En la peluquería él y él, además de otros dos. Lentamente los cabellos caen por encima de los hombros, el artista pisa sus sobras y el espejo los multiplica a todos.
Camilo se mira –inconforme- mientras escucha el decimonoveno tijeretazo en un eco insolente.
Camilo: (determinante) Disculpe, podría detenerse por favor.
El peluquero retira las manos de esa esfera redonda; que del lado izquierdo se aprecia abundante cabello, mientras que del otro lado, casi nada. En dos segundos retorcidos, el hombre notó la ira de Camilo a través del espejo.
(Mirando y hablándole al espejo)
C: No siga.
Peluquero: (confundido) Pero señor, mírese, cómo lo voy a dejar así.
C: (mirándose y luego al suelo) Quiero mi pelo de vuelta.
P: ¿Disculpe?
C: Quiero que devuelva todo lo que ha hecho, quiero mi peinado y mi corte de pelo de vuelta.
P: Señor, eso es imposible.
C: No se, algo debe hacer usted para que vuelva todo a como estaba antes.
Al peluquero nunca le había pasado esto en su extensa trayectoria. Es un trabajo exigente pero nunca un cliente le había pedido retroceder el tiempo.
Se acerca donde un colega y comienzan a idear la manera para retroceder el tiempo.
C: Me gustaría se apuraran porque tengo una cita en unos minutos más.
El peluquero gira y lo mira (esta vez de frente y sin la ayuda del espejo)
P: (manteniendo la calma) Señor, como verá, vamos a retroceder el tiempo, entonces es imposible que usted llegue atrasado a la cita porque es como si nunca hubiese venido a la peluquería. ¿Me entiende?
C: (ya mucho más tranquilo) Ah, excelente, muchas gracias.
C: (ya mucho más tranquilo) Ah, excelente, muchas gracias. (Sorprendido) ¡Muy bien!, pudo retroceder el tiempo, ahora necesito que sea mucho antes eso sí.
P: Vamos a intentarlo señor. Disculpe Don Guillermo ¿le molesta si retrocedemos el tiempo unos minutillos? (refiriéndose al otro cliente que estaba dos sillas más allá de Camilo) lo que pasa es que el señor se arrepintió del corte.
Don Guillermo: No, para nada, tengo tiempo.
En la peluquería él y él, además de otros dos. Lentamente los cabellos suben por encima de los hombros, el artista reutiliza sus sobras y el espejo lo multiplica todo.
Camilo es un tipo alto y delgado; camina entre los comercios del caracol en busca de una peluquería. Entra, y con una convicción muy extraña en él, se sienta en una de las sillas.
Peluquero: Señor, ¿Se va a cortar el pelo?
Camilo mira al peluquero extrañado, e incluso se queda mirando al único cliente que estaba en el lugar, como extrañado por la pregunta estúpida del peluquero)
Camilo: (con cierta ironía) Efectivamente, pues vengo a una peluquería a cortarme el pelo.
Don Guillermo: ¿Está usted seguro que quiere cortarse el pelo?
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