Inicio / Cuenteros Locales / La_columna / Cotidianeidades (de la columna de los lunes de MCavalieri, días difíciles si los hay, según cuenta)
Por Baretta.
Me ha ocurrido una cosa extraña, extraña para mí que siempre he sido un crédulo sin remedio, me encontré a un ciego en la calle.
Ustedes dirán qué tiene de raro eso, pero... ¿si les cuento que es el mismo ciego que, mes tras mes durante no recuerdo cuántos años, ha pasado por mi casa a pedirme “donativos”?
Tampoco se sorprenden, es lógico.
¿Y si a todo esto le agrego que el ciego estaba mirando las vidrieras de una conocida marca de ropa?
Ah! Ahí cambia la cosa.
No termina acá la historia: cuando les cuento, todavía azorado, a los vecinos de la cuadra mi descubrimiento, me encuentro con que el único papanatas que no lo sabía era yo. Y resulta que ahora encima soy el hazmerreír del barrio, me señalan con el índice mientras dicen o piensan “ahí va el tonto que se creyó el cuento del ciego”
Me lo creí... ¿Y qué?
Jugaron con mi buena fe, mi solidaridad, mis ganas de dar, es cierto; quedé como un tarado frente a unos cuantos, también es cierto, pero por lo menos no soy un indiferente.
Y eso me pone feliz. Aunque esa felicidad no me quita el malhumor.
Debo decir que tengo el enojo dividido en dos:
Primero el tipo ese que todo este tiempo estuvo viviendo de mi buena predisposición. Está bien que nunca le di dinero, pero sí le he dado alimentos y ropa, y lo más importante: tiempo. Le di mucho de mi tiempo a alguien que lo único que hacía era jugar a ser otro para pasarla bien. Eso me molesta, mucho.
Un psiquiatra amigo me dijo una vez que uno da para no sentir culpa o por puro egoísmo, no sé, yo suelo dar porque me encanta compartir, siempre he sido así, pero eso sí, elijo a quién. Ahora por un “vivo” quizá vaya por la vida lleno de resquemores, dudando de unos cuantos... Menos mal que no soy de los que aprenden de estas cosas, por suerte he nacido bastante porfiado para las lecciones, será cuestión de olvidar nomás.
Tiene arreglo.
Lo que no tiene arreglo es la otra parte de mi enojo, la que le toca a toda esa gente que, aun sabiendo, no dijo nada. Todos esos que ahora se ríen y festejan la estafa. Los testigos mudos... esos son irrecuperables.
Vivimos, por desgracia, en la sociedad del “no te metás”
¿Será una costumbre argentina? Tal vez.
La indiferencia está ganando terreno a una velocidad increíble.
Se cierran los ojos ante la injusticia, total “a mí no me toca” piensan. Y es cierto, hoy no, pero acaso mañana...
No aprendimos nada en todos estos años ¿Todavía la mordaza del miedo nos cubre la boca y las orejas? ¿Todavía? ¿Hasta cuándo?
¡Y la burla! ¡Que no se me quede en el tintero! La diversión no tendría cabida si no existiera esa aliada de los cobardes.
Qué pena.
Hay veces en que me cuesta entender por qué somos como somos, y otras, cuando veo ciertas cosas, en que lo entiendo de maravillas.
Ya es tiempo, muchachos, de que aprendamos a ser buena gente.
Sepamos que el dolor de uno es el dolor de todos y que la risa no llega a costa de nadie, sino en compañía.
En fin, es todo por hoy.
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Texto agregado el 15-03-2004, y leído por 396
visitantes. (8 votos)
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Lectores Opinan |
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01-12-2004 |
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mira qué curioso, yo pensaba que era una costumbre chilena... natanarby |
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19-03-2004 |
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Me han quedado girando tus palabras como un tiovivo de funestos oropeles. Cuanta razón trasunta lo que escribes. La anecdota que narras, que sin duda en lo particular les ha pasado a muchos, se repite sin cesar y sin darnos cuenta a escala planetaria. Somo permanentemente víctimas de nuestra buena fé. Y el vil engaño nos pone en una disyuntiva peligrosa: O somos como los demás, o quizá sea mejor decir la mayoría, y nos convertimos en seres indiferentes al embuste, a la mentira, al engaño, al desamor, y tantos otros etcéteras, o nos revelamos contra esas nocivas conductas y ponemos nuestro grano de arena y nuestro empuje para tratar de mantenernos fieles a nosotros mismo. El primer camino es sin duda el cómodo y hasta de cierto modo agradable. El segundo ciertamente conlleva una cuota importante de sacrificio y consecuencia pero la recompensa final es poder mirar hacia atrás el camino recorrido y no tener que avergonzarnos de nosotros mismo. No se trata de ser crédulo sino consecuente con nuestros principios y valores, y luchar por ellos. Si en las sucesivas batallas caemos en manos de engaños y embustes, bueno, es parte del precio que hay que pagar. tambordehojalata |
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16-03-2004 |
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Baretta, habrá que reivindicar la ingenuidad como un valor en esta sociedad, tan generalizada en la desconfianza, en la que vemos pasar a los demás como parte del mobiliario urbano sin más, donde que más da lo que le ocurra a ese que no le conozco de nada. Que ningún “vivo” le cambie un ápice. Un abrazo Cardon |
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15-03-2004 |
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Biiiiiien!!!! Por qué me había perdido esta colujmna en donde, además, están mis super favoritos, mis amigos, mis top de las letras?
Esta es la primera que leo y es genial.
Baretta eres ìdolo.
Besos. santacannabis |
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15-03-2004 |
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Dice el Ingeniero FALCON en La cara oculta de la inteligencia:"aún me resisto a aceptar que ello sea fatalmente inevitable por ser inherente a nuestra naturaleza.", y sabés ese sentimiento es el que comparte tu columna de hoy.La participación y la memoria producirán el cambio. Ya es tiempo si, ya es hora...Estupenda columna.Un abrazo y cuando vea a Melina don baretta, felicitelá por su Mención de Honor, que seguramente no le ha contado nada.Damian es un estupendo trabajo hache |
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