sea una aflicción, adicción o perversión que tengas, siempre encontrarás alguna asociación con al menos diez personas que compartan tu supuesta peculiaridad.
Ese fue mi caso; en las reuniones conocí a otros como yo. Estaba Brian, el hombre que olía mal porque, según nos contaba, había un vikingo en su ducha. O Samuel, el atormentado hispanoamericano que aseguraba que si la gente decía que Papá Noel no existía era porque éste se había instalado en su chimenea, harto de su trabajo y con una malsana obsesión por comer kivis y por las revistas de mujeres embarazadas.
Y también estaba Sally.
Fue un repentino flechazo. Era la primera mujer que parecía comprenderme en mucho tiempo, y sentí necesidad de poseerla.
No entraré en detalles, pero el hecho es que lo hice.
Un buen día fui a su piso, vimos una película y comimos comida precocinada (cabe decir que Sally sólo comía comida que se preparase en el microondas porque había tres gnomos en su horno). Y bueno, una cosa llevó a la otra. Y bien, mi padre parecía tener razón; quiero decir, el ninja seguía en mi armario, pero ya no me molestaba ni su presencia ni su afición a comerse mis galletas.
Desde que había empezado mi aventura con Sally había adquirido el hábito de guardar tres piezas de cada prenda de ropa en mi nevera.
Ella tenía las tres cosas que yo más necesitaba: comprensión y dos pechos.
Las reuniones avanzaron y fui aprendiendo a sentirme integrado en la sociedad a pesar del ninja. Aprendí también que tampoco era tan mala mi situación, había personas que se morían de hambre, estaban los de la reunión de al lado, que tenían monos bajo sus sombreros, los había que se llamaban Rigoberto o Eufrasia…
Yo en realidad estaba agraciado en muchos aspectos y había sabido verlo así gracias a la asociación.
Pero este óptimo mejoramiento tuvo sus respectivas consecuencias.
Al principio no me di cuenta, pero a medida que me iba “curando” fui, lógicamente, prescindiendo de la necesidad de comprensión. Entonces, como era de esperar, el aura que envolvía a Sally ante mis ojos se fue desvaneciendo.
Así fue como, por primera vez, la vi a ella en su totalidad, despojada de la comprensión. Y me di cuenta de que era una mujer insulsa y mediocre; claro, aún tenía tetas, pero, ¿qué mujer no las tiene? Ni siquiera me resultaba atractiva, Sally no tenía más que tres gnomos en su horno.
No tardé en abandonarla. No fue algo convenido, fue una especie de cambio que se desarrolló en silencio.
Ella reaccionó como supuse que lo haría, y no tardó en acosarme con preguntas del tipo “¿Por qué estás tan raro?”. Yo me limité a comprarle una soda y di por hecho que con ese gesto todo estaba dicho ya y que ella lo comprendería.
Fui a casa, abrí el armario y me quedé mirando al ninja, que me observaba mientras comía galletitas. Entonces pensé que hay mucha gente triste y solitaria deseando tener a alguien en éste, nuestro mundo. Y yo tengo un ninja en el armario, y quizá no sea algo tan malo después de todo.

Texto agregado el 21-07-2007, y leído por 1287 visitantes. (31 votos)


Lectores Opinan
04-03-2008 es divertido aunque no creo que la ezquizofrenea sea tan divertida patriciowk
05-10-2007 muy interesante, me gusto mucho. Podrias aprender cosas del Ninja.. Intenta ser su amigo =) grecia
06-09-2007 ah¡¡ si que puedo, tengo un clon¡¡ jajajaja anki_injoy
06-09-2007 He estado buscando este escrito por un monton de dias¡¡ es buenisimo, tenia que leerlo otra vez, cada vez que lo leo me gusta mas¡¡ que pena no poder darte 5 estrellas otra vez¡¡ anki
02-09-2007 Simplemente Genial... muy ingenioso. mis ***** clarte
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