nuevamente me encontré dentro del sueño del hombre que era soñado por mí quien era soñado también por mí aquella vez en el autobús; en esta ocasión los remordimientos por una broma anterior, me orillaron a disculparme. En realidad no me molestaba mucho la penumbra que aquél sujeto me había designado por escenario, ya que así tendríamos igualdad de condiciones: Yo sabía que él era el producto de un sueño, y yo del suyo a su vez.
Luego el hombre reflexionó que estaba en desventaja frente a mí, ya que desde mi posición yo podría conocer su intimidad mental, mientras que él desconocía mi nombre y mi rostro. Decidió despertar, ya que era muy probable que no le conociera y que su vida me resultara tan ordinaria que terminaría despertando y sacándolo de mi sueño también.
Poco a poco fui perdiéndome en la penumbra, de modo que él únicamente me sentía, y de pronto, el hombre despertó.
Pude verificar apenas transcurridos unos instantes de su momento de despertar que el tipo aquél, era un completo desconocido, y con una vida por demás ordinaria. El hombre despertó, pues, en un a habitación fresca, pintada de blanco. Una alfombra mullida cubría el piso y los muebles de colores claros. Una esbelta mujer, al parecer su esposa, se acercó. Llevaba una bermuda y una blusa de color verde oscuro, y parecía complacida de que el hombre despertara y dijo:
-Me alegra que hayas despertado, nos tenías preocupados a todos-
-To... dos?- Alcanzó a balbucear -Si, vinieron a verte Anabel, Jorge, y tus hermanos- Le contestó.
-¿Y a qué se debió el susto?-
-Primero tu fiebre, que desapareció en tanto llegaba el médico a atenderte, tu desmayo y ese repentino recobrar el conocimiento para decir con voz aterradora “This is the end!” y desmayarte de nuevo, de hecho en un segundo vendrá a revisarte
La puerta se abrió y ya no pude ver a persona alguna a entrar. Alguien me despertó sujetándome suavemente del brazo.
-Oye, quiero sentarme contigo unos minutos contigo, ¿puedo?- Dijo una esbelta y delicada figura rubia que suele aparecerse en medio de mis pesadillas e intrascendencias oníricas para modificar el matiz del sueño -¡por supuesto!- respondí -hace tiempo que no te veía-
-¿Te ha gustado el viaje?-
-¿Cuál de todos?-
-No entiendo, no has abandonado este autobús, a qué otros viajes te refie...?-
-Mira, trasladarme de un lugar a otro me ha parecido agradable, pese a que no me resulta muy cómodo pasar horas sentadote. Compenetrarme con mis raíces ha sido enriquecedor, y supongo que es el motivo de este traslado. No obstante, el viaje hacia dentro de mis sueños, me resultó desconcertante, imagina que antes de que llegaras, estaba soñando la continuación de un sueño que tuve el sábado pasado, sobre la vida de un tipo de quien no conozco ni el nombre, ¿Sabes algo de él?
-En absoluto desconozco el origen de tus sueños, yo vengo aquí cada vez que me llamas o veo que me necesitas, aunque hoy vine por curiosidad personal.
Se levantó y se encaminó hacia la salida. Varios pasajeros más le siguieron y empezaron a hacer un tumulto, en el cual, uno de los que se aglutinaban por el corredor, salió proyectado en dirección mía.
Desperté un poco desconcertado, y un anciano compadecido de mi expresión, me contuvo de un modo inusual:
-Pierda cuidado joven, ahora sí ya despertó, y ya llegamos al zoológico- Me guiñó el ojo de manera cómplice, se adosó su boina y bajó del autobús para perderse entre la gente.
Deambulé por la sección infantil del zoológico un poco aturdido y confundido por los eventos mentales previos al arribo a Africam. Puebla siempre me provoca encuentros de ésta naturaleza con mi mente. Bromas pesadas a mis sentidos. Justo estaba por marcharme cuando la vi: Dándome la espalda, enfrente de mí, la mujer del hombre que reiterativamente había estado soñando.
Un ser humano se había salido de mi mente, o ya había incluido en mis sueños a una mujer que no conocía. La mujer se sintió observada y giró su cabeza a donde yo me encontraba. Fue como un cubetazo de agua helada. La chica en cuestión no era la misma, su rostro era otro y yo pensaba si en realidad yo tendría algún recuerdo fidedigno de lo que veía en mis sueños, o si mi mente me mostraba cómo quería ver un entorno próximo a descubrirse.
Todo se desdibujó, como cuando le cae solvente a una pintura, un olor a café invadió mi nariz. De pronto, graznidos de patos, un maullido tenue y el ruido de un televisor encendido pero que no atinaba a ver.
Desperté un poco aturdido con ganas de contarle todo a mi flaca, que había estado soñando con todo eso nuevamente, pero para cuando estábamos los dos en el desayuno, sólo atiné a repetir lo de siempre: Bebé, creo que anoche soñé otra vez con Puebla, pero no recuerdo bien.
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