La historia de un lirio.
Hubo una vez un lirio uruguayo, que gustó de una liria brasilera.
El amor lo hirió como un rayo, y su corazón corrió una carrera.
Se acercaron el uno al otro, como el hierro al imán.
Su corazón saltaba como un potro, y el de ella como un alazán.
Sentados en sendas mesas en Río, en una suave noche perfumada.
El pensaba en un pequeño amorío, y ella lo miraba toda arrobada.
Entre sonrisa y mirada, una palabra va y otra viene.
Ella si que me agrada, pensó él y me conviene.
Sus pasos al unísono se unieron, caminando bajo un cielo estrellado.
Sus palabras de sentido carecieron, el silencio los había hermanado.
Los días pasaron volando, gozando la tibieza de cada minuto,
Él en ella todo admirando, sin cuestionar nada en absoluto.
Parecían dos islas en un océano de amor, el futuro tan cerca y tan lejos.
Su fuego hermoso y abrasador, ardía proyectando sus reflejos.
Llegó el día de la partida, las promesas fueron hechas bajo besos.
Ella dichosa y agradecida, él congojado hasta los huesos.
Las cartas fueron puentes escritos, confesiones y recuerdos en cada una.
La promesa de dos corazoncitos, de vivir la buena fortuna.
Apresurado el viajó para allá, quería verla nuevamente.
Todo estaba en manos de Jehová, y se sentía como un adolescente.
Pero ni ella ni él tenían más veinte años, la vida iba por rumbos distintos,
La suya en Brasil, llena de desengaños, y la de él por varios laberintos.
El lirio uruguayo regresó con otra experiencia, con la madurez que brota de la vida.
Ya pasaron los años de la adolescencia, y cada uno deja una marca adolorida.
El lirio con el tiempo se marchita, pero su perfume dejará recuerdos imborrables.
Que en la mente y alma deposita, los momentos de la vida adorables.
Disfruta su perfume mientras puedas, también de recuerdos vive el hombre.
La vida siempre gira sobre ruedas, dando pie a que uno se asombre.
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