Soy demasiado impaciente, lo sé
-no tengo espera -,
como el agua que corre cuesta abajo
como el mar que avanza y se repliega
como el viento que alza y cae
-corta tus labios y los besa-,
como tú, que vienes a mí y luego desapareces
-y te repliegas en mi costado alterado-.
Esta mañana al despertar te llevaste mi sonrisa
-la guardaste en una frase punteada-,
y pasaste dejando tu estela en mi cintura desnuda,
olvidando después las palabras y los ritmos
de la pasada noche agónica e impaciente,
-sentir partido, agitado, enhebración de la carne-,
y los sentidos saturados de deseos vehementes.
A tu vuelta traerás un beso atado a tu sonrisa
-azul, salobra, aceleradamente dibujada-
una historia increíble por el hecho, el lugar y los partícipes
-tus historias extraordinarias, fantásticas-
un montón de imágenes robadas al tiempo constante
-de las que solo te quedarás con una-
y un rumor de mar salino, saturado, henchido
en el que hace poco yo me deshice
-hasta solo ser mar, sal, escozor, ausencia-.
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