El día que nació,
Su madre Ayy lo nombro,
Al ver su horrendo aspecto,
De esa forma grito.

¡Oh! Que ironía de la vida,
Que la más bella del pueblo,
Y el hombre más guapo,
Engendraran infante con cuernos.

Aspecto poco ortodoxo,
Con cola de trinche,
Con dientes de perro,
Pelo de oso.

Para Ayy no hubo día más triste,
Que el primero en la escuela,
Sus compañeritos se burlaban,
De sus horribles ojos de pera.

¿Ayy?, ¿Te llamas Ayy?,
Vaya mierda de nombre,
¡Que perro te llamaras mejor seria!,
¡Y por dios que la virgen al verte lloraría!

Ayy por el patio caminaba,
Y a cada paso sus garras en el piso clavaban,
Al pretender a una niña ayudar a levantarse,
Con sus púas la hizo lastimarse.

Lo corrieron de la escuela por tal hecho,
Y Ayy se fue muy triste, Ayy se fue llorando,
Además su madre se la pasó gritando,
Que abandonarlo estaban pensando.

El pequeño “Mostro” se fue a su cuarto,
Sin cenar y sin sus libros,
Además su padre enojado,
Su colchón de agua dejo vaciado.

Después de amplia deliberación,
Al extranjero mandarlo decidieron,
A una extraña isla,
De los mares del sur que en un mapa vieron.

En paracaídas del avión lo lanzaron,
De regreso tan felices que brindaron,
Fin de mi pesadilla dijo la madre,
El padre sonrió y la beso sin reparo.

Cuando Ayy cayó a tierra,
Los nativos todos se espantaron,
Y más susto tuvieron,
Cuando los papas de Ayy se estrellaron.

Más cuando a Ayy vieron,
Los nativos enmudecieron,
Con un dios lo identificaron,
Y como tal sus fieles le sirvieron.

Ahora Ayy tiene,
Muchas mujeres y “Mostritos”,
Donde el es respetado,
Y adorado hasta con ritos.

¡Ahhh! Cuan feliz es Ayy ahora,
Con mujeres y con hijos,
Con comida en abundancia,
Y con fiestas cada hora.