Un horrible espectáculo acabo de presenciar:
he visto como un hombre envejeció 40 años en un segundo de su vida.

Su aspecto alegre y saludable se fue difuminando en una expresión de constante dolor, rabia y desgaste.

Los días en que jugaba en el pasto con su hija desaparecieron para ser reemplazados por discusiones que dejaban agotados a ambos.

Ella también parecía envejecer.
A la temprana edad de nueve años debió aprender lo que significaba el dolor, físico y emocional, y empezó a aprender lo que serían las discusiones con su familia.

Lamentablemente, ella sentía que había nacido en el lugar equivocado. Sus ideas de libertad e igualdad eran rechazadas por su padre, quien era un machista innato con ideas de los años '40 en que nadie podía llevar la contra a los mayores.

El la culpaba a ella.
Ella lo culpaba a él.

Él recuerda ahora esos días de infancia de su hija y los añora al verla e inevitablemente pensar que de sus cinco hijos, ella fue la peor.

Ella recuerda ahora esos días de su infancia y siente nostalgia de los buenos momentos que pasó con aquel hombre que ahora enfrenta cada día como un obstáculo en su vida.

Él la culpa a ella.
Ella lo culpa a él.
Y ambos se culpan, en el fondo, a si mismos. Pero jamás lo dirán por que padre e hija son muy orgullosos.

Uno de los dos morirá y el otro se reprochará no haber aprovechado su tiempo en algo que no fuera discutir.

Él me culpa a mi.
Yo me culpo a mi.