Cuando la amigdala baila la conga con el jinete del oído derecho no puedo dejar de desear estrangular a tan despiadado animal, que me humaniza elevando el dolor a la más alta esfera como si fuera un gas pero con menos burbuja y esto en tierra de brujas es normal; frío, sombra, nube y humedal, por suerte, sin ganas de llorar, crece la menta, la albahaca y el romero pero mi consuelo y deseo es, que algún día por la ventana salgan hasta la más lejana nube tocar para poderme alzar y la gallina, el gigante o aunque sea una habichuela alucinante poder encontrar, porque esto y aquello no son otra realidad, es extensión de una, que sólo los miopes, los gatos, los cojos y los que padecen gota pueden mirar, puntipiflautiquipum, que luego digan que no se puede inventar nuevas palabras, escríbela, dila, tírala y hecha está, a ver quién es el guapo que la borra, delito criminal comerse letras sin atrás mirar, legítima dueña soy de mis palabras, de las inventadas aún más, que nadie ose tocarlas porque enfurezco a la mayor brevedad, me saco un ojo, lo lanzo y me lo vuelvo a colocar porque igual que palabras nuevas invento armas con que tirar, de hecho, esta noche, en un largo trecho, soñé que como pertrecho una espada corta y bífida contra gigantes y elefantes dalinianos usaba en un combate que terminaba y otra vez empezaba pero que nunca ganaba, tan sólo el consuelo me quedaba, de poder repetir la partida, ya conocido su final, no dejaba de esforzarme en dar el certero golpe, que a mis valientes contrincantes en dos partiera y destrozara y si a ustedes esto irreal les parece, vengan, enloquezcan y comiencen a ser más cuerdos de lo que jamás nunca creyeron. Juguemos. |