Cuando José Saramago recibió el Premio Nobel de Literatura, en 1998, la reina de Suecia le susurró al oído: “alguien tenía que decirlo”. Cuando visitó Bogotá como Capital mundial del libro, a principios de este mes, Saramago agregó, al referirse a la situación colombiana y universal: “todos tenemos que decirlo”.
En rueda de prensa que concedió en la Fundación Santillana, a la que acudieron representantes de la prensa nacional e internacional, José Saramago habló de literatura, de la situación mundial y –más presionado por los asistentes que por voluntad propia– se refirió también a Colombia.
En últimas, para él, son un mismo tema, entrelazado por la literatura. Dijo que “la enseñanza más grande de la literatura es que la finalidad del ser humano es pensar”. Por eso, agregó que “escribo para comprender, y aunque no voy a tener vida para comprenderlo todo, es mi obligación tratar de entender”.
“Uso la novela –dijo– como un espacio de reflexión. Quiero que la novela diga algo de mí al lector: no en un sentido narcisista, pero es imposible que escriba una historia sin que me meta y esté opinando, reflexionando”.
Y aunque es uno de los más importantes y prolíficos autores del siglo XX y el naciente siglo XXI, Saramago sorprendió al auditorio cuando recordó su infancia campesina, con padres analfabetas, y concluyó afirmando que “Yo no sé escribir”, lo cual despertó risas y aplausos en el auditorio.
En torno a la forma literaria, señaló que “lo que se le pida a todo el mundo que escriba es una convención: toda esta parafernalia de signos de puntuación…”. Agregó que él introdujo una forma novedosa de marcar los diálogos, pues, explicó, “nosotros nos hablamos como si estuviéramos haciendo música. Y el discurso se hace con elementos idénticos de la música y la literatura: con ritmo. Empecé (a escribir) como si la propia historia se me estuviera imponiendo por encima de las convenciones. Parto como si fuera un narrador oral y eso ha implicado una forma diferente de organizar el discurso”.
Agregó que “tengo que oír dentro de mi cabeza lo que estoy escribiendo” y, en ese mismo sentido, invitó a los lectores a que “oigan lo que están leyendo”.
“Escribo porque no me quiero morir” y en Las pequeñas memorias, su último libro, intentó “poner de pie otra vez al niño que fui”.
Superpotencias
En torno a la situación internacional, José Saramago ha desempeñado un papel importante en la resistencia, por ejemplo, frente a la invasión de Estados Unidos a Irak y luego de la explosión de bombas en los trenes subterráneos de Madrid.
Explicó el escritor que “la globalización es incompatible con los derechos humanos” en tanto hay organismos antidemocráticos que son los que imperan sobre los gobiernos de los países.
En ese sentido, dijo que “en el mundo hay dos grandes superpotencias: el G8 y nosotros, los ciudadanos”, y que por eso es que tenemos que expresarnos. Fue entonces cuando recordó la frase de la reina de Suecia.
Parir los muertos
Sobre la situación de nuestro país, Saramago corrigió una información publicada en un periódico nacional, según la cual él había dicho que a los muertos había que “vomitarlos”. Aclaró que el error fue suyo, por desconocimiento del castellano, y que quiso referirse a “parirlos”.
“La tierra colombiana –dijo– tiene que empezar a parir sus muertos: parir es dar la vida. Y es buscarle la vida a esa gente. Parirlos es vuestra conciencia. Quizás sea una carga muy pesada, pero ojalá podáis sentir esa presencia. Tenéis que salir de esta pesadilla que amenaza con alargarse cuánto tiempo más. No hay ninguna luz al fondo. Estáis en un laberinto en el que cada paso que dais no se sabe si es para salir u os empujáis más al fondo. Esto tiene que acabar”.
Advirtió que, según su percepción, “el problema colombiano no tiene solución militar. La guerra se volvió algo rutinario” y que una acción que se debe impulsar es el acuerdo humanitario, en la medida en que “toda vida que se pueda salvar vale la pena”.
Dijo que “es la sociedad civil colombiana la que debe asumir su papel en el problema, es lo más importante. Y el papel de los ciudadanos no puede limitarse a estar medianamente informados y esperar a que los políticos actúen”.
Propuso “una conciencia cívica, nueva, intermitente” y concluyó diciendo que “la sociedad colombiana debe perder la paciencia”.
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