Para subir al autobús que va a Ficticia debes esperar aquí hasta altas horas de la madrugada. A primera vista puede que te parezca repleto, pero si observas bien te darás cuenta de que hay sitio de sobra: el obrero, el poeta zurdo y la parejita de ancianos son la misma persona.
Siéntate cerca del chofer, pero si no quieres enojarle ni se te ocurra preguntar por la puerta de hierro que hay al fondo del bus cerrada con siete cerrojos.
El chofer con su gorra de plato es un clásico y no le gustan los cambios que últimamente está realizando la compañía de transportes.
No entiende que la imponente y misteriosa puerta ya no se use en los viajes y ahora para mantener a los viajeros despiertos y en tensión hasta el final utilicen un prosaico paquete olvidado.