Al margen derecho del serpenteante río,
esbeltas palmeras, tortuosos pinos,
fláccidos juncos y fragantes lirios
pugnan por la luz, con fuerza, con brío.
En mórbido lecho reposan gacelas.
En sus altas ramas, aves e insectos.
y mucho mas alto, maltratadas nubes
de curiosas formas presas por los vientos.
En la alta encina, desafiante pone el broche:
Trina el ave en su rama: “-Me remonto, voy y vengo,
exploro en el horizonte, y donde me alcance la noche
sin prisas busco cobijo, bien seguro, y allí duermo”.
Altanera y presumida, la gacela reflexiona:
“-Pasto libre por el bosque, el río sacia mi sed,
y bajo mi atenta mirada mis hijos trotan confiados.
Aquí no hay depredadores que me hagan caer en su red”
Sin mofa, pero con aires de superioridad nativa
“-..Y tú, árbol ¿no dices nada? Con tus raíces anclado,
cual prisionero en galeras, sumiso y resignado,
ves pasar las estaciones; no tienes alternativa.
Con majestuosidad y tino, el árbol da una lección:
-“Ave de altos vuelos, dime: ¿quién cobijo te está dando,
quién en la primavera, con brazo tierno y seguros
sostiene y mece tu nido, tras almenas de altos muros
y de mis frutas maduras se está alimentando?
¿Quién, en el mullido lecho de mis hojas otoñales,
dormita, rumia y bosteza; trota, bala y despereza;
rebusca los tiernos brotes de cercanos matorrales,
a mi sombra se cobija de la lluvia y el estío,
flirtea y enamora en la orilla del río?
Soy rico con mi existencia.
Esta es mi vida, esa, la tuya
y no hay más apetencias.
Equilibrio y armonía.
Nunca cumple sus misione
al que de su sistema y mundo
en contra su voluntad
le cambian sus condiciones.
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