Con una ráfaga de pasión e ira instala un preludio diabólico de Paganini
Sus dedos ligeros y blancos como el fondo de la partitura
Van recorriendo el diapasón tibio y apasionado de su ardiente violín

Una y otra vez repasa las escalas inagotables
Se inspira en lo profundo y emerge en un orgasmo contenido
Tan sensual se ve Isabel tocando sus caprichos
Que por ahora oírla y verla tocar, me condena hacia los jardines de Bosco

Con sus pantalones negros y ajustados,
resalta emblemática su figura museril
Ella me inspira más que los académicos e intérpretes consagrados

Sus cabellos negros y suaves se despeinan en cada crescendo
Ella esconde en cada contrapunto la seducción pura, casi olvidada

Sus ojos azules, son la obertura al instante más dulce y placentero
Ella invita en cada mirada, a probar una complaciente humanidad

Su blusa en escote ve, deja entrever la sutileza armónica e irresistible
Ella es en esencia, el sentimiento entregado a las horas del día mortal.


Da vuelta la partitura y de reojo mira a la audiencia sobrecogida
Entre la música, nosotros y aquella musa pareciera todo una sana orgía
Mujeres y hombres entran en comunión con ella,
Escuchada y deseada por todos, no da respiro a la interpretación

Después la música termina, los aplausos y gritos revolotean en la sala
Ella sonríe mágicamente hasta que todo es silencio nuevamente

Su mirada me desvanece y rompe el pecho
Ella se va tranquila, a pasos sensuales y seguros


Mujeres suspirando, hombres acalorados y sudorosos han quedado
Todos esperan la tercera entrada de la noche

Y yo tendré que esperarla un poco más en esta gala
Hasta que al final de la noche estemos nuevamente en la cama
Ensayando los conciertos para violín y guitarra de Anarghya Apala