El Comisionado no tuvo opción y lamentando su decisión, procedió a llamar al Inspector Moreau para resolver el enigmático caso de la señora Monroe.
Moreau era un policía extraño, despreciaba las técnicas modernas de investigación y sólo aplicaba la lógica en la solución de los casos criminales. Aparte de eso, sólo trabajaba con la ayuda del teniente Dubois, quien era como su jefe, muy prolijo en sus investigaciones.

Como el caso urgía a las autoridades policiales. rápidamente todo el equipo disponible se hizo presente en la escena del caso Monroe, el teniente Dubois observó todos los detalles que pudieran resolver aquel suicidio o crimen mientras el Inspector se dedicaba a observar por la ventana del departamento, las melancólicas nubes que cubrían la ciudad.
Ciertamente, esto provocó la ira del Comisionado quien no tardó en increparlo:

- Inspector: por favor, debemos resolver este caso lo antes posible, la prensa vigila nuestros pasos.
- ¿La prensa? – preguntó el Inspector con aire melancólico – la lógica y la prensa nunca han sido buenos amigos.

Naturalmente, la actitud del Inspector exasperó más aún al Comisionado quien comprendió que debía mantener silencio ante los extraños métodos de su subalterno.

Moreau, un poco más tranquilo y ausente a la vez, optó por admirar la colección de pinturas que ostentaba la habitación de la señora Monroe y luego de una observación detallada y precisa anunció:

- Evidentemente, Comisionado, nuestra señora Monroe amaba los impresionistas franceses, en especial a aquellos que desarrollaron el movimiento pictórico a su máximo esplendor.
- Inspector – contestó el Comisionado con aires de esperanza - ¿cree usted que podemos obtener alguna pista de su deducción?
- No creo, es sólo una observación de naturaleza artística. Debería usted ordenar a sus hombres admirar tan notable colección que ahora se presenta a nuestra vista.
- Pero, Inspector por favor, nosotros no hemos venido a...

Sin embargo, el Comisionado no pudo continuar con sus palabras, pues el Inspector Moreau había hecho un nuevo descubrimiento y solicitaba su silencio para dirigirse esta vez, a un hermoso piano de antigua data.

- ¿Qué tenemos aquí? – se preguntó el Inspector en voz alta– creo que es un piano Pleyel legítimo... ¿podrá esta reliquia entonar algunos sones?

Asombrado esta vez, el Inspector Moreau abrió la tapa del piano e inmediatamente intentó tocar una melodía. El instrumento se hallaba en perfectas condiciones y todo el equipo policial pudo apreciar que el Inspector entonada a dos manos, la conocida melodía infantil “C’est toi, mama”. Los rudos policías allí presente, volviendo inesperadamente al tiempo de la infancia, intentaron cantar la melodía que el Inspector tocaba bajo una ensoñadora inspiración. Sin embargo, la iracunda mirada del Comisionado impidió que aquello se transformara en un pequeño coro policial acompañado al piano por el célebre Inspector Moreau.
Instantes más tarde y sin poder contenerse, el Comisionado interrumpió el pequeño concierto de piano increpando al improvisado pianista:

- ¡Inspector Moreau!, basta de necias manifestaciones artísticas. Estamos aquí para resolver un crimen, no es la visita a un museo ni mucho menos un recital de música. Le ordeno regrese usted inmediatamente al trabajo.


Entonces Moreau, con aire de artista incomprendido, dirigiéndose discretamente a su ayudante, le pregunto:

- Teniente, imagino que ya ha resuelto el caso. Evidentemente estamos frente a un caso de suicidio, ¿no es así?, la lógica lo establece.
- Se equivoca jefe, esto ha sido un homicidio.
- Vaya, que atrevimiento, ¿osa usted desafiar la lógica?
- No señor, pero tengo pruebas de lo contrario.
- Interesante teniente, pero le diré que el marido de la señora Monroe estaba fuera de la cuidad y el mayordomo estaba de descanso.
- Pero la posición del cadáver indica que no fue suicidio aunque alguien quiso que pensaramos de ese modo. Es más, el homicida ha sido el mayordomo.


- Comisionado, esto ha sido un homicidio, detengan inmediatamente al mayordomo – exclama Moreau con aire triunfal.
- Esto es ridículo – acota el Comisionado- no puede ser.

Por favor, teniente, entregue las pruebas, ordena Moreau a su ayudante:

- Señores – dice el teniente – Según el testamento de la señora, el mayordomo obtendría la jubilación en caso de su deceso y como el sirviente principal de la casa ya había esperado demasiado tiempo, decidió apresurar el trámite de su jubilación provocando la muerte de la señora Monroe disparando un tiro en la sien de la victima.

- Ohhh, fue la exclamación que se pudo escuchar desde el coro asombrado de policías. El Inspector Moreau es un genio de la investigación, murmuró uno de los oficiales.

Por su parte, el Comisionado mantenía su posición de que aquello era ridículo e imposible, personalmente, él sospechaba del marido de la señora Monroe. Sin embargo, el teniente Dubois continuó con su teoría.

- La prueba de que el anciano mayordomo estuvo aquí en la habitación de la víctima es aquella taza de té servida anoche que contiene azúcar y la señora Monroe tenía prohibición médica de su consumo, asunto que el mayordomo ignoraba.

Luego de aquella brillante exposición, el Comisionado no tuvo más remedio que ordenar la detención del mayordomo el cual confesó rápidamente el crimen confirmando todas las teorías de la investigación.
Dos días más tarde el Inspector Moreau fue premiado en una ceremonia especial en la Academia de Policía con la asistencia del propio Primer Ministro, por la rápida solución del caso gracias a su brillante lógica.

El Inspector Moreau agradeció el nuevo premio que enaltecía su carrera profesional diciendo a la distinguida audiencia:

Agradezco a vosotros esta importante distinción por la solución del Extraño Caso de la señora Monroe, muchas gracias ¡!

Luego acercándose discretamente a su ayudante, el teniente Dobois, preguntó a éste:

- Teniente, ¿ cuando hemos resuelto el crimen de la señora Monroe?